Recuerdo perfectamente cómo mis amigas y yo vivimos con intensidad adolescente ese capítulo de El Internado, en el que a la pobre Carol la descalabraban por una ventana. Si por aquel entonces llegan a decirme que iba a tener la oportunidad de charlar con su actor protagonista, el mítico Martiño Rivas, no lo hubiese creído. Porque toda una generación hemos crecido junto a Martiño, nos hemos aguantado las ganas de soltar dos collejas a Paula y Evelin, reído con su vis cómica en Tres bodas de más o deseado darle un portazo a esa malévola Concha Velasco en Las chicas del cable. Y es que Martiño tiene esa mezcla de fortaleza y erudición de los grandes héroes de ficción. Él es el cuerpo y los ojos de todos sus personajes, pero también la coherencia y la templanza de un actor que vino del norte con el poder de hacer de su vida arte.
Buenas, Martiño, ¿qué tal val el verano? Ahora, te encuentras por Galicia, ¿verdad? He oído que vas a marcharte con varios amigos como Gala González a recorrer el Camino de Santiago. ¿Qué esperas vivir durante esos días?
Se trata de una iniciativa de la Xunta de Galicia para promocionar el Camino de Santiago, ya que estamos en año Xacobeo.
¿Cómo te sientes cuando los medios te definen como un influencer? ¿Estás cómodo con ese término?
(Risas). Creo que es un error, tampoco voy a reclamar que hagan una fe de erratas. Si ellos quieren usar esa etiqueta… Pero yo soy actor.
No me molesta, no le doy relevancia. Yo creo que para este proyecto del Camino de Santiago buscaban a gente de Galicia con presencia en redes sociales, ya que así podían dar visibilidad al camino. En ese sentido, yo encajaba en ese perfil.
Tu perfil en Instagram cuenta con una legión de seguidores, ¿qué papel tienen las redes sociales en tu vida?
Yo procuro no estar pegado al móvil, no es saludable. Es una forma más de entretenimiento. Antes nos íbamos al baño con el periódico y ahora nos vamos con el teléfono móvil. Se trata de un elemento disuasorio y me preocupa que se usen para evadirte de la realidad. A veces se interpone entre nosotros y termina dominándonos en lugar de dominarlo nosotros.
¿Llevas tú tus redes sociales o tienes un equipo detrás que las gestiona?
Las llevo yo.
Este febrero empezaste a rodar una serie para Televisión Española, titulada Fuerza de paz, un thriller sobre un grupo de cascos azules en Guinea Ecuatorial. ¿Qué te atrajo ese proyecto?
Es un thriller, algo que nunca había hecho. La productora fue muy valiente, ya que yo no era la opción más obvia para el papel. Podría decirse que yo era una apuesta contraintuitiva, ya que se trata del papel del villano con un perfil muy físico, mucha calle y mucha agresividad. Cuando digo esto me refiero a lo audiovisual. En ese campo, siempre es más fácil encasillarte ya que tienes una mayor exposición y las cosas que han tenido éxito pesan más.
Yo venía de hacer Jauría, un montaje de teatro que estuvo muy bien, tuvo mucho éxito y recibió varios premios importantes. Ese proyecto teatral se construía sobre las transcripciones del juicio de La Manada. Cada uno doblábamos a tres personajes. Durante el primer acto, yo hacía de Antonio Manuel, el Guardia Civil. Quizás eso sirvió para alterar la percepción con la que se me veía dentro de la industria, para hacerles ver que tengo un espectro de posibilidades y, como actor, es muy liberador.
¿Te gustaría hacer más de villano?
No es explorar villanos porque sí. A mí me gustan los conflictos. En Fuerza de paz me ofrecían un papel distinto y yo dije que no, que quería hacer el que he terminado haciendo, ya que ese personaje tenía una dinamo interna, una pulsión, y eso te facilita mucho el trabajo, más allá de la composición que tú puedas hacer. Siempre es importante que haya conflictos, algo que mueva y empuje la historia. A veces no está tan latente y te lo tienes que inventar, pero cuando existe, simplemente tienes que agarrarte a él y dejarte llevar como con las fuerzas de la marea y el viento que te arrastran solas.
Ya que mencionas Jauría. ¿Qué te llevó a involucrarte en ese proyecto tan arriesgado?
Eso sí fue difícil. Me llegó la llamada de Miguel Del Arco, director de la obra y una de las voces más importantes en el panorama nacional en el teatro. Yo seguía mucho su trabajo y cuando recibí su llamada le pregunté si estaba loco por llamarme a mí para hacer de un andaluz. A nivel actoral, el trabajo que yo había realizado hasta entonces era un viaje a la inversa en el que debía de neutralizar mi acento gallego. Miguel me había visto en teatro y creo que intuyó que había algo en mi capaz de cumplir este reto.
