“Todas dicen que les ha cambiado la vida y a mí eso me parece verdaderamente emocionante, porque se crea en el cine, como acto de transformación, de cura, de colectividad, de compartir”, nos cuenta Ainhoa refiriéndose a las mujeres que conforman su primer largometraje, Destello bravío. Y es que este filme hipnótico ha recibido tanto la alabanza de la crítica como la de las no-actrices que la protagonizan, opinión que, según la autora, era la que más le importaba. Hoy llega al cine, y desde aquí os decimos que merece mucho la pena.
Esta ópera prima nos sumerge en un pequeño pueblo extremeño para hablarnos de placer femenino, de catarsis interiores, de una España rural vaciada y del fin. 98 minutos de imágenes magnéticas y sonidos estimulantes, donde hay sitio para el humor pero también para la pena, un viaje que desconcierta y emociona por partes iguales. Tenemos la suerte que Ainhoa Rodríguez ama hacer cine y contar historias con ese lenguaje suyo tan único y particular.
Primero de todo darte la enhorabuena por el largometraje y por la buena acogida que ha tenido. ¿Cómo nace Destello bravío?
¡Muchas gracias! Destello bravío nace de una pulsión emocional, que es la necesidad que tengo de trabajar con actrices y actores naturales de mi tierra, de un pequeño pueblo, y con ese estímulo que me da el juego de trabajar con actrices y mezclar la locura de la fantasía con su verdad y sus historias vitales. Y luego, por otro lado, soy docente de lenguaje fílmico y trabajo con muchos colectivos, entre ellos mujeres de áreas rurales donde analizamos los elementos de lenguaje fílmico básicos y vemos cómo se nos ha narrado, cómo se nos ha mirado a la mujer en el cine. A raíz de ahí empieza Destello bravío, empiezo el proyecto haciendo esta serie de laboratorios que se llama Cine, mujer y miradas no normativas de la Tierra de Barros con un grupo de mujeres, que además son las que me introducen en el pueblo.
Cuéntanos cómo fue esa estancia. Fue también cuando conociste a las protagonistas de Destello bravío, ¿no?
Me fui sola, pero desde el día que llegué que me colaba en las casas de las vecinas. Había una cierta suspicacia, pero sobre todo por no querer molestarme más de la cuenta, les costaba creer que quería hacer este proyecto en su pueblo y con ellos. Decían, “¿pero cómo va a hacer esta mujer una película en nuestro pueblo?”, se creían que iba a traer los actores de Madrid y que les iba a poner a ellos de fondo. Hay como cierto sentimiento de inferioridad, provocado de alguna manera por ese abandono de la España rural y por no tratarlo como se debería a veces.
¿Todas las no-actrices son de Puebla de la Reina?
No todas, porque como podrás imaginar, para la construcción del ser humano que va a estar delante de la cámara necesitaba mucho trabajo, hicimos unos castings multitudinarios de los pueblos de alrededores, así que todas son actrices y actores de la zona.
¿Por qué te interesaba trabajar con personas no profesionales de la interpretación?
Por un primer impulso, muy concreto, que viene de mis trabajos anteriores, y es que cualquier locura que se me ocurra ellos la filtran con la absoluta coherencia de sus personas. Ese impulso ya me estimula y me hace mucha gracia. Además, ya hace tiempo que tenía la pulsión de hacer algo más ambicioso, y ahí me embarqué. Y es una maravilla porque tienes enfrente la materia más asombrosa, más frágil, y más conmovedora que puede tener una autora que son sus vidas, sus experiencias vitales, sus anhelos, sus deseos, sus contradicciones, sus voces, sus cuerpos, sus caras. La mejor de las arcillas para moldear.
¿Había un guión que ellos se aprendían o cómo trabajabais con la construcción del personaje?
Había un guión pero para mí, no para ellos. Por norma general, cuando trabajas con actrices profesionales, el viaje lo hacen ellas hacia ti, hacia el personaje que tú has configurado, que tienes en mente, adelgazan, engordan, se estiran hacia un lado hacia otro hasta que el vestido les quede como un guante. En el caso de las actrices naturales el viaje lo haces tú hacia ellas para adaptar el vestido hasta que le quede absolutamente como un guante, sentir que ese vestido les ha pertenecido toda la vida.
Entonces, ¿eran personajes ficcionados o se representaban a ellas mismas?
Para mí es la representación de un ser humano bello hacia la cámara, son ellas. Son ellas porque tardamos en la construcción de ellas mismas precisamente por eso, porque tardamos hasta que se sintieran ellas, entonces, son ellas. A lo mejor con algunas cosas diferentes, pero siempre es su vida, sus experiencias. Por ejemplo, Cita es ella, es ella en un matrimonio en particular, pero ella ha vivido matrimonios, y todo lo que dice, siente y padece sale de ella misma.
¿Cómo fue el proceso de trabajo? Tanto el tuyo como el de todo el equipo con el pueblo.
