El sector cultural en la mayoría de casos está repleto de obstáculos. Adentrarse en él supone dificultades como la falta de derechos laborales dignos o la competitividad entre personas que buscan un mismo fin: hacerse un hueco en el panorama cultural. Galaxxia nace como un proyecto que pone en marcha diversas iniciativas con el objetivo de amenizar estas dificultades: “Los principales objetivos son visibilizar y conectar iniciativas culturales impulsadas por jóvenes alrededor de todo el Estado y, también, promover los derechos laborales del sector cultural”.
Mediante actividades culturales o el intercambio de recursos económicos y conocimientos metodológicos, Galaxxia crea una red de ayuda para todos los jóvenes impulsores de proyectos culturales. Tal y como ellxs mismxs exponen, el sector está precarizado y es hipercompetitivo, lo que irremediablemente deja a los emprendedores sin amparo alguno.

Hemos tenido la oportunidad de hablar con ellxs, así como de abrir el melón sobre la cultura en nuestro país y su precariedad… ¿Es el único país que presenta estas carencias en la apuesta por lo cultural? Además, nos cuentan cómo fueron los inicios del proyecto, sus metodologías de trabajo, los cambios de paradigma que pueden llegar al sector y muchas reflexiones sobre la cultura en sí misma.
Para quién no conozca este proyecto, ¿podéis explicarnos qué es Galaxxia y quiénes sois vosotrxs?
Galaxxia es un proyecto de trabajadores culturales, jóvenes y precarixs que se posiciona en la heterogeneidad del sector cultural contemporáneo desde una perspectiva crítica, el pensamiento situado y modos de hacer cooperativos. Sus principales objetivos son visibilizar y conectar iniciativas culturales impulsadas por jóvenes alrededor de todo el Estado y, también, promover los derechos laborales en el sector cultural.
Nuestro medio de trabajo es la Gestión Cultural, nuestra comunidad les trabajadores culturales jóvenes. Esto se traduce en trabajar con otrxs para crear diversas actividades culturales, compartir recursos económicos y conocimientos metodológicos, o apoyarnos mutuamente en la difusión de nuestros proyectos.
El equipo motriz actual somos nada –una productora de proyectos culturales con un enfoque social, conformada a su vez por las trabajadoras culturales Ana CSC y Francesca Alessandro– e Iris Sofía Hernández –politóloga y gestora cultural–.
Uno de los objetivos de Galaxxia es crear una red activa que ayude a profesionales culturales en la visibilización de sus proyectos, así como el aprendizaje del entorno laboral. ¿Creéis que a día de hoy habéis logrado este propósito? 
La idea de red estuvo presente sobre todo al inicio del proyecto: debido a la fragmentación del sector, como trabajadores culturales incipientes, a menudo nos sentíamos solxs a la hora de afrontar las dificultades de un sistema precarizado e hipercompetitivo. La idea de crear una red de apoyo mutuo entre profesionales, un espacio desde el que trabajar juntxs para lograr un objetivo común, nos parecía la panacea.
Sin embargo, a lo largo de estos 4 años, el proyecto ha ido evolucionando a raíz de su propio desarrollo, así como la concepción de sus propósitos. Por un lado, entendemos que el concepto de ‘red’ suena muy bien en teoría, pero, para mantener una red estatal como con la que inocentemente soñábamos, sin desatender las expectativas generadas en la comunidad creada, es necesario un trabajo de coordinación y dinamización que requiere de unas condiciones humanas, proyectuales y laborales continuas con las que nosotrxs todavía no contamos.
A veces nos reímos diciendo que Galaxxia es un Máster informal de Gestión Cultural, pero es que hemos aprendido muchas cosas sobre la marcha. Entre otras, la forma de pensar del equipo sí que funciona de manera ‘enredada’, arborescente… cuando nos llega una cuestión simple como podría ser la necesidad de visibilización de una iniciativa cultural, desplegamos una red de asociaciones complejas entre conceptos, proyectos y posibilidades de colaboración o sustento que, por lo general, se traducen en relaciones creativas de diferentes escalas.
En este sentido, Galaxxia sigue manteniendo una dimensión reticular que ayuda a seguir construyendo ese propósito inicial; eso sí, con un carácter menos idealista, más funcional.
