Su escapada a Perú y el estar lejos de sus seres queridos fue el motivo por el cual Míriam Dema volvió a enamorarse de la pintura y crear su estilo. “Entiendo el arte como un diálogo con uno mismo y con el mundo”, asegura. La honestidad es una de las virtudes de la joven, ya que en cada una de sus creaciones intenta expresar el momento en el que se encontraba. Además, no le interesa que los elementos sean precisos, por eso juega con las perspectivas, los colores y las formas. De hecho, define su obra como “un homenaje a la belleza de la imperfección y a la generosidad de la vida en momentos de esplendor”.
Merienda de confinamiento, sin duda, es una de sus obras con las que más podemos empatizar, ya que nace de los meses que estuvimos encerrados en casa. Un tiempo que para ella fue crucial para su creatividad y desarrollo personal. Antes de eso, tuvo la oportunidad de exponer la pieza de arte conceptual 7h 50’ 48’’ en la galería Nogueres-Blanchard de Barcelona y de crear un proyecto de fotografía analógica llamado Mímesi. A ver con que nos sorprende este 2021.
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Míriam, eres una artista que ha estudiado Bellas Artes, ¿cuándo supiste que querías dedicarte a la pintura?
Ya desde pequeña me la pasaba dibujando y pintando, aunque nunca tuve ninguna pretensión profesional hasta tiempo después de acabar la universidad. Estudié Bellas Artes sin tener un plan definido sobre qué iba a hacer luego. Empecé dibujando mucho y experimentando con la escultura, la pintura, el grabado… Pero a mediados de la carrera pasé por un bloqueo emocional que me llevó a dejar de lado todo esto y centrar mi experimentación en otras disciplinas y lenguajes como el arte conceptual y la cocina. Al acabar la carrera decidí mudarme a Lima con la intención de estudiar cocina peruana, que me había interesado mucho durante el último año de universidad en el que, de hecho, estuve haciendo varios proyectos que aunaban estos dos mundos. Así que fue en Perú donde empecé a verlo con claridad. El estar lejos de casa y los estímulos de un entorno tan distinto me ayudaron a relajarme, volver a pintar y empezar a encontrar un lenguaje pictórico con el que me siento identificada.
¿Qué es para ti el arte?
Entiendo el arte como un diálogo con uno mismo y con el mundo. Un diálogo entre el artista y los materiales, el soporte, su entorno, la obra y quien la observa. Es una relación de tensiones y energías y es emoción.
Tengo entendido que viviste un año en Lima (Perú), ¿cómo ha influenciado esta experiencia en tu estilo creativo?
Perú tuvo una gran influencia en mi desarrollo creativo, (que en esos momentos apuntaba hacia la cocina). Como decía antes, había pasado un tiempo alejándome cada vez más de la pintura, y mi tiempo allí me invitó a volver a pintar. Me empujó a hacer un uso del color sin complejos y a pintar con libertad, lo que me permitió empezar a formar un estilo propio y honesto.
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¿A qué te refieres cuando defines tu obra como “un homenaje a la belleza de la imperfección y a la generosidad de la vida en momentos de esplendor”?
Esta frase hace referencia a dos conceptos en torno a los cuales gira mi obra. Por un lado, siempre me han llamado la atención las pequeñas irregularidades, como las que se pueden encontrar en la artesanía, la huella del paso del tiempo en una pared o el desorden de una mesa en la que se ha estado. Siento que son una ventana a recuerdos y realidades distintas y veo en ellos una belleza bruta y delicada al tiempo, inseparable de su carga histórica y emocional. Es esta la cualidad a la que me refiero cuando hablo de la “belleza de la imperfección”, y que busco reflejar tanto con la elección de los elementos pintados (jarrones y sillas con solera, espacios vividos…) como a través de la técnica (capas de pintura y relieves parcialmente descubiertos, perspectivas dinámicas…). Por otro lado, con “la generosidad de la vida en momentos de esplendor”, lo que quiero decir es que, como artista, elijo elementos y escenarios de abundancia y disfrute, como flores recién cortadas, fruta fresca o mesas compartidas.