Cuando surgió el proyecto, el caso de La Manada estaba muy presente en la agenda pública y generaba mucha controversia, era todo muy muy delicado. Una de mis preocupaciones era que se pudiera tergiversar el mensaje. En primer lugar, nos teníamos que posicionar pero, ¿desde qué punto de vista? Yo sabía que todo esto, en manos equivocadas, podía resultar muy desagradable, pero, si tenía que confiar en alguien para llevarlo a cabo era Miguel, por su bagaje, su personalidad y su sensibilidad. Durante las primeras lecturas del texto, mucha gente, incluidos mis padres, me decían que no me metiera en eso. Pero creo que las cosas que nos cuentan no existen, y la reacción ante una injusticia como esa no es barrer debajo de la alfombra, es tratar de darle mayor visibilidad. El teatro es un instrumento de denuncia y esa era nuestra propuesta.
Al final salió muy bien y la respuesta fue estupenda. Incluso todos los lunes hacíamos funciones para colegios e institutos donde posteriormente realizábamos un coloquio en el cual los alumnos estaban muy participativos. Profesionalmente para mí es la experiencia que más me ha cambiado. Se encendió una luz en una habitación donde antes había penumbra. Me hizo ser consciente de muchas injusticias con las que coexistimos y ante las que no tomamos un rol lo suficientemente activo a la hora de denunciarlas y ponerles freno.
Llevas toda la razón.
Mira, yo ahora estoy en A Coruña, y seguro que sabrás que recientemente mataron a Samuel, un chaval. Cuando te llega una noticia así, no concibes que por esas calles por las que has pasado mil veces pueda suceder algo así. El espacio se trasforma, no lo reconoces por haberse convertido en el escenario de una atrocidad. Sientes verdadera tristeza y repulsión. Luego, a los dos días, la Plaza María Pita estaba hasta arriba. Nunca había visto semejante concentración, no cabía ni un alfiler. Entonces, bueno, hay motivo para la esperanza, aunque seguimos padeciendo ciertas lacras y males endémicos que venimos arrastrando a través de la noche de los siglos; aún hay lugares fértiles donde combatir esas injusticias. A nivel artístico, diría que Jauría fue uno de esos lugares.
Ahora te adentras en el thriller, pero también has participado en dramas de época como Los girasoles ciegos, en la comedia con Tres bodas de más, y en el romance en Por un puñado de besos. ¿Qué genero te ha resultado más gratificante?
Puedo decirte cuál no podría hacer: un musical.
¡Uy, si ahora hay mucho autotune!
Yo necesitaría la versión 2.0, tendrían que desarrollar una versión mucho más avanzada para mí. Lo de bailar también lo veo complicado.
¿Y terror?
El Internado podría encuadrarse, diría yo, dentro de ése género. Aunque no era una serie puramente de género. Por ejemplo, apelaba mucho a las relaciones familiares, jugaba mucho con el melodrama. En cuanto a estética, al menos al principio, ya que después se fue un poco de madre, la propuesta era, en parte, dentro de ése género.
Tu compañero de reparto en El Internado, Yon González, se quejaba de las escasas oportunidades dentro del mundo del cine y que en los Goya siempre estaban nominados los mismos. A mí, en cierta manera, me da la sensación de que hay actores que siempre parecen estar presentes en esos galardones. ¿Estás de acuerdo? ¿Dirías que el foco en el cine español es pequeño y solo alumbra a unos pocos?
No estoy de acuerdo. En los Goya hay muchos actores consagrados y es normal que se siga apostando por ellos. Desde luego el problema no es que Javier Bardem esté nominado al Goya, o Luís Tosar. El problema sí sería no ofrecer más alternativa, aunque el foco no lo pondría en ellos. Ahora se hace muy poco cine y eso puede condicionar y hacer que apuesten sobre seguro, contratado caras que van a ofrecer un rendimiento, y van a garantizar unos estándares de calidad con interpretaciones convincentes y atractivas, capaces de atraer a un público que se han ganado durante años. En las tres últimas ediciones de los Goya se ha visto que el índice de producción ha bajado mucho en comparación con las series. No manejo datos, pero desde luego es la percepción que yo tengo
Saltaste a la fama gracias al hit de Antena 3, El Internado, qué acaba de lanzar su reboot con una nueva generación de actores. ¿Cómo te has sentido? ¿Has podido verlo?
No lo he visto, ¿tú?
¡Tampoco! Si te ofrecieran volver... ¿lo harías?