La cultura es cada vez más un ámbito precario en el que hacerse un hueco o simplemente tirar hacia adelante un proyecto es, a veces, imposible. ¿De qué manera contribuye Galaxxia a que eso que es imposible pase a ser una realidad o, al menos, esté un paso más cerca de serlo?
Una de nuestras máximas desde el principio ha sido la de cultivar la conceptualización de la cultura como trabajo y, al hilo, la conciencia de clase trabajadora. Pensamos que es un aspecto crucial en la era del precariado y es aún más crucial en países europeos que no han tenido políticas públicas para regular el trabajo cultural, por lo que las condiciones que interseccionan lo laboral, la cultura y la juventud son particularmente vulnerables.
Por un lado, es importante desligar la idea del trabajador cultural de la del artista bohemio. Es muy fuerte que parezca escandaloso esto de manifestar querer ejercer derechos laborales básicos, reconocimiento por nuestro trabajo, salubridad vital… basta ya la broma de incentivar y/o aceptar la explotación y la precariedad laboral en nombre del amor al arte como si esto fuera el siglo XIX y prefiriésemos comprar un tubo de óleo a una barra de pan. Somos artistas coléricos, pero en su acepción de cabreo.
Por otro lado, creemos que es importante comprender que estas condiciones son el resultado de una estructura política que beneficia a unos pocos privilegiados a costa de la fuerza de trabajo de muchxs. Politizar la precariedad implica reconocer que la inestabilidad personal es consecuencia de un contexto de crisis económica y social. Frente a la soledad de las narrativas del éxito, que responsabilizan a los individuos de su fracaso y personalizan los malestares derivados de ello, colectivizar esta inestabilidad y politizar sus consecuencias es uno de los primeros pasos para trabajar un presente que, al menos, nos lleve a imaginar un futuro más justo, robusto y fructífero.
¿Pensáis que la industria cultural es precaria tan solo aquí? ¿O hay más países que se encuentran en esta situación de ‘estancamiento’? ¿A qué creéis que se debe? Personalmente siento que a veces depende de la importancia que le dé un país a la cultura.
Lo primero sería diferenciar entre ‘industria cultural’ y ‘ecosistema cultural’; este último, mucho más amplio y que no se limita a la producción masiva de bienes comercializables. Uno de los problemas es justamente este, que se mete en el mismo saco la producción industrial y la producción a escala individual o colectiva. Esta forma de creación local, comunitaria, es la que enriquece al sector por su diversidad y por su cercanía a la ciudadanía. Sin embargo, la financiación pública tanto europea como nacional pone el foco en las industrias creativas como motores económicos, dejando de lado a una gran parte del tejido creativo de base.
Sobre la precariedad cultural… diríamos que es un melón común a todos los países. Por centrarnos en el nivel europeo, desde luego es una de las preocupaciones de la agenda política. Por ejemplo, la Comisión Europea estima que alrededor del diez por ciento de los trabajadores culturales en la Unión Europea estamos en situación de pobreza. El trabajo autónomo, la actividad intermitente, la no-remuneración a cambio de visibilidad, la falta de remuneración de los procesos de pre-producción sin los que el trabajo no saldría adelante… son desafíos significativos y comunes. Es verdad que países como Francia o Reino Unido tienen medidas adaptadas a la intermitencia de la profesión que ofrecen cuotas mínimas de seguridad social y paro, o modelos mixtos de financiación asentados. Pero, pese a esto, sigue siendo una profesión de difícil acceso y manutención, los cuales, en la mayoría de los casos, dependen de los privilegios socioeconómicos que permiten esto del ‘trabajar’ gratis y hacerse un hueco en el mundillo.
Y aquí, aunque la cultura parece que se valora más socialmente (por ejemplo, aparece reflejada en la Constitución cosa que, en otros países europeos, no) la situación es alarmante, según un informe publicado en febrero de 2023 por el Observatorio Social de la Fundación “la Caixa” así lo demuestra de una manera bastante completa y acertada. En cuanto a marcos reguladores, después de mil años, parece que se empiezan a entrever los avances del Estatuto del Artista que, desde nuestro punto de vista (por lo que decíamos más arriba sobre el artista bohemio), ya tiene un punto de partida bastante sesgado. En cualquier caso, tampoco creemos que los marcos institucionales sean los únicos desde los que operar; la falta de ellos debería cubrirse desde el sentido común y la persecución de un clima más equitativo, no desde la reproducción de lógicas abusivas por falta de un marco jurídico que las penalice.
