¿Quién le hubiese dicho a ese Alejandría chiquitín que décadas más tarde estaría haciendo lo que ahora? A menudo, cuando se nace disidente, el miedo al qué dirán lleva a tapar nociones propias que no se exploran, que no se dicen, que terminan encerradas en un silencio carcelario. Tal vez por ello, con la inquietud de quien ha perdido el miedo, ahora estamos ante un artista multidisciplinar que lo mismo te crea una performance, que la transforma en un único proyecto en formato LP o que crea un espacio seguro donde haya de todo menos silencio.
“Supongo que el principal rasgo que me diferencia de ese Alejandría de entonces es la completa pérdida de fe en el ser humano”, nos dice ya al principio de la entrevista. No obstante, si algo me ha enseñado releer sus palabras es que más que falta de fe, lo que hay es esa conversación: diálogo entre las experiencias pasadas y las expectativas de futuro. No sabría cómo interpretarlo –eso es cosa vuestra–, pero la sensación con la que se queda una es de haber topado con una persona que tiene muy claro quién es, quién quiere ser y, sobre todo, en qué mundo quiere estar. Se asocia su nombre con polémica, pero quien lo hace solo confirma lo que él mismo explica, “la sexualidad debe ser liberadora, una forma más de expresarse con creatividad y un vehículo para conectar con algo más grande que nosotros mismos”.
Alejandría, las cosas han cambiado mucho desde ese junio de 2018 en el que te entrevistamos. ¿Qué dirías que es el principal rasgo que diferencia a ese Alejandría de entonces con el que nos encontramos ahora en 2022?
¡Wow, menudo viaje! Han sido 4 años muy intensos que han cambiado completamente mi forma de relacionarme con el mundo. Todo lo que me ha sucedido en este periodo de tiempo me ha obligado a reubicarme como persona y como artista. He atravesado una temporada de cambios, de mucha incertidumbre, de retroceder pasos y sigo un poco mareado por los tambaleos a los que me he enfrentado. Mi entorno ha cambiado radicalmente y he aprovechado este giro de guion para reinventarme.
Ahora tengo mucho más claro lo que quiero aportar como director creativo y tengo todo el foco puesto en ello. Durante un tiempo perdí completamente la motivación por continuar con mi carrera artística.
He tenido que lidiar constantemente con la frustración de trabajar en un sector vampírico y precarizado, y siento que después de 10 años de carrera he vuelto a empezar de cero, pero con más cansancio y con la constante sensación de que el mundo se va a la mierda. Supongo que el principal rasgo que me diferencia de ese Alejandría de entonces es la completa pérdida de fe en el ser humano.
Algo con lo que me gustaría empezar la entrevista en sí sería ese texto a modo de comunicado que lanzaste en Instagram a principios de 2021: “La competitividad y la economía del like me han hecho perder de vista el sentido de mi profesión. Por ello me voy a tomar un retiro temporal en redes mientras me encuentro de nuevo como artista”. ¿Cuál dirías que fue el detonador de una decisión como esta?
Con las redes sociales me dejé llevar. Fue tentador y divertido sucumbir a la seducción de las dinámicas propias de Instagram que favorecen la sobreexposición y reclaman cierto tipo de contenido. Con el tiempo me di cuenta de que tanto mi producción artística como mi autoestima estaban siendo monitorizadas por los algoritmos, llegando hasta el punto de verme dedicando mi rutina a generar contenido con el único objetivo de ‘gustar’ con la idea de que en las redes estaba la clave del éxito.
Mi relación con la fotografía se ha visto tremendamente perjudicada, por ello provocando que me haya desvinculado por completo del medio al concluir mi investigación fotográfica con la publicación del libro Comer techo, bailar techo: retratos de una generación desechable en la década de los 2010. Tras ese impasse, tomé la decisión de deshacerme de todo aquello de mi trabajo que no me representa o que siento que ha caducado, para pasar a potenciar lo que más me conecta con la vida: el directo, lo que sucede cuando el espectador vive mis shows, fiestas o DJ sets.
Me declaro retractor absoluto de la deriva social que parece desembocar en algo parecido a la película El congreso. Me preocupa enormemente el esfuerzo empresarial por construir un Metaverso en el que abandonarnos. Igual es miedo a lo desconocido y puede que en el Metaverso encontremos la verdadera liberación, pero la ciencia ficción nos ha dado pistas de lo que se viene y yo soy un firme defensor de la necesidad de un Segundo Verano del Amor que nos reconecte como comunidad en vínculo con la naturaleza.
¿Son las redes sociales un arma de doble filo para lxs creadores de contenido?
