Los ojos de Ana Enrich producen el mismo efecto que el mar Egeo en plena calma. Su mirada es limpia y de una suavidad que no solo enternece, sino que te hipnotiza. Es una mujer virtuosa que consigue todo lo que se propone, sobre todo porque su compromiso con ella misma y con los demás es excepcionalmente exigente.
En plena pandemia entró de lleno en el activismo social creando Period Spain, una asociación que en muy poco tiempo ha logrado cambiar la agenda política. Algo inaudito, especialmente si tenemos en cuenta que la causa que defiende concierne especialmente a personas invisibilizadas a las que ella no solamente ofrece apoyo, formación y soluciones, sino que reivindica sus carencias y necesidades.

España registra un veinte por ciento de pobreza sistémica en su población. Una situación que no parece que nadie quiera revertir seriamente. El sistema ha logrado naturalizar una realidad que no se combate con suficiente contundencia. Ana y un grupo de amigas se han propuesto un objetivo al que ninguna persona de buena voluntad puede negarse: facilitar a las personas más vulnerables productos de higiene menstrual de forma gratuita, como ya ocurre en algunos países. Simone Weil defendía que la acción es lo único que importa para cambiar las cosas. De forma intuitiva, Ana ocupa la misma posición que la filósofa. Ha pasado a la acción comprometiéndose con Period Spain, y en pocos meses sus deseos se han convertido por ahora en un acuerdo de Gobierno que reduce el IVA de todos los artículos de cuidado menstrual al cuatro por ciento por ser considerados de primera necesidad.
¿Qué motivos te impulsaron a crear Period Spain en plena pandemia?
En aquel momento era la subdirectora de la Fundación Ashoka, que se dedica a identificar a emprendedores sociales y que pone en marcha grandes soluciones a grandes problemas estructurales. Mi deformación profesional es observar mi entorno social y buscar soluciones innovadoras con gran capacidad de transformación.
Con la pandemia, nos hacen un ERTE y me quedo sin trabajar los viernes. Fue entonces cuando el padre Joan Badia, un cura carmelita de la parroquia Mare de Déu del Carme, nos dice a mi tía Clementina y a mí que necesita gente para dar respuesta a todas las peticiones que tiene. Recaudamos una cantidad importante y nos fuimos al Makro con una furgoneta. En la lista que me pasaron veo que hay desodorante, pasta de dientes, lejía… pero no compresas. Tras dudar un segundo, compré compresas y tampones, aunque no estuvieran en el presupuesto, y al llegar a la parroquia le expliqué al padre que a las mujeres les iba a ir muy bien. Me respondió que lo que había que comprar eran copas menstruales. Entonces pensé que si teníamos que repartir copas, antes debíamos hacer talleres de formación menstrual-sexual-reproductiva. Así que empecé a impartir esos talleres durante el confinamiento. Me encontré con mujeres en situación de vulnerabilidad extrema, inmigrantes sin papeles, que habían perdido sus trabajos, viviendo en habitaciones con compañeras, con unas relaciones con los hombres muy tóxicas e historias personales muy duras.
¿Cuál es tu historia personal con la menstruación?
A los 20 años empecé a tomar la pastilla anticonceptiva, aunque tenía mis dudas. Me puse a indagar por internet y descubrí a la que para mí es la pedagoga menstrual número uno en España: Erika Irusta, una chica vasca que se ha dedicado muchos años a estudiar la menstruación desde la antropología y la sociología. Creó una comunidad digital en la que comparte conocimiento e invita a otras mujeres a contar sus experiencias.
Fue una maravilla encontrarme con una narrativa en positivo de algo de lo que siempre me habían hablado en negativo. Me quedé tan fascinada que empecé a hablar en mi entorno sobre el tema. La primera reacción de mi madre fue decirme que no era tan interesante. A mí, en cambio, me abrió un universo de conocimiento ya que nadie me había hablado de ello. Yo tenía la regla en silencio. Pasé de eso a encontrarme un grupo de mujeres que la vivía en positivo. Son dos mundos paralelos.