Como trabajadores culturales jóvenes, ¿cuál es el impedimento más grande con el que os encontráis a la hora de poner en marcha un proyecto?
Es difícil quedarse solo con uno. A nivel externo, quizá un sistema cultural avejentado que replica lógicas de inaccesibilidad burocráticas y lógicas de explotación neoliberales que buscan maximizar la espectacularidad y la rentabilidad parcialista de los proyectos en detrimento de otros aspectos importantes como la libertad creativa o la calidad de vida de los trabajadores.
El no andarnos con eufemismos a la hora de narrarnos tampoco ayuda en un sector liderado por grandes oradores (risas). Siempre subrayamos la frustración que supone vivenciar cómo este discurso crítico de las condiciones del sector (aparentemente compartido por la mayoría de entidades que lo componemos) no se traduce en prácticas para realmente cambiarlo.
A nivel interno diríamos que encontrar el equilibrio entre situaciones de vulnerabilidad personales, los tiempos de dedicación limitados y la inestabilidad emocional resultantes precisamente de estas condiciones materiales insostenibles que van más allá de nosotrxs. Cuando hablamos de sostenibilidad laboral, abarcamos una esfera económica y emocional.
En junio de 2019 obtenéis, por primera vez, financiación mediante una subvención de apoyo a la Acción y Promoción Cultural del Ministerio de Cultura y Deporte. ¿Es el momento en el que Galaxxia despega por completo? ¿Qué significa una subvención de ese tipo? ¿Más allá que un respaldo también significa ‘confianza’?
Despega… pero a duras penas. Nunca lo hemos ocultado, todo lo contrario, hemos visibilizado que, si bien 2020 fue una especie de éxito en cuanto al capital cultural que obtuvo el proyecto, sobre todo fue una catástrofe económica para el equipo humano que sustentaba su gestión. Por el trabajo de todo un año, cobramos una media de únicamente 2.500€ por cabeza. Entonces, pensamos que tendría que ver con coincidir con las complicaciones de la pandemia, pero, con el tiempo, es apabullante ver la cantidad de proyectos (incluso los liderados por compañerxs con mayor trayectoria) que se desarrollan en estas condiciones absurdas. La crisis es profunda y fractal.
Contar en tu listado de apoyos con el logo de una institución pública de esa categoría respalda, claro. Pero la confianza también se construye con la muestra transparente del trabajo que se realiza. Aunque nos hemos tropezado por el camino, siempre nos hemos mantenido firmes en ser lo más coherentes posible.
Esto y más lo mostramos en Wiki Galaxxia, que es una de las plataformas de comunicación principales del proyecto y que reforzamos en 2021 durante el proceso investigativo Gravedad13, a través del cual, después del batacazo de 2020 y gracias al apoyo de la Fundación Carasso, pudimos profundizar en estas intuiciones y cristalizar los aprendizajes que veníamos construyendo en los años anteriores para transformarlos en propuestas concretas que, potencialmente, afectasen a las necesidades y a la sostenibilidad de procesos culturales impulsados por jóvenes alrededor de todo el Estado.
Hay algo muy interesante que decís y es que ponéis en práctica éticas de cooperación y no de competición. ¿Creéis que en la industria cultural se tiene normalizado ‘pasar por encima del resto’ para hacerle un hueco a tu proyecto? ¿Es un problema que nace desde abajo o se va formando después de que una persona no conozca otros recursos para sacar adelante su trabajo?
Si hablamos de ‘industria’ cultural no es que se normalice algo éticamente cuestionable, es que la norma estructural indiscutible es la competencia desleal y todos esos rollos mors tua vita mea y, claro, todxs tenemos este funcionamiento competitivo instalado en nuestras cabezas ya que nos cuentan y venden que es la única forma de trabajo.