Me encuentro en constante negociación conmigo mismo sobre el nivel de implicación temporal y emocional que tengo con las redes. Obviamente como creador, DJ y promotor necesito estar presente en los medios de comunicación para hacer llegar mi trabajo al público y publicitar los espectáculos. Por ello, después de mi apagón retomé mi perfil, pero esta vez desde un interés únicamente laboral. Ahora procuro no dejarme guiar por la economía del like o los ritmos de Instagram. He perdido engagement y seguidores por no publicar selfies o fotografías eróticas, pero estoy mucho más cómodo y me reconozco más en mi perfil actual. Supongo que ha concluido mi slut era (risas).
Si por mí fuese, desaparecería totalmente de las redes, pero desgraciadamente hoy en día un artista no existe si su contenido no circula online. Mis shows deben servirse de las plataformas para los que han sido concebidos: teatros, festivales, museos y discotecas.
Por otro lado, ¿te has podido encontrar como artista?
David Bowie dijo que, si un artista se encuentra, es un reflejo de que algo ha hecho mal. En la creación artística debe haber una tensión constante que te enfrente a ti mismo contra el mundo. Cada vez me interesa menos el arte ‘manso’. Cuando voy a exposiciones me sorprende ver tanto arte contemporáneo que no me remueve. El arte debe desplazar al espectador, pero para ello el artista tiene que amalgamar una batalla dentro. El reto de un artista es también encontrar un lenguaje propio a través del cual desarrollar piezas y eso sí que creo haberlo encontrado a través de la fusión de música y performance. Mi trabajo es un puente de doble dirección entre el arte y la noche. La cultura DJ y lo teatral convergen tanto en mis piezas como en mi club El Puñal Dorao. Mi lugar está en la frontera entre la discoteca y el museo. Un intersticio en el que me puedo permitir muchos caprichos trabajando desde la libre autonomía de no comprometerme con ninguna escena.
“He tenido que lidiar constantemente con la frustración de trabajar en un sector vampírico y precarizado, y siento que después de 10 años de carrera he vuelto a empezar de cero, pero con más cansancio y con la constante sensación de que el mundo se va a la mierda.”
Hablando de El Puñal Dorao, tengo entendido que llevas organizando galas desde 2016, ¿no?
El Puñal Dorao es mi orgullo. Es un proyecto que ha sido muy bien acogido y deseado por muchas personas que hemos visto cómo en 2017 la noche de Madrid había derivado hacia algo oscuro, violento y masculino con la ‘invasión’ del trap. Desde el underground, muchos colectivos queer comenzamos a programar nuestras propias fiestas al habernos quedado sin espacios seguros, y 5 años después, estas propuestas autogestionadas se han convertido en el tesoro de la escena club actual.
Con El Puñal Dorao queremos aportar fantasía y luz en un mundo de incertidumbres. Somos un club de música electrónica que luchamos por sobrevivir en una industria donde la calidad e innovación no son necesariamente sinónimo de éxito, más bien lo contrario. Con mucho amor y esfuerzo conseguimos apoyar y bookear a artistas LGTBIQ+ y aliadxs que poco a poco van perfilándose como referentes de nuestra generación. Por El Puñal han pasado artistas como Jovendelaperla, Sansanonasnas, Mutabase, La Dani, AL-V, Laskaar, Samantha Hudson, Rebel Bunnie, Medasawa, Igor Dewe, Larvba, Javiera Mena, Cori Matius, Chema Díaz, Roi Porto, Silvia Susuki, Kamala, Tyler Matthew Oyer, Juguete, Satanasa, Férula de Descarga, Orojondo, Elena Barker, Rocío, Alviker, Rev Silver, Engalanan y más. Una generación que juega y experimenta con la música y la identidad.
¿Podrías hablarme un poquito más de ello?
Con la pandemia vimos peligrar el proyecto, pero estos 2 últimos años hemos resurgido con fuerza, a pesar de la precarización obscena de la cultura club, gracias únicamente al apoyo de un público fiel que aporta una energía preciosa en cada evento. El año pasado celebramos la primera edición del festival El Puñal Sessions con artistas internacionales como Tami T, Namasenda, Ascendant Vierge y Daisy Mortem; y ahora estamos exportando el club programando fiestas en Bilbao, A Coruña y próximamente Valencia y Barcelona. Para mí es todo un orgullo crecer como programador y DJ al lado de artistas que respeto mucho y amo como Berenice, Toccororo, Onyx, HB, Euskoprincess, entre otros; y obvio mi Cachorro, coproductor de El Puñal Dorao. También estoy muy agradecido a los otros clubs que siento como hermanas y que me han apoyado en mi carrera como DJ como son Culpa, Valle Eléctrico, N1ghtn01se, Synthetika o Leña.
El año pasado presentaste Cruising y K-hole, dos performances que ahora toman forma de LP. ¿Cómo es el proceso de transformar una obra pensada para el directo en formato únicamente de escucha? ¿Presenta algún tipo de diálogo interno? ¿Qué transformaciones dirías que comportan?