Primero me fui a vivir yo sola, y luego, al poco tiempo, llegó la jefa de producción, Ruby Aveldaño, un apoyo sustancial desde el principio hasta el final para mí, otra que tiene también tiene un vínculo muy profundo con el pueblo. Porque la clave de todo esto es que tanto yo, como todo mi equipo, creamos un vínculo de confianza que sabíamos que era esencial para hacer esta película. Se desarrollaron amistades muy intensas, y a cualquier necesidad el pueblo se volcaba, te metías en sus casas, cogías las llaves de un coche para probar en una localización, etc. Para el pueblo ya éramos familia, y eso era esencial, ese vínculo de confianza mutua. Luego llego a vivir Laura, (Laura García-Serrano, directora artística) que también fue esencial, y también trabajó sobre los elementos que encontraba por las casas.
Tenías muy claro que el vínculo con las vecinas tenía que ser este, ¿no?
Claro, si yo las hubiera tenido en una burbujita encerradas y sin conocerme a penas, ni tampoco al equipo, esto no se hubiera dado, hubiera sido otra cosa. Y además, para mí era esencial algo: no tener ni una gota de condescendencia maternal o paternal con ellas, es decir, ellas tenían que ser la mejor representación en el mundo de ellas mismas, de aquello que debíamos representar. Y por lo tanto, ningún actor, por muchos premios que tuviera, podría hacerlo mejor que ellas. Lo tenía clarísimo y sigo convencida a día de hoy.
Uno de los temas principales que ocupa Destello bravío es la España vaciada, la desaparición de la España rural, ¿por qué decides abordar este tema en concreto?
Por un lado, hay una clara conexión emocional, que es la búsqueda de raíces, es algo inexplicable que nos pasa a los humanos. Es evidente que, cuando haces un viaje de esas características tan complejo, tan delicado, tiene una pasión y una fuerza emocional, ¿no? Por otro lado, creo mucho en hacer cine de celo personal, de celo local, de celo genuino, con un acento, creo mucho en la protección de las culturas regionales, porque es la forma de hacernos universales. De hecho, esta película está viajando y yendo a festivales maravillosos e importantísimos, esa es la prueba. Y es una película pequeña, es una película con cierta complejidad, porque tienes que perder prejuicios y vivir el viaje emocional.
Y luego, es que te voy a decir una cosa, el tema de la España vaciada lo viví ahí. Es que puse los pies y desde el primer momento estaba el mantra este de ‘esto ya no es lo que era’, ‘si hubieras conocido mi pueblo hace unos años’, era claro que estaba herido de muerte y esa resignación y esa frustración también estaba entre la gente, y no podía mirar hacia otro lado, tenía que reflejarlo. Me lo encontré de lleno y fue uno de los temas que abordé pero que no estaba previamente establecido.
Los códigos que construyen la realidad de Destello bravío son muy peculiares, muy estimulantes, ¿cómo surge el acercamiento a este lenguaje entre lo documental y lo fantasioso, a este realismo mágico?
Con naturalidad, con intuición y con libertad. Me preguntaban: “¿Te resulta difícil pivotar entre la reinvención de la realidad y el documental?” Y mira, no. Es que es lo más fácil. Todo es muy complejo, pero lo más fácil es poder tener libertad para elegir las herramientas que mejor te sirvan para contar y llegar al objetivo como autora. Esta cosa del purismo no va conmigo, y de los corsés ya ni te cuento. Escogí la herramienta que me fuera mejor en cada momento, pero para que simplemente fueran seres humanos delante de la pantalla y que les rodeara un universo de creación propia, entre todos los autores que conformamos esta película, ellos también lo son de alguna manera. Entonces no distingo. Y luego, es que es su propia vida, tú ves su cotidianidad, incluso abúlica, pero también ves momentos surrealistas, apasionantes, impactantes, que suceden. Y, por otro lado, está todo este tema que hablamos de realismo mágico, de la necesidad de fabulación de los pueblos, que fue de alguna manera la semilla primigenia de la narración: es esta intuición de que yo tengo una conexión absoluta con la infancia. Para mí hacer cine me conecta con la infancia, y creo que los campesinos de Tierra de Barros también tienen esa necesidad de fabular y de soñar. Lo hallé en ellas y en ellos. Y también están las creencias religiosas, que no olvidemos que también son fabulación.
Hablemos del sonido, que tiene muchísimo protagonismo. El crítico de cine Jordi Costa dijo que era como un volcán en erupción. El sonido que te tiene en constante suspense, explosiones de volumen como si fueran explosiones de placer… ¿Por qué querías jugar con este aspecto en concreto?