Desde Galaxxia apostamos por modos de hacer cooperativos, solidarios y de apoyo mutuo que nos permitan desarrollarnos colectivamente y posibilitar mejores condiciones laborales y de vida porque, básicamente, casi todos los proyectos culturales y compañeres estamos en la mierda. No es una noción naíf, es una herramienta de transformación política que, en el caso de Galaxxia, entre otros, se refleja en el carácter open source de prácticamente todos sus materiales.
En cualquier caso, proponer modos de hacer no-normativos no siempre es fácil, hay que navegar bastantes contradicciones, cuesta ubicarse en los grises… hay un meme de Choyarchischa que refleja muy bien esta cuestión: ser comuna hippie o ejecutivos agresivos, a veces, that is the question.
¿Qué paradigmas pensáis que han cambiado respecto a la identidad individual y cómo creéis que eso nos afecta como generación?
Contextualizando internacionalmente, venimos de una hegemonía social representada por los boomers y los yuppies, dos culturas cuya humanidad giraba en torno a la idea del individuo exitoso, a la ilusión de la prosperidad canalizada por el consumismo, que finalmente explotó en la crisis financiera de 2007 por falta de regulaciones financieras adecuadas. Surprise not surprise. Consecuentemente, la siguiente generación, la millennial, es la que más ha sufrido sus efectos, enfrentándose a un mercado laboral precario y una situación económica difícil arrastrada de dicha crisis y ahora acentuada por la pandemia del Covid-19.
La identidad de nuestra generación tiene un tinte más colectivo. Sí somos la generación de cristal, pero no por frágiles, sino porque lo que sentimos, pensamos y manifestamos es transparente y punza, molesta, a las narrativas dominantes que promueven los sentimientos depresivos y de culpa individual a la vez que la opacidad de las cuestiones materiales, socio-económicas. El malestar está en alza, pero la capacidad de organización y acción colectiva, también. Nos buscaban resilientes y nos han encontrado resistentes.
¿Qué otorga esa perspectiva feminista a la ética de cuidados en torno a las prácticas profesionales de la escena cultural?
Somos bastante reticentes a llamar cuidados a lo que realmente es practicar y reclamar derechos laborales básicos en nuestras relaciones profesionales.
Por el momento, preferimos diferenciarlo porque nos hemos encontrado con muchas entidades contratantes que desvirtúan términos y llegan a llamar cuidados a lo que simple y llanamente es remunerar un trabajo cumpliendo con las condiciones contractuales.
Aunque interseccionen, como todavía no hemos alcanzado la utopía feminista en la que los cuidados se valoran y comparten, pensamos que es peligroso feminizar ciertas cuestiones porque nos arriesgamos a únicamente exigir su aplicación (y, sino, demonizar) a las de siempre: las mujeres y disidencias trabajadoras y pobres.
En cualquier caso, el feminismo de clase nos ha enseñado a encarnar y a luchar contra la discriminación social y la explotación económica que enfrentan muchas comunidades vulnerabilizadas tanto en la vida cotidiana como en el mercado laboral.
En la medida de nuestras posibilidades, a través de Galaxxia intentamos generar vínculos laborales transparentes y espacios de expresión que sistémicamente nos han sido negados. Quizá la ética del cuidado para nosotres esté aquí: en la importancia de lo relacional, de la escucha activa, del reconocimiento de los privilegios, de la interseccionalidad… todo en pos de generar espacios donde estas comunidades podamos alzar nuestros lenguajes y prácticas culturales con menos angustia y más celebración
No hace mucho habéis empezado con el podcast Cultura con acento, ¿podéis explicarnos sobre esta iniciativa?