Con la cuarentena tuve el tiempo necesario para empezar a hacer los deberes que el frenetismo prepandemia no me había permitido hacer. Las performances de La trilogía de la noche (After, Cruising y K-hole) tienen por columna vertebral, tanto conceptual como escénica, a la figura del DJ como arquetipo de nuestra generación.
Mi trabajo actual, ahora que los tres shows se han estrenado, es terminar de producir los DJ sets que toco en los directos para sacarlos en formato LP. Mi intención con esto es poder crear piezas audiovisuales a modo videoclips, de tal modo que las performances tengan vida fuera del teatro. Realizar una producción escénica conlleva muchísimo esfuerzo y tengo muy pocos bolos al año, por lo que busco nuevos formatos para que el imaginario y el discurso de las performances llegue más fácilmente al público. Transformar las obras escénicas en un LP me está resultado extremamente placentero y natural.
Mi manera de producir música viene desde lo visual. Las canciones construyen escenas, pero en lugar de suceder en el teatro, ocurren en la mente. Las canciones son muy cinematográficas, y en el caso de la producción del LP de K-hole, en el cual me encuentro inmerso, trato de imaginar la electrónica que se bailaría en una rave en un País de Nunca Jamás apocalíptico devastado por la Crisis Climática. Un buen ejemplo de ello es mi próximo single Neverland Symphony.
Al respecto del tema transformaciones, me llama la atención la diferencia estética entre el proyecto en vivo (el cual observo más sucio y a lo Lux Aeterna de Gaspar Noé) frente al concepto del LP (más pulcro y organizado). ¿Tú qué opinas?
Mi manera de trabajar la composición escénica es usando directamente el teatro como territorio de experimentación, moldeando el cuerpo de les performers como materia prima. Por ello ninguna función se parece a la anterior, sino que van evolucionando y creciendo conmigo. Con la producción musical es distinto. Llevo un par de años encerrado yo solo en un estudio trabajando en canciones que tardarán en ver la luz, aunque aprovecho mis DJ sets para ir testeándolas. Con cada canción puedo estar meses probando sonidos, haciendo y deshaciendo constantemente. Pero al igual que en la composición de las performances, trabajo desde el cruce de referentes, realizando collages visuales y sonoros y permitiéndome siempre caprichos.
En un futuro cercano me gustaría tener los medios para hacer el proceso inverso: encerrarme durante meses con un equipo de performers y técnicos en una sala de ensayos a experimentar, hacer y deshacer hasta pulir una obra que me ponga los pelos de punta.
Hace relativamente poco leí un texto de Paul B. Preciado donde decía lo siguiente: “El sexo, la excitación, la demanda de la erección y eyaculación existen en el centro mismo de la esfera pública y la producción capitalista. (…) De este modo: el trabajo es sexo”. Me parece que concuerda bastante con el mensaje que lanzas desde Cruising, K-hole o incluso desde tu último sencillo, Flor de Hinojo. ¿Hasta qué punto el sexo disidente, la sexualidad no cisheterosexual, condiciona o transforma su esfera laboral?
Siempre me ha fascinado cómo la sociedad se mueve por un impulso que a su vez intenta esconder y limitar. La sexualidad forma parte de mi cuerpo teórico a la hora de componer las performances, ya que siento que la noche es el escenario donde la subjetividad se puede permitir escapar del control social y liberarse en muchos aspectos. Especialmente en los espacios de celebración queer hay un abanico inclasificable de modos de entenderse a una misma, para consigo y en relación con el otro. Con mis performances trato de traducir ese imaginario a un lenguaje escénico.
En Cruising hablo específicamente de los espacios naturales como lugares de celebración de ritos espirituales a través del sexo. Las orgías en bosques son resquicios de ceremonias paganas de veneración a la Madre Tierra y el Dios Cornudo. La canción Flor de Hinojo habla de la caza de brujas de la Inquisición. Esas brujas que quemaron en la hoguera fueron mujeres y personas disidentes empoderadas que suponían una amenaza al status quo que se quería implantar, y somos herederos de eso. Puedo entender lo que dice Paul, pero a mí me gusta vivir el sexo como un vehículo hacia la espiritualidad. El trabajo nos esclaviza, nos amarra, nos pone los pies en la tierra; la sexualidad debe ser liberadora, una forma más de expresarse con creatividad y un vehículo para conectar con algo más grande que nosotros mismos.
Entiendo. A su vez, es curioso como la idea o la teorización en torno a la sexualidad desde un punto de vista no tradicional deba pasar por un interrogatorio a aquellas personas que se identifican como disidentes. Por ejemplo, Samantha Hudson dijo en una entrevista hace unos meses que solo le llamaban para hablar de lo no binario en vez de su trabajo. ¿Hasta qué punto se ha vuelto la disidencia algo casi pornográfico?