Los bodegones, las mesas de verano, los jarrones con flores recién cortadas, las frutas y las verduras hacen que tus composiciones transmitan frescura y un aire primaveral, el invierno, con todo lo que supone de recogimiento también no parece interesarte mucho…
Precisamente, es posible que al haber pasado unos últimos años de bastante recogimiento e introspección, me haya nacido crear escenas con una energía totalmente opuesta, expansiva y primaveral. Intento ser honesta con el momento en el que me encuentro y cada obra es un reflejo de quien he sido en el momento de crearla.
¿Cómo describirías tu proceso creativo y cómo dirías que han evolucionado tus proyectos a lo largo de los años?
Suelo partir de bocetos de línea, algunos de composición y otros de distintos elementos que he ido dibujando a lo largo del tiempo, patrones y detalles de cuadros anteriores. Pinto desde el recuerdo y sin perderme en los detalles, jugando con colores, formas y perspectivas con libertad. Nunca tengo una idea clara del resultado final, me gusta ir construyendo las obras por capas, dejando que cada capa me guíe en la siguiente, y sin cubrirlas enteramente, de forma que permitan al espectador observar en la obra acabada parte de su proceso de creación.
Me interesan las historias y el proceso, la huella de quien ha creado o usado un objeto. Con el tiempo me he ido alejando de la representación ‘exacta’ de los elementos y me he guiado progresivamente más por la intuición y el recuerdo que tengo de ellos.
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¿Dónde encuentras la inspiración, tienes algunos artistas o películas o canciones a los que acudes de forma regular?
Encuentro inspiración en mil cosas distintas: Las personas y nuestra forma de relacionarnos, de gesticular y mostrar cariño… La necesidad humana de compartir y la creatividad para encontrar formas de hacerlo… la cocina y la comida como herramienta para crear, nutrir y transformar vínculos, los colores y texturas de la naturaleza, lo antiguo (muebles, arquitectura, joyas), lo mediterráneo… La moda y la música Funk y Disco de los años 70 y el Flamenco. Me inspira especialmente Nuevo día de Lole y Manuel, y muero por Camarón. En cuanto a películas, Carmen de Carlos Saura dio pie a dos de mis obras y el cine de Almodóvar siempre me da ganas de pintar, me inspiran sus combinaciones de colores y estampados, la sensibilidad y realismo de sus personajes y las dinámicas familiares y de hermandad que se pueden ver entre mujeres.
Sueles elegir las pinturas en lienzos y los pasteles al óleo a la hora de crear. ¿Por qué esta técnica y no otras? ¿Es menos costoso trabajar utilizando el óleo que otras técnicas?
Me gustan mucho las ceras y pastel al óleo por su rudeza e inexactitud, me divierte el punto de azar que aportan a la hora de dibujar, y su carácter nostálgico e infantil. Como soporte suelo usar maderas por su falta de flexibilidad, aunque últimamente estoy trabajando sobre tela clavada en la pared, ya que facilita los envíos. La pintura al óleo la elijo sobre todo porque, al contrario que otras técnicas, al secar mantiene su color y brillo, y me gusta como se siente la textura al pintar.
Merienda de confinamiento es sin duda la pintura que más me ha gustado, no solamente por la estética que tiene, sino también por el mensaje que transmite: dos mujeres, cada una en su balcón, separadas por una mesa improvisada y compartiendo un momento de tranquilidad en medio de la incertidumbre del momento. ¿Cómo estás viviendo todo este lío del Covid? Ese cuadro, ¿resume de alguna manera tu actitud frente a la pandemia, lo pintaste para agarrarte a él en momentos de intranquilidad…?
Pinté Merienda de confinamiento durante los meses de aislamiento por el Covid inspirándome en una foto de una escena real del confinamiento en Italia. Me pareció conmovedora y decidí pintar una interpretación de la escena porque me permitía representar las ganas de compartir, de conectar y crear belleza en tiempos en los que predominaba el aislamiento y la negatividad.