Para mí, el cine es un arte audiovisual, y el sonido esta a la misma altura que la imagen, incluso el sonido de fuera de campo es esencial para construir una película. No lo entiendo de otra manera, desde hace muchos años. Por otro lado, el sonido está construido en suspense porque todo se precipita hacia el fin, el fin de un tipo de vida tradicional, unas tradiciones, un pueblo que se aferra a ellas, y lo hace al fin en un sentido existencial de la muerte, del fin, de la nada, del destello bravío que nos va a borrar del mapa para siempre, y nos va a hacer perder la memoria, que es lo peor de todo. Entonces, ese sonido forma parte de esa construcción de suspense que es el fin, y esa fuerza que está bajo la tierra que tiene que ver con la pulsión de la fábula. Como si bajo la tierra hubiera el corazón de la creación, y está todo el rato a punto de estallar, y hay momentos en los que se logra atravesar la tierra y explotar. Y también tiene que ver con el deseo femenino y el placer femenino, que es radical, y que atraviesa toda la película.
Como por ejemplo, el momento de éxtasis que surge en la merienda de las bravías.
Sí, yo viví muchas meriendas con ellas y las conozco bastante bien. Esa era su cotidianidad, la presidenta de la asociación de mujeres que dice: “Tú eres el bocal y yo la presidenta aquí se hace lo que yo diga con ayuda vuestra.” Esa frase que aparece en off en la película, pero está en la discusión, es esencial, lo que marca ese grupo de mujeres. Son, en gran parte, las que están en el taller de mujeres que yo imparto y que son mi vínculo con el pueblo, y son amigas y son compañeras de este proyecto vital. Yo las miraba todo el rato y me las imaginaba en este proceso de autoliberación, tenía esa pulsión perversa de verlas ahí, y poco a poco lo fuimos generando.
En cuanto a la peculiar estructura temporal que rige la película, ¿hay un motivo, una intención, surgió durante el montaje?
Admiro a los cineastas que manejan bien las estructuras temporales, y para mí era un estímulo y un ejercicio pivotando siempre la elipsis. Casi se construye más sobre lo que no pasa que sobre lo que pasa, la apuesta por la elipsis es absolutamente radical. Y me parece mucho más interesante y mucho más estimulante narrarlo en no linealidad que en linealidad. Además que la estructura de esta película está contada en espiral, y te digo por qué, porque al final son días con su noche, días con su noche, durante una cotidianidad en un pueblo, pero va rondando cada vez más en el corazón de la fábula y sale a la luz, la catarsis sucede mucho antes de lo que suceden en un relato clásico, que suceden al final del segundo acto. Y, en este caso, después de la catarsis todo vuelve a empezar y llega otra vez la relajación y se vuelve a su rutina, pero a estas mujeres algo les ha cambiado. Habla de que hay posibilidad de cambio interior y luego exterior, pero también habla de cómo has vivido un cambio pero te vuelven a arrastrar otra vez a tu vida, a tu cotidianidad, la película también cuenta eso. Por lo que la estructura esta elegida con toda la intención. Y es curioso porque va en paralelo a lo que ellas narran como seres humanos, dicen que todo este proceso, desde que llegué, desde que empezamos los talleres, y que todo ese estímulo, el rodaje y todo lo que vino después, les ha cambiado la vida, que siguen siendo por fuera las mismas, que hacen sus cosas de la casa del hogar, pero que por dentro son otras, y es tan maravilloso escucharlas. Todas dicen que les ha cambiado la vida y a mí eso me parece verdaderamente emocionante, porque se crea en el cine, como acto de transformación, de cura, de colectividad, de compartir.
No podemos acabar esta conversación sin hablar del póster de la película, que por lo que creo está lleno de significados ocultos, ¿nos los desvelas?
Como creadora obsesiva que soy (risas) he estado pendiente de todos los ámbitos, porque me parece que todo es una extensión de la propia película. Este póster lo creó maravillosamente Santiago Cubides, que es un pintor maravilloso cubano amigo de mi familia y mío, y luego lo montó mi prima Beatriz Riber. El proceso de creación de esa mujer que aparece en el póster y todo lo demás, lo fuimos creando Santiago y yo en la distancia, en el sentido de que yo le iba diciendo la simbología que yo quería y él lo iba haciendo realidad. El póster es una mujer cabreada porque está hasta las narices, digamos que es un paso más en la película, a un lado tiene el dulce de la flor, que es básico y esencial porque es un dulce extremeño, y que en la película tiene un poder liberador, y al otro lado tiene un cigarro, porque las mujeres de mis películas fuman y fuman mucho y se emborrachan y tienen esa transgresión de lo que socialmente tiene que ser una mujer. Y el humo le sale por la nariz, algo como más masculinizado en el imaginario colectivo, y encima tiene su collar de perlas, que sabemos que es importante para la narración, y tiene las marcas del ave de la perdiz porque el perdigón, encerrado en su jaula (todos los animales en esta película, están también encerrados, no solamente los seres humanos, y en mayor medida las mujeres) y encima de ella, ha salido el perdigón de la jaula, de alguna manera lo ha liberado, y dentro de la jaula la llama divina encerradita. Y yo creo que ella se tragó la llave (risas).
Ahora lo que toca es disfrutar de tu obra y después, ¿volver a empezar otra película o qué planes tienes?
Me va la marcha, así que estoy deseando hacer la siguiente ya. Sería muy feliz, vamos a ver si lo logramos de la forma que a mí me gustaría.