Quiero creer que hay buenas intenciones y mucha curiosidad detrás de este fenómeno. El término non-binary es prácticamente nuevo en nuestro vocabulario. Yo ya hablaba de ello con mis amigxs hace años antes de que se conceptualizase sobre ello en España. Primero está la calle y luego viene La Academia. Es natural que algo que rompe tanto con lo establecido genere revuelo e interés. En el caso de Samantha Hudson es necesario entender que ella es un Gran Personaje con mayúsculas, que además tiene el añadido de ser una pedazo de artista con un discurso muy bien construido y sabe muy bien cómo comunicarlo. Yo la admiro mucho y me encanta lo que hace, pero entiendo que el interés que provoca de primeras no tiene que ver con su música, sino con su forma de poner en jaque la normatividad. Si eres un referente nacional del no binarismo, obvio que te preguntarán por ello constantemente. Samantha ha sido un faro de luz para mucha gente y es importante que siga iluminándonos.
Otra cosa distinta es entender cómo funciona el capitalismo en la cultura y su forma perversa de fagocitar discursos de la disidencia para incorporarlos en su mecanismo de producción y convertirlos en productos de consumo. Una noche, Bruce Labruce me dijo que “lo queer es el nuevo punk”, y me advirtió que tarde o temprano iba a suceder lo mismo.
El capitalismo tiene la destreza de convertir movimientos contraculturales en un total-look de H&M. Los ritmos de la sociedad de consumo son cada vez más rápidos y antes de que lleguemos a entender socialmente qué es la disidencia sexual, ya forma parte del mainstream desactivando toda posibilidad de revolución.
Este año explicabas en redes sociales que llevas más de 10 años diagnosticado de VIH. Por desgracia, la visibilidad de esta enfermedad y su investigación está bastante minimizada. ¿Cómo es convivir con el estigma que sigue despertando hoy en día?
Aunque no se hable mucho de ello, la investigación sobre el VIH sigue su curso y estoy convencido de que llegará un momento en el que se encuentre una cura. Mientras tanto, a nivel médico se ha avanzado muchísimo con la llegada de la Prep a nuestras vidas y mientras hablamos, en España se está poniendo a prueba una posible vacuna con seronegativos voluntarios. Está claro que una de las cosas que hemos aprendido durante la pandemia del Covid es que, si a los gobiernos les interesa, se encuentran soluciones. Lo perverso es que todo depende de economías e ideologías. Hay que sospechar de todos los gobiernos y su danza de dragones.
En mi caso particular, yo he vivido el VIH como un segundo armario del que tuve que salir con muchos miedos, pero me siento muy orgulloso de haberlo hecho y más aún haciéndolo de una forma tan bonita a través de la película erótica que rodé con Noel Alejandro, Serodiscordantes. Vivir mi estado serológico con naturalidad ha provocado que mi salud mental mejore enormemente, porque el único estigma que me he tenido que deconstruir es el mío propio, el de los demás me importa más bien poco. Si hoy en día podemos estar seguros de poder proclamar que indetectable es igual a intransmisible; también podemos afirmar que estigma es igual a ignorancia.
En algunas entrevistas hablas del arte como algo terapéutico para ti. ¿De qué formas consideras que te ha ayudado?
El arte es la causa y solución a muchos de mis traumas. Podría decir que es una salvación por lo liberador que es trabajar, poniéndome a prueba creando piezas y jugando con todo aquello que me seduce: personas, técnicas, ideas. Mi profesión me la planteo como una forma de trascender en la vida, intentando aportar reflexiones a través de la música y la construcción de imágenes.
Ahora mismo estoy inmerso en la composición musical, pero la verdadera chicha de mi proyecto performativo está en el marco filosófico en el que me permito analizar quién soy yo en este mundo, de dónde viene mi herencia como sujeto queer y hacia qué lugares poder remar para encaminar el futuro. En mis piezas escénicas vuelco mis deseos y preocupaciones. Por ello, en esta última performance K-hole: un mal viaje a la laguna de las sirenas, conjugo la teoría queer con la consciencia ecológica. Debemos aprender a entendernos como parte de un ecosistema en el que nuestro cuerpo no termina con la piel, sino que somos un ente fluido que nos interconecta con nuestro contexto. Cuando entendamos esto, y solo así, respetaremos como sociedad la diversidad y el medioambiente.
Por último, ¿podrías decirme dónde podemos encontrarte próximamente?
¡Confío que en muchos lugares! De momento puedo confirmar que llevaré una adaptación escenográfica de la performance K-hole en la galería de Madrid Habitación Número y, obvio, ¡dándolo todo en las próximas ediciones de El Puñal Dorao, que vienen muchas!
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