Cultura con acento es un podcast dedicado a explorar el territorio español en busca de proyectos culturales impulsados por jóvenes y a ser altavoz para sus diversos imaginarios y acentos. Nos gusta decir que, a través de la radio, recortamos kilómetros e incitamos conversaciones improbables entre proyectos igual de chulísimos que, aunque bastante alejados territorial y prácticamente, tienen más en común de lo que podría parecer en un principio. Cada programa se compone de un par de paisajes sonoros sobre la cotidianidad de les invitades, algunas canciones que también se relacionan conceptualmente con su trabajo, y un ratito de tertulia en el que expandimos conceptos clave para Galaxxia: fiesta, vulnerabilidad, apoyo mutuo…
La propuesta de este programa partió de Ángel Aranda —coordinador de La Casa Encendida Radio—, que fue uno de los entes con quienes nos reunimos durante Gravedad13. Nos gusta señalarlo porque no nos parece anecdótico que una de las primeras (y pocas) personas que verdaderamente se comprometió a apoyar a Galaxxia y, por ende, a otros proyectos culturales jóvenes, precisamente fuese un trabajador cultural de 26 años, manchego y con conciencia de que, desde su posición, puede dar paso a propuestas emergentes y frescas, por lo general ninguneadas.
Además de apoyar y servir como altavoz de proyectos culturales de otras comunidades, ¿Cultura con acento también sirve para visibilizar todos los acentos de aquí?
Estamos en proceso, sí. En esta primera temporada hemos entrevistado a proyectos culturales ubicados en unas doce provincias distintas. La intención con la siguiente temporada es hacer lo mismo con otras doce y, así, ojalá, hasta cubrir cincuenta y dos.
Esto tiene que ver con el objetivo firme de descentralizar la cultura y de problematizar la idea de ‘la España vacía’. Por un lado, la cultura y los apoyos que recibe no debería estar concentrada únicamente en las grandes capitales como Madrid o Barcelona, sino que debería ser fomentada y accesible en todo el territorio del país. Por otro, en ‘la España vaciada’ suceden muchas cosas, lo que pasa es que no reciben los apoyos suficientes, ni la visibilidad que merecen, debido a que no cuadran con las políticas urbano-centradas que rigen nuestras vidas.
No hace mucho, un anuncio de una famosa cerveza se hizo viral, entre otras cosas, por varias de sus afirmaciones como “el acento nos marca, nos influye, nos inspira”. ¿Qué pensáis al respecto? Desde luego es un sello de identidad.
Se hizo tan famoso que a nosotrxs (que somos muy madrileñxs para la cerveza) nos dieron hasta ganas de consumir esa marca… We were influenced, (risas).
La diversidad de acentos aquí es una cuestión esencial porque refleja la riqueza cultural y lingüística y, a la vez, la diversidad de sus regiones y su historia. Pero también es una cuestión política porque históricamente se ha promovido el llamado castellano ‘neutro’, discriminando a los demás, ya sean autóctonos o migrantes. Es fundamental reclamar y construir una identidad cultural heterogénea que refleje a todas las personas que, desde siempre, hemos coexistido en este territorio. Desde Galaxxia hemos encontrado en la radio el medio de expresión idóneo para sumar a esta cuestión.
¿Ahora mismo tenéis algún proyecto futuro en el que estéis trabajando? ¿Tal vez alguna iniciativa más para el podcast?
Por un lado, estamos empezando a plantear la nueva temporada de Cultura con acento, así que, si sois y/o conocéis a proyectos culturales impulsados por jóvenes y que no estén ubicados en Barcelona o Madrid, ¡contactadnos! Nuestro email es hello@nadacolectivo.com. También nos encantaría poder grabar algún episodio en otros lugares, contar con público asistente…
Por otro, estamos muy contentes de anunciar que vamos a formar parte del comité del IX Encuentro Cultura y Ciudadanía, un programa del Ministerio de Cultura y Deporte que tiene como objetivo posibilitar diálogos entre ciudadanía, creadores y responsables políticos, para reflexionar y debatir sobre cómo la cultura puede contribuir a mejorar la vida y la sociedad. Este año se desarrollará a mediados de octubre en Valladolid, tratará sobre la “liminalidad” y contará con invitados europeos. Esto nos pone especialmente contentas porque sentimos que es uno de los resultados lógicos de un arduo posicionamiento de años y de un proceso tan pertinente como Gravedad13, pero, sobre todo, porque esta apuesta por la inclusión de nuevas generaciones en espacios de toma de decisiones nos va a permitir programar a trabajadores jóvenes y sus iniciativas culturales a la escala notoria que merecen.
Esperamos que surjan otras cosillas entremedias… todo lo que vamos haciendo lo publicamos en nuestra cuenta de Instagram.