Añado una tercera variable y es que hasta los 15 años no tuve mi primera menstruación; fui la última de mi curso. En el mundo de la agenda menstrual se dice que tu primera menstruación y tu primera relación sexual marcarán como van a ser ambas cosas en el futuro. Mi primera experiencia con la regla fue súper positiva, porque tenía unas ganas enormes de que me llegase. Cuando pasó, llamé toda ilusionada a mis tías, a mi abuela y todas me decían: “muy bien chica, ¿y qué? Felicitats”.
Y todo eso quieres compartirlo en un momento en el que estábamos aislados.
El padre Joan ya me avisó de que los talleres de menstruación serían una excusa para que salieran otros problemas más urgentes. Yo inicialmente iba a hablarles de este tema, pero se creó un espacio de confianza y nuevas redes de apoyo entre ellas. Ahí me percato de que el problema es mucho más gordo de lo que creía. A estas mujeres yo no las podía ayudar, pues no soy ginecóloga, ni socióloga, ni educadora social, ni abogada, no puedo emplearlas… Se me escapaban sus necesidades reales.
¿Pero podían comprar compresas o tampones?
Para nada. El desconocimiento que tienen de la regla y de su cuerpo es abismal. Había preguntas tipo: “Nunca he visto un tampón, ¿me lo puedes enseñar?”, “¿Después de 15 años de tener mi primera relación sexual, puedo volver a recuperar mi virginidad?”. Tuve que hacer una pausa para reflexionar cómo realmente las podía ayudar.
¿Y ahí es dónde empieza tu proyecto?
Yo ya conocía la asociación Period. La fundó una chica que hoy tiene 24 años, pero solo 17 cuando empezó. La creó porque había sufrido una experiencia de pobreza menstrual en una época de su vida, y se propuso erradicar tanto la pobreza como el estigma menstrual. Eso era exactamente lo que nos estábamos proponiendo y, con dos amigas, pedí la licencia para abrir Period Spain que es el paraguas que lo aglutina todo.
¿Cuáles son los objetivos de Period Spain?
Tiene tres líneas de actuación. Una es el servicio: cómo hacer accesibles a los colectivos más vulnerables los productos para la menstruación. Otro es la educación: cómo proporcionar el conocimiento que hace falta sobre la educación menstrual. Y el tercer objetivo es el activismo político: qué cambios hay que hacer a nivel legislativo para que esta situación se erradique. Nuestro primer objetivo ha sido poner de moda el concepto de pobreza menstrual. No hay una definición clara al respecto, ni los papers feministas hablan del tema. Sabemos que un veinte por ciento de mujeres padece pobreza en España y que están abocadas a una situación de precariedad. Nos damos cuenta de que hay que hacer pedagogía al respecto.
Instrúyeme.
La pobreza menstrual es consecuencia de la pobreza económica. Para las mujeres que asistían a los talleres de la parroquia, la menstruación era importante pero no un tema urgente; les preocupaba más saber dónde dormirían esa noche, cómo iban a mandar dinero a sus hijos, qué cenarían… La pobreza menstrual obliga a las mujeres a vivir la menstruación en condiciones antihigiénicas e indignas, pues utilizan calcetines, cartones o nada. La mayoría utilizan compresas y tampones mucho más tiempo del permitido, lo que provoca una serie de infecciones vaginales internas, algunas crónicas y otras temporales muy dañinas. Por no hablar de las consecuencias psicológicas causadas por tener que esconderlo y por la humillación que eso supone. Y ahí es donde necesito una pausa, para preguntarme el porqué de tanto estigma social. ¿En qué momento de la historia se ha creado esta imagen tan negativa?
Cuando el Instituto Nacional de Estadística nos vuelve a recordar el dichoso dato de que el veinte por ciento de las mujeres en España viven en situación de pobreza, ¿qué reacción te produce?
Me provoca rabia. No logro entender que una cuestión fisiológica, natural y empoderadora de la mujer sea la causa de la discriminación del veinte por ciento de la población. No me puedo creer que esto se silencie intencionadamente y que no se legisle. No consigo entender que se haya impuesto que un porcentaje tan alto de la población crezca sin conocer su cuerpo. Igual parto de una actitud más utópica pero siempre llego a la misma conclusión: estamos estudiando un libro y de pronto hay una página que nos hemos olvidado. Podemos buscar las razones y volveríamos a la religión. Pero si nos la hemos saltado, simplemente hay que volver atrás: vamos a explicar el contenido de esta página y ver qué pasa cuando todo el mundo la lea. Si hacemos pedagogía, el propio sistema va a generar los cambios necesarios. A los medios de comunicación les va a interesar, el legislador va a legislar tarde o temprano, la entidad social que trabaja con mujeres va a priorizar el tema. Cuando se den cuenta de la importancia de esa página, van a tener que ponerlo en su agenda. Llevo 2 años en esta causa y no pierdo la esperanza.
