Cuando nos dicen que los sueños se pueden cumplir, en muchas ocasiones pensamos que es mentira. Pero si conocemos el caso de Gabriel Garcher, pondremos más empeño en hacer realidad nuestros deseos. Este poeta nació en Las Palmas de Gran Canaria y ya devoraba libros desde temprana edad. Se trasladó a Madrid para estudiar, pero él sabía desde pequeño que sería escritor. Gabriel –o Gab, como le llaman por las redes– nació un 27 de junio y un 27 de septiembre presenta a su hijo literario. Parece que este número le persigue. El chico de los limones (que se pudran las medias naranjas) nos ayuda a comprender mejor las relaciones sentimentales del siglo XXI en forma de versos. 
Amor, sexo, ruptura y despedida son los cuatro pilares que permitieron asentar su base literaria. Y pudo construir gracias a una beca el libro que soñaba desde sus primeros recuerdos. Tras su reciente presentación, hablamos con este joven sobre el camino que ha seguido hasta publicar su primera obra, el por qué creer que somos una mitad es un error, y cómo vive este momento tan glorioso en su vida.
El chico de los limones (que se pudran las medias naranjas), cuenta con un total de cuarenta poemas autobiográficos. ¿Hay más parte de ácido o más parte de cítrico?
Diría que es una mezcla de ambas. La visión del amor que se muestra a lo largo del libro, que evoluciona con cada capítulo, es bastante ácida. Cada cierre supone un nuevo comienzo con un cambio de percepción, y cada vez es más cruda y pesimista. Sin embargo, en los últimos capítulos, cuando la media naranja ya se ha convertido en limón, la idea del amor es mucho más amplia, más realista. Tienen cabida las partes ‘oscuras’, pero no consiguen eclipsar el aspecto más positivo, como sí ocurre al principio.
¿Por qué el título de El chico de los limones (que se pudran las medias naranjas)?
Siempre he huido un poco de la idea que nos han vendido de que somos la mitad de otra persona, como si no estuviésemos completos del todo hasta que encontramos a alguien que nos complementa. Creo que cometemos un error en creer que no somos felices si no hay alguien a nuestro lado. Y, por eso, he construido mi propia versión del amor, una en la que somos personas que no necesitan a nadie para tener una vida plena. Creo que debemos estar con nosotros mismos para, entonces, poder estar con alguien más. Somos limones enteros, no mitades que terminan pudriéndose.
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¿En cuatro palabras, cómo puedes definir tu obra?
Creo que la definición más precisa y fiel es a través de las cuatro etapas que presenta cada capítulo: romanticismo, lujuria, ruptura y despedida. Cada palabra tendría luego su propio desglose, que varía a medida que avanza el libro, pero esas serían las cuatro principales.
El 27 de septiembre es un día muy especial. Ha sido la presentación de tu primer libro. ¿Qué significa este hecho para ti?
Demasiado. Hace un año grabé con unas amigas un corto para una asignatura de la carrera (Periodismo y Comunicación Audiovisual) sobre una presentación de libro. En este corto utilizamos un cartel provisional con el título de mi libro, y se leyó un poema del mismo. Un año después, vuelvo a la misma historia, pero esta vez es de verdad y no puedo estar más nervioso ni ilusionado. Ha sido un camino bastante largo, más de lo que esperaba, y darme cuenta de que ha llegado el final –que, a la vez, es un comienzo– hace que me sienta orgulloso de lo que he conseguido junto a todas las personas que me han apoyado durante todo este tiempo.
¿Qué puedes decir a tus futuros lectores, sobre qué les aportará y sentirán con El chico de los limones?
Se me da bastante mal hablar de mi libro porque le tengo tanto cariño después de tanto trabajo que creo que nunca voy a ser justo del todo. Pero sí diría que es un reflejo muy claro de la persona en la que me he convertido en los últimos años, y un punto de inflexión entre lo que he sido y lo que quiero ser. En El chico de los limones (que se pudran las medias naranjas), cada lector podrá encontrar un parte muy importante de mí, totalmente sincera, pero también una reflexión en torno al amor con la que muchas personas se pueden sentir identificadas.