Tendría que ver el personaje que me ofrecen…
¡El tuyo!
El mío ya está hecho.
Yon Gozález y Blanca Suárez hacen un cameo, retomando sus personajes originales.
Pues no te digo que no, pero todavía no me lo han ofrecido.
Oye, ¡qué desgraciadito era Marcos en el amor! Acuérdate, Carolina por la ventana, Amelia también asesinada y su último ligue resulta que era una traidora y estaba aliada con los malos. ¡Más mala suerte imposible!
Sí, aquello era una sucesión de desgracias. Marcos tendría que haber acabado en un psiquiátrico (risas). A veces era difícil mantener una escala o una proporción en cuanto a decir: vale, ¿de qué manera debe afectarle esto a mi personaje cuando tiene también otros cuatro frentes abiertos? Resultaba complicado.
¿Has vuelto a ver la serie en algún momento?
No, no, dejé de verla en el capítulo veinticinco me parece.
¿Y eso?
En aquel momento mi vida giraba completamente en torno a la serie. Creo que rodamos setenta y pico capítulos en 3 años, era un ritmo muy intenso. Yo acababa de llegar a Madrid y la gente con la que me relacionaba, mis amistades, eran los actores o el equipo técnico. Aquello se volvió demasiado absorbente, y al llegar a casa lo último que quería ver era en la televisión era mi cara con ese uniforme puesto.
¿Te dejaron quedarte con el jersey azul?
Sí, nos lo repartieron a todos, pero le he perdido la pista. No suelo llevarme nada de los personajes. Yo llevo muchas mudanzas encima y, por ejemplo, cuando le pregunto a mi madre qué quiere que le traigan por Reyes, ella me dice que lo que quiere es que se lleven cosas (risas). También estoy un poco en ese plan, lo que quiero es quitarme cosas de encima.
Oye, con el pelotazo que ha pegado Ana de Armas en Hollywood, ¿entran ganas de hacer las Américas?
Si eres cura, en algún momento te hace ilusión echar una misa en el Vaticano. Claro que me gustaría ir allí y ver cómo funciona todo. Sobre todo para vivir la experiencia, sin pretensiones de quedarme allí o triunfar. Más como oyente y ver cómo se trabaja en esas producciones, como actor y como alguien que trabaja en el medio.
Tú fuiste un ídolo adolescente, ¿crees que esa etiqueta impide que a un actor se le tome en serio?
Yo creo que actualmente no. Sí, fue una realidad durante cierto tiempo, pero es lo que te decía antes que todo estaba mucho más compartimentado y si te ubicaban en un sitio era más difícil salir de él. No había mucho trasvase por así decirlo. Ahora la gente que hace cine hace series, algo impensable hace años.
La gente joven tiene cada vez más presencia en muchos medios, también en la música. No recuerdo en qué concurso fue, pero vi a una niña en uno extranjero, que debía de tener 14 o 15 años y cantaba divinamente, y al terminar su actuación le preguntaron cómo estaba y ella decía “es que tengo 14 años, es mi última oportunidad”. Y esa línea de pensamiento está trascendiendo. Ya sea en la música o en las pantallas, los índices de edad están descendiendo mucho, o quizás es que la edad de los consumidores ha cambiado. Antes, quien decidía qué se veía en casa eran los padres, al haber solo un televisor, ahora cada uno tiene su teléfono móvil e incluso su ordenador y puede elegir qué ver. Todo esto son especulaciones mías, ¡es la impresión que tengo! El consumidor es cada vez más joven y eso provoca que los jóvenes también tengan más presencia, más oportunidades y más historias dirigidas a ellos.
Entonces, ¿volverías a participar en una serie adolescente?
Yo no tengo prejuicios. Necesitaría leer el guion, ver cuál es mi historia, qué puedo aportar. Si hay un personaje y hay un conflicto, claro que sí…
Oye, hablando de adolescentes, tú la bala de Mentiras y gordas la esquivaste.
Tampoco lo veo como una bala. Yo la película no la he visto
¿No la has visto? ¡Pues por eso dices eso!
(Risas). Con el tiempo ninguno de los actores ha quedado marcado por esa experiencia. Bueno, a todos les ha ido muy bien. Mira, mientras haya dignidad… y también independientemente del valor artístico, una de las máximas de esta industria es que, si algo hace dinero, tiene sentido. Y esa película hizo dinero.
Tu padre es el escritor y poeta Manuel Rivas, ¿te animarías a participar en la adaptación de alguna de sus obras?
Me encantaría, claro que sí. ¡Ya se han hecho adaptaciones y no he estado en ninguna! ¡Eso da que pensar! (risas).
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