¿Qué les pedís a nuestros legisladores?
Cuatro cosas muy concretas. La primera es la reducción del IVA en los productos de higiene femenina. Hoy en día, una compresa contribuye más a las arcas del Estado que la viagra. Esta demanda no va a reducir la pobreza, pero pone en consideración que un producto de higiene menstrual es de primera necesidad. El segundo objetivo es conseguir el acceso gratuito de estos productos en espacios públicos. La tercera es una campaña de sensibilización. El Ministerio de Igualdad y el de Sanidad tienen que ponerse de acuerdo. Por último, solicitamos un estudio nacional riguroso sobre el estado de la pobreza menstrual. Sin datos más precisos no será fácil avanzar.
Es un logro impresionante que hayáis forzado a los partidos políticos a posicionarse sobre un tema que no estaba en ningún programa electoral.
La manera de conseguirlo es muy sencilla. Redactas una carta bien escrita, identificas a los políticos a los que tienes que mandarla, la envías por mail y esperas su respuesta. Queremos una democracia más participativa pero no queremos participar en ella… Nosotras, todo lo contrario. Un alto porcentaje nos respondió. Nos escucharon, les pareció interesante, lo discutieron internamente, y eso nos fue llevando a distintas situaciones inesperadas. Por ejemplo, Más Madrid nos pidió que desarrolláramos su programa electoral para combatir la pobreza menstrual, y el tema se llegó a debatir en la Asamblea de la Comunidad de Madrid. Fuimos aprendiendo qué herramientas hay dentro del sistema político para que el ciudadano pueda influir en el político y el político pueda introducir ese tema dentro del sistema. A nivel del Congreso de Diputados, conseguimos que se debatiera en la Comisión de Igualdad. No hemos conseguido que se debata en sede parlamentaria, porque se nos ha vetado.
¿Llegarías tan lejos?
Sí, claro. Nos lo propusieron varias diputadas. Ya llegará.
A ti no te para nadie.
¡No, hombre no!
¿Por un sentido de justicia social? ¿Por qué lo haces?
¡Se tiene que hacer! No me cuesta nada. Y el impacto es tan positivo para tanta gente... Además, hemos generado puntos de contacto con nuestros políticos.
¿Lo esperabas?
En absoluto. Al principio nosotras no éramos ni una asociación, pero ha bastado decirles lo que estaba ocurriendo y ellos han hecho su trabajo.
Pero algo ha jugado a favor vuestro, sino, ¿cómo explicas que haya tantas reivindicaciones pendientes que se quedan en el camino?
He usado a los medios a mi favor. Siempre hablan de los mismos temas y de repente les das un contenido muy nuevo. Simplemente por ser novedad, ya es atractivo. Cuando no seamos novedad, no sé qué va a pasar. Las personas con las que hablo se quedan muy sorprendidos con los datos. Por ejemplo, una entidad que se dedica desde hace 25 años a acompañar a mujeres que acaban de ser madres, nunca se habían planteado comprarles compresas.
¿Qué otros objetivos tenéis a corto plazo?
Queremos crear la guía para educadoras sociales en educación menstrual. Hemos identificado quienes son las personas estratégicas dentro del sistema: un político, un periodista y un trabajador social. Con esos tres perfiles, resolvemos el problema. Son matemáticas. La siguiente acción son los presupuestos generales del Estado. A partir de octubre debemos tener claro cuáles son las enmiendas que tenemos que mandar a los partidos políticos con los que hemos tenido más relación. Este año se presentaron muchísimas enmiendas a los presupuestos generales del Estado, y el Gobierno desestimó unas cuantas, entre ellas, la nuestra. Esta será la tercera vez.