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Todo escritor, artista o pintor tiene maestros o musas (aunque este último término es muy anticuado). ¿Para ti quiénes han sido tus maestros o qué te ayudó para inspirarte?
Suelo decir que fue una amiga y compañera de piso la que me inspiró. Empecé a escribir con trece años en el salón de mi casa, con una libreta, pero no fue hasta hace dos años que empecé a contemplar la idea de que escribir era lo que más me gustaba en el mundo. Es extraño, porque casi nunca he leído poesía, siempre he sido más de narrativa. Y, sin embargo, es lo que más me gusta escribir, lo que más me satisface. Puedo estar horas escribiendo un poema con la lista de reproducción que siempre utilizo –la que me ayudó a escribir el libro–, y no cansarme ni un segundo.
Considero que no tengo un referente como tal, aunque en el ámbito español me gusta mucho la forma de expresar de Zahara y Vega. Al final, mis obras son el resultado de un proceso de creación en el que se unen mis ideas y pensamientos y la música perfecta para ello.
Aunque todavía es muy pronto para hablar de una segunda parte u otra obra diferente, ¿lo has llegado a pensar o soñar?
Creo que, incluso antes de sacar este primer libro ya estaba pensando en el segundo. Soy muy ambicioso y me gusta pensar todo el tiempo en qué vendrá después; sin que esto me impida disfrutar del momento, claro está. No creo que haga falta una continuación de El chico de los limones (que se pudran las medias naranjas) porque corresponde a una etapa de mi vida que quise cerrar escribiendo este libro. Supongo que ahora me apetece buscar nuevos temas sobre los que hablar, y si cometo el ‘error’ de escribir otra vez sobre el amor, me encargaré de buscar un nuevo enfoque. Ahora soy el chico de los limones; mañana ya se verá.
Vivimos en el mundo de las redes sociales e Instagram es el rey. ¿Cómo las estás usando (te hemos cotilleando un poco) para la promoción de tu libro?
Reconozco que soy un adicto a las redes sociales y, como no podía ser de otra forma, las estoy exprimiendo al máximo –nunca mejor dicho. Son plataformas de comunicación tan válidas como otras más tradicionales y, al menos en mi caso, me permiten llegar a personas a las que, de otra forma, no tendría acceso.
“Creo que debemos estar con nosotros mismos para, entonces, poder estar con alguien más. Somos limones enteros, no mitades que terminan pudriéndose.”
Como escritor, ¿piensas que el papel desaparece? ¿O eres de los que disfrutan oliendo el papel de un libro sacado de una biblioteca o librería?
He estudiado Periodismo y Comunicación Audiovisual, por lo que me gusta pensar que, más que desaparecer, el papel encontrará su lugar. Es cierto que el formato audiovisual ha ganado mucho peso en los últimos años, pero hay algo en el formato tradicional, algo que no sabría decir qué es exactamente, que hace que lo considere imprescindible a día de hoy.
¿Qué consumes más, libros o iBooks?
Siempre libros. Aparte de que estoy bastante ciego y me distraigo muchísimo con la lectura digital, me gusta tener los libros en formato físico y coleccionarlos, al igual que me ocurre con las películas, series y discos. Sí es cierto que luego, a la hora de escribir, prefiero el formato digital, porque soy mucho de borrar y reescribir todo el tiempo, y podría gastar hojas y hojas de papel casi sin quererlo. 
¿Qué proyectos tienes para el futuro?
A corto plazo, quiero disfrutar de esta experiencia que es El chico de los limones (que se pudran las medias naranjas). Para mí es algo completamente nuevo, y quiero aprovechar cada momento. Soy consciente de que no todo el mundo tiene esta oportunidad, y siento que es mi deber hacer todo cuanto esté en mis manos.
A largo plazo, tengo intenciones de escribir un segundo libro, pero quiero dedicarme un tiempo a descubrir un nuevo yo y saber con certeza sobre qué quiero hablar y, sobre todo, cómo quiero hacerlo.
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