Como indicas, es ser influyente o trascendente, únicamente desde la sola presencia. Por eso todo proyecto sin ejecución, a mi parecer, pertenece a una teoría del eclipse, pues no es, no puede ser, más que intuido (dado que algo opera en su lugar, en su solar asignado). Pero no es tanto una desolación como una asolación, de ahí su naturaleza eclipsada, ocupada por otra región de conceptos que nubla su ser ya incógnito.
Venecia tiene enormes dificultades para levantar la cosa, para construir, porque toda ella es resultado de lo cósico. Tiene un apetito voraz, pero se nutre fundamentalmente de la cultura de la muerte, opuesta a la banalización de la vida y a la distracción ante el enigma del destino que deshumanizan nuestro tiempo.
Es esa obediencia a su pasado, principalmente renacentista, la actual Venecia vive subordinada por la integridad y el cumplimiento de conservación de un estado, en esencia anacrónico. Su deseo no es actualizar sino sanear, reconciliar la ciudad con su historia desde la detersión, la desinfección, y el amurallamiento contra el adriático. Actualmente Venecia pierde un habitante por día, si ya hay un despoblamiento computado de realidad, se suma el despueble de venecianos provocado por el turismo y los altos precios. Hay quien sostiene que Venecia está planificada para morir de turismo. Se estima que cada año visitan Venecia veinte millones de turistas, cifra que en 20 años podría duplicarse. Sin venecianos (Venecia ha perdido a la mitad de sus habitantes, que han pasado de ser 121.309 en 1966 a los 59.992 registrados en la actualidad en el centro insular), se reproduciría la imagen de ensueño pero ya no habría sueño. La ciudad, pese a su riqueza, estaría descapitalizada, absorta en su propia utopía que no sería sino estar contenida dentro de los límites de los cotos turísticos, sólo emprendimiento comercial, nada más.