¿En qué partidos os podéis apoyar para que se apruebe la ley?
Hay tres partidos que se han comprometido con la causa de distintas maneras. El PSOE, aunque no el Gobierno, ha sido muy receptivo; Más País ha entendido que socialmente es un tema urgente y ERC también porque a nivel social ya tenían muy desarrollado su programa. Nos ha sorprendido que Podemos no lo haya priorizado durante nuestra campaña, aunque sí lo hace ahora. Los partidos liberales y conservadores ni han respondido. Y es una pena. No hemos sido capaces de convencerlos. Vivimos en un país tan polarizado que, por principio, si un tema lo defiende la izquierda, la derecha lo va a rechazar. Pero creo firmemente que se va a conseguir y entonces Period Spain no tendrá razón de ser.
Este tabú que has roto de forma intuitiva o llevada por tu curiosidad, ¿es una constante en tu vida?
La curiosidad, sin duda. Yo voy rompiendo tabús a medida que me voy metiendo en estos temas. No tengo ningún tabú para hablar de la menstruación, pero cuando en los talleres tienes que explicar que la masturbación como mecanismo para la reducción del dolor menstrual es una de las soluciones más eficientes, en según qué sitios me sigue dando vergüenza. Yo voy rompiendo mis propios tabús a medida que los comparto. Mis motivaciones no son personales sino sociales.
Te has empeñado en cambiar las cosas y para eso hay que ser muy atrevidx. ¿De dónde te nace esa convicción?
No me lo he planteado mucho porque he estado en primera línea de batalla y en la urgencia. Acabo de pedir una excedencia de Ashoka y empiezo una etapa de un año de no trabajar, en el que voy a vivir de mis ahorros, y no sé adónde me va a llevar.
Me ha costado horrores tomar esa decisión, ahora estoy contentísima y me apetece infinito. No sé muy bien por qué lo hago. No sé si es una cuestión genética o adquirida del entorno familiar materno. He nacido en el seno de una familia muy activa socialmente, en que las generaciones anteriores estuvieron muy implicadas políticamente, y donde he mamado que la manera de ser ciudadano es involucrándote en mejorar la vida de aquellos que te rodean, sobre todo los menos favorecidos. Yo he repetido lo que he visto y no me he planteado mucho más.
Creo que hay un paralelismo evidente entre la filósofa francesa Simone Weil y tú con relación a la exigencia de justicia social. Ella decía había sentido la exigencia de la justicia social. ¿Te pasa igual?
Me han inculcado un sentido de la responsabilidad que a veces me pesa más que en otros momentos. Me he planteado si quiero estudiar o no, u otras cosas, pero el si debo o puedo ayudar, lo veo como natural. Sé que he nacido en un entorno absolutamente privilegiado. Es mi historia, la asumo y saco el mayor provecho de ella. Me parecería una falta de respeto no verla en positivo por todos los beneficios que me ha aportado.
Todo esto tiene que ver con la política, que es la habilidad que tenemos para cambiar las cosas. Tú empezaste Ciencias Políticas, pero te decepcionó. ¿Qué pasó?
No sabía qué estudiar cuando terminé el instituto. Estaba muy frustrada con el sistema educativo y me fui a Inglaterra un año a estudiar inglés, a hacer voluntariados, aprendí a coser, a escribir, a hacer punto… Pensé en estudiar filosofía, políticas, humanidades, pero no sabía muy bien. En casa había mamado el periodismo pero niego un poco esa opción porque es lo que hace todo el mundo. Creo que la política es la manera con la que se pueden hacer más transformaciones. Ese fue el motivo para estudiar Políticas y me encuentro con una facultad muy posicionada políticamente, un perfil estudiantil poco diverso, y profesores muy estáticos.
Para mí, el momento clave fue cuando ganó Obama. Mi madre me despertó a las 5 de la mañana y se metió en mi cama para darme la noticia súper emocionada. Fui muy ilusionada a clase con mi camiseta de Obama y me encuentro con que no se habla del tema en todo el día. Al mediodía me dije “yo me piro de aquí”. Con el tiempo he aprendido que la Universidad es todo lo que he podido aprender gracias a no estar en la Universidad.