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¿Qué aprendiste de esa estancia obligada en casa?
Tuve la suerte de poder pasar el confinamiento pintando, y fue un tiempo de mucha creatividad y desarrollo personal.
Para hacer Bailaoras después del ensayo te inspiraste en la película de Carlos Saura, Carmen. ¿Es el flamenco algo que te ha interesado desde siempre, o te interesaba más bien el tema estético?, cuéntanos qué historia hay detrás de este cuadro…
El flamenco ha sido un descubrimiento maravilloso para mí. He podido conocerlo de primera mano estos últimos años a través de mi pareja, Rafael Ulecia, que es guitarrista flamenco y uno de los artistas más apasionados y talentosos que he conocido. Carmen fue una gran inspiración para mí por la sobriedad y el arte con que Carlos Saura reinterpretaba la ópera de Bizet, la calidad de la música, el baile y la estética de la película. Quedé fascinada sobre todo con la tensión entre escenas como la que inspiró Bailaoras después del ensayo, tan ligera en contraste con la energía de la anterior, en la que las bailaoras de la compañía salían practicando intensamente. Y por cierto, aunque la estética flamenca es fabulosa, mejor aún es la música!
Tengo entendido que no solo pintas, sino que también has hecho proyectos de fotografía como Mímesi y de arte conceptual como 7h 50’ 48’’. Háblanos de ellos. ¿Tienes pensado volver a hacer algo de este tipo?
7h 50’ 48’’ es un proyecto de arte conceptual que reflexiona sobre la aceleración del tiempo y su impacto en la forma en que nos relacionamos con la comida. El frenesí de nuestras rutinas diarias, junto con la mayor sofisticación de las técnicas de producción de alimentos, han ido sustituyendo progresivamente los rituales en torno a la comida y la cocina (que solían ser el pilar central de la dinámica familiar durante siglos) por acciones de subsistencia automáticas e inconscientes. En esta obra, luchaba simbólicamente contra esto cocinando conscientemente patatas bajo tierra siguiendo métodos de cocina ancestrales. La pieza fue seleccionada como parte de una exposición colectiva comisariada por el artista Rafael Griera en la galería Nogueres-Blanchard de Barcelona, donde la expuse reproduciendo un video de la acción en el suelo de la sala.
Mímesi consta de una serie de fotos analógicas que registran el antes y el después de seis acciones realizadas en los campos agrícolas de la Colonia Güell. Intervenciones en las que buscaba camuflar dispositivos artificiales que desencajaban con su entorno, replantando y cubriéndolos de barro, hierbas y cañas para mimetizarlos con el entorno natural.
Me gustó mucho realizarlos. Me encontraba en un momento de incomodidad con la pintura en el que busqué formas distintas de expresar mis inquietudes, y creo que identifican mucho a la Miriam Dema de entonces. Ahora mismo me siento enamorada de la pintura y es lo que me apetece hacer, pero tengo un par de proyectos más conceptuales en el tintero que me gustaría desarrollar en cuanto pueda.
Tanto la fotografía como el video fueron únicamente herramientas de registro de las distintas acciones, pero en el caso de las dos obras se trataba de proyectos de arte conceptual.
¿En qué andas metida últimamente, nos puedes contar algo de tus nuevos proyectos?
Santa & Cole acaba de lanzar un nuevo vertical de arte del que me alegra formar parte junto a otras dos artistas, Carmen Galofré y Bea Sarrias. He aportado una colección de seis obras originales que se pueden comprar a través de su web y de las que se han hecho Neoseries, reproducciones de altísima calidad que ofrecen una experiencia visual parecida al original. Hay planeada una exposición en el Parc de Belloch a principios de este año de la que seré parte y en febrero tengo otra en Lisboa, si la situación lo permite. Además, tengo algunos cuadros en proceso y otros en mente que tengo muchas ganas de hacer realidad en los próximos meses.
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