En tu familia ha habido políticos de primera talla. Tu bisabuelo materno, José María Milá, fue presidente de la Diputación de Barcelona a finales de los años 20 del siglo pasado. ¿Es un referente para ti?
No lo es porque me queda muy lejos. En su casa construyó un salón en el que hizo pintar un texto que dice que ese espacio existe para que todas las generaciones futuras debatamos sobre cualquier tema entre todos nosotros. Cada vez que entro en ese espacio después del café, me emociona vernos a todos hablando bajo ese cartel. Ese es el entorno en el que he crecido. No conocí a mi bisabuelo. Seguro que habría cosas de él que no me gustarían y cosas que sí, pero lo que somos hoy yo y mis nueve primos viene de esa cadena familiar. Nunca me lo he planteado pero si lo pienso bien, mis referentes son las mujeres de mi familia.
Háblame de ellas.
Mi madre, sus tres hermanas y mi abuela tienen un peso muy importante en mi desarrollo. Cada una con roles distintos. Mi abuela ha sido mi alma máter, la persona a la que me he sentido más cercana. Luego está la hermana mayor de mi madre, Mercedes, que es mi madrina, y que al no tener hijos y yo ser la sobrina mayor, me ha hecho de madre también; una madre cómplice y amiga. Mi madre es una Diosa del Olimpo donde las haya, la más implicada, más organizada, más solidaria… Mi tía Clementina tiene un perfil totalmente distinto, relacionada con el mundo de la comunicación; tampoco ha tenido hijos y está volcada en nosotras, con incondicionalidad total. Mi tía Inés, tiene otro rol.
Al ser la pequeña, puedo discutir más que con las otras porque está más cercana a mi edad, y tenemos más cosas en común. En la familia también hay hombres maravillosos por los que tengo debilidad absoluta. Los referentes femeninos de mi casa pesan mucho, porque son mujeres muy fuertes, con mucho carácter, muy implicadas socialmente y muy resolutivas. Ellas encarnan perfectamente a la mamma italiana. La familia es prioritaria, vamos en piña, nos apoyamos, nos cuestionamos, discutimos... pero te vas a dormir ‘amb la feina ben feta’ y con los lazos siempre fuertes.
Tengo la impresión de que puedes conseguir todo lo que te propongas.
Me identifico con eso. Sigo creyendo, a pesar de mis inseguridades y carencias, que puedo conseguir todo lo que me proponga. Funciono por objetivos. Si me pones una meta a corto plazo, me implico a saco, con un objetivo a largo plazo, ya me motivo menos. Mi fortaleza está en empezar las cosas. En la continuidad no soy buena, me aburro, me falta constancia.
¿Qué esperas del futuro a nivel colectivo, pero también a nivel personal?
A nivel colectivo espero una mayor activación por la igualdad, por la equidad, en sus distintas vertientes; la mía es menstrual. Hay muchos temas en los que ponernos al día para que ese centro sea más grande e inclusivo. También espero una mayor activación en la gestión medioambiental: esto se nos cae encima y es demasiado importante para dejarlo a un lado.
En lo personal, te diría que la maternidad, dedicarme más a la comunicación, no sé en qué formato. Creo que el bienestar y la economía del cuidado es como un melón que no sabemos muy bien cómo gestionar ni a nivel político público ni privado, y pienso que debe resolverse desde ambos frentes.
Desde la responsabilidad individual yendo a terapia, para conocerse, cada uno como quiera, con tu astrólogo, tu terapeuta, con lo que sea que te funcione, pero también desde lo que puede hacer la administración por ese bienestar común. El mundo de los cuidados y del bienestar es prioridad individual y colectiva por igual. En mi próximo año, mi prioridad es vivir más intensamente de lo que lo he hecho en los últimos 2 años (risas).
¿No te tienta entrar en política?
Sí me tienta... Tengo que encontrar la manera de poderme implicar sin que tenga un coste personal altísimo. Estoy en un momento en el que quiero que mi vida personal tenga una importancia mayor. No es el momento. Va a ser una cosa o la otra. Si tengo que elegir, elijo mi vida personal, aunque me encantaría encontrar la fórmula ya que es el máximo exponente de servicio público.
¿Hasta el punto de crear un nuevo partido? ¡Yo te veo de alcaldesa de Barcelona!
No sé si tengo tanta capacidad emprendedora. Sé que el sistema se puede cambiar desde fuera, pero yo me siento más cómoda cambiando el sistema desde dentro, por una cuestión de esfuerzos y de eficiencia del proceso.
En un tiempo récord has creado Period Spain, no veo la dificultad…
La creación de un partido no me la he planteado nunca, pero me acabas de activar una nueva bombilla en el cerebro. No sé a qué puede derivar esa iluminación. Es una posibilidad.
¿Te guías por la intuición para tomar decisiones?
Mucho. Para grandes decisiones creo que sí. Y parte de mi ejercicio terapéutico es darle más cabida. Con la edad vas aprendiendo a tenerla más atada, o limitada. Intento aprender a identificar momentos en los que cuando he escuchado mi intuición, he anticipado cosas que luego han sido positivas, o incluso han pasado. Estoy en un proceso de intentar identificar cuando mi intuición me ha servido o cuando me ha traído mensajes. Y por lo tanto cómo hago para que eso sea más frecuente. Aquí ya entramos en la astrología y en un mundo más espiritual, pero sí, me encanta.
Para ti, en cierta manera como para Simone Weil, lo más importante es pasar a la acción para resolver las desigualdades sociales. Sin embargo, os separa la conexión con lo místico ya que tú, viniendo de un colegio religioso, eso lo has apartado totalmente de tu vida. Weil decía que al final lo único que importa es la acción de cada uno y que eso determina el cambio, nada más.
Lo trascendente me queda lejos todavía. Prefiero ponerme a coser o a leer. Ahí encuentro esa paz. Todavía no siento esa llamada. La siento cuando tengo experiencias vinculadas a la muerte, ahí sí que me acerco más a lo trascendental, pero luego pasan los días y me distancio. Encuentro el sentido de la vida en acciones cotidianas. No en lo trascendental. Pero no estoy cerrada a ello.
Estoy iniciándome en la astrología, o sea que no sé qué pasará conmigo, pero me siento muy identificada con esa frase que dices de Weil porque la oigo, la escucho, entiendo la paz que pueda dar, pero pienso, si luego todo eso no se aterriza en el presente, ¿para qué? El mañana no existe. Yo que sé lo que va a ser de mi cuerpo, o de mi alma. Sé que ahora tendré que caminar de aquí para allá, pero no sé qué me voy a encontrar por ese camino. 
¿Qué intercambio se establece con alguien que está necesitado? No es una relación de igualdad. Tú tienes elementos que el otro no tiene. Eso siempre es interesante tenerlo en cuenta cuando analizas quién se dedica a ayudar a los demás y porque motivos lo hace.
En Ashoka lo hemos hablado mucho. Del porqué y el papel del ego, cuál es esa motivación, que es lo que realmente estás buscando cuando te dedicas a esto. Siempre habrá razones menos positivas que otras pero al final lo que cuenta es hacerlo. Vuelvo a la frase que citas de Weil. Lo importante es hacerlo, implicarse. Luego la mochila que lleve cada uno y el porqué de cada uno, habrá casos que serán más honestos, o más egoístas que otros. El tema es contribuir, cada uno desde donde pueda y con las limitaciones que tenga.
¿Cómo describirías el presente?
Este momento es muy confuso e intenso. Lo miro desde una perspectiva de persona socialmente implicada, que quiere ser madre y no lo es. Tengo 31 años y en un contexto donde todos estos cambios que se están dando en la identificación y en la liberación de cada uno, paso por toda una confusión de quién soy yo y qué puedo aportar a este mundo.. Esto, hoy más que nunca, es muy difícil de hacer tangible porque antes había unos caminos más estructurados para la mayoría. Los que no seguían ese camino, quedaban al margen. Ahora el margen es mucho mayor.
Creo que vamos hacia un mundo en el que habrá que tener más empatía por los demás, porque no podemos simplemente empatizar con aquello que hemos sufrido a nivel personal. No estoy de acuerdo con la posición que toma alguna gente de no poder hablar por una minoría en concreto por no pertenecer a ella. La empatía nos tiene que permitir defender cosas que no nos afectan directamente.
La intuición.
Yo sigo trabajando y puliendo mi intuición.
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