Pablo Herrán se dio a conocer en el mundo literario hace 3 años, con su primera novela, Manuel Bergman. Su ambición artística y polifacética le llevó a mudarse a Nueva York, para estudiar Realización de Cine y donde ejerció como guionista y director, y fundó el Screen Loud Film Festival, además de vivir una serie de experiencias que le sirvieron de inspiración para su segunda obra de autoficción Mientras pudimos.
Después de 3 años de tu debut, Manuel Bergman, vuelves con Mientras pudimos. Dos novelas en poco tiempo y que implican un ritmo y una constancia creativas. ¿Te consideras de forma primordial, pues, un escritor? ¿O más bien prefieres ser alguien que sencillamente escribe, sin proyecciones de carrera literaria?
Hoy en día considerarse escritor es ambiguo, ya que no existe tal profesión en un sentido riguroso. Prácticamente nadie alcanza a ganarse la vida escribiendo libros, a no ser, claro, que seas autor de best sellers internacionales. Escribir es, en la mayoría de los casos, un oficio que se lleva a cabo por amor al arte. Yo llevo haciéndolo mucho tiempo, ay que empecé de muy joven en talleres de escritura creativa. Me siento tan apegado a la escritura que si no lo hago con constancia estoy insatisfecho y triste. Bajo mi punto de vista, solo se puede considerar escritor quien escribe prácticamente a diario.
Mientras pudimos es una novela que pone el foco en las dinámicas relacionales de dos sujetos, Eve y Jorge, que son una persona mayor y otra joven. ¿Por qué necesita Eve encontrarse con una persona con la que le separa una gran diferencia de edad para construir ese tipo de amistad? ¿Qué hay en el componente de edad de Jorge que le permite a Eve desarrollarse de la forma en la que lo hace?
Para Eve, Jorge se presenta en su vida como un soplo de vitalidad en el momento en que más lo necesitaba. Cuando el día a día le empieza a resultar desabrido y sus capacidades físicas y cognitivas van mermando poco a poco, aparece este joven lleno de ilusión y ambiciones que la hace regresar a la vida plena, aportándole experiencias, emociones y sentimientos nuevos; ofreciéndole una última historia. Conectan de un modo tan íntimo que la diferencia de edad que hay entre ellos pasa inadvertida.
Hoy en día se habla mucho de la soledad en general, sin especificar. Pero como apuntan recientes estudios, hay muchos tipos de soledad. Existe la soledad objetiva, que pasa por el aislamiento social y puede ser cuantificada; y la soledad subjetiva, que es un sentimiento relativo a cada individuo y que depende de cada situación, sin haber un requisito previo indispensable para sentirla. ¿Cómo se interrelacionan estos dos tipos de soledad en el personaje de Eve?
Mientras pudimos es una reflexión sobre la soledad elegida y la impuesta. Eve es un personaje que ha optado por vivir la vida sin casarse ni formar una familia. Ha preferido desarrollarse a solas, en lo que vendría a ser una soledad objetiva, y se siente orgullosa de su decisión ya que, gracias a ello, ha logrado tener una exitosa vida profesional como dramaturga. No obstante, a sus 83 años esa misma soledad le muestra una cara mucho más cruel y amenazante, se transforma del día a la noche en soledad subjetiva, y Eve ya no encuentra la manera de dar marcha atrás para escapar de sus garras.
En entrevistas recientes has explicado que Mientras pudimos es una novela que rinde homenaje a una amistad de la misma índole que tuviste en tu estancia en Nueva York, ciudad donde se sitúa la narración. ¿Por qué decidiste tomar como pretexto una historia personal con componentes tan coincidentes? ¿Cuál es tu relación con los procesos creativos?
Tanto como lector como creador, me gustan las historias que transmiten verdad. Cuando leo un libro no lo hago solo para entretenerme, sino que ambiciono descubrir nuevos matices sobre el ser humano o la vida. No me importa si lo que leo sucedió en la realidad o no, pero la responsabilidad del autor es convencerme de que sí que sucedió. Si no me creo lo que leo, abandono la lectura en las primeras páginas. Me gusta percibir nuevas perspectivas sobre la vida a través de la lectura, por eso me inspiro mucho en mis propias experiencias y en las personas que tengo a mi alrededor. Ese es el reto que concibo más estimulante en la literatura: convertir la realidad en ficción.
¿Dónde reside el componente de autoficción que nos permite concebir Mientras pudimos como una novela y no como las memorias de Eve contadas por un joven aspirante a guionista? ¿Cómo disciernes en tu escritura el componente autobiográfico de la ficción? ¿Dónde podemos encontrar el punto creativo que toma distancia de lo personal y plantea cuestiones conflictivas, discursivas y conceptuales?
Mi relación con Eve duró más de cinco años y, durante este tiempo, sucedió de todo. En el libro, sin embargo, condenso nuestra historia en un solo año y escojo cuidadosamente los fragmentos que me interesan para narrar una historia sobre la pérdida de libertad que implica envejecer. Como se ha dicho muchas veces, la realidad es desorden y arbitrariedad mientras que la literatura es orden y causalidad. Por mucho que uno se inspire en la realidad, al transcribirla en papel debe modificarla a fin de contar una historia que transmita un mensaje concreto; seleccionar, modular e inventar. He tenido que trabajar mucho hasta conseguir ponerme en la piel de una anciana neoyorquina con un inicio de Alzheimer y transmitir esa idea de soledad cambiante que tanto me interesaba.
En la novela, la pérdida de la memoria, el Alzheimer, está vinculada a la sensación de soledad. Es curioso porque, en la mayoría de los casos, quien más sufre en el entorno son los parientes, ya que la persona enferma no es consciente de las consecuencias de su enfermedad ni de las pérdidas que supone en la integridad personal. ¿Cómo encaja esto en la novela?
Cuando el Alzheimer, o la demencia senil está en una fase muy avanzada, el que la sufre ya no es consciente. No obstante, al comienzo de la enfermedad se es plenamente consciente de lo que está pasando. Eve vivió su declive con verdadera angustia, especialmente al ser ella una persona que se había dedicado toda la vida a pensar y a escribir. Incluso cuando sus pérdidas de memoria no paraban de acentuarse, tenía momentos de lucidez en los que seguía siendo la mujer inteligente que yo había conocido al principio.
Lo familiar es un componente muy importante en el personaje de Eve, sobre todo en su sufrimiento cotidiano. Sin embargo, podríamos considerar que Jorge tiene unos rasgos asociados con lo familiar, como son la confianza, la complicidad y la compañía.
Eve siente por Jorge un vínculo familiar más poderoso que el que siente, por ejemplo, por su sobrina Deborah. Jorge es la familia que ella ha elegido. Cuando alguien pierde toda conexión con quien considera su familia auténtica, ya no le queda ninguna razón por la que seguir luchando.
Eve tiene un imaginario muy marcado sobre lo que le gusta y sus rutinas diarias, que la acompaña en toda la novela de una forma constante pese a la transformación que experimenta. ¿Crees que un imaginario tan potente está presente en cada uno o que es un estadio que se potencia en la vejez?
En el caso de Eve, su manera tan particular de vivir la vida es consecuencia de haberla vivido a solas. No ha tenido a nadie que le haya ido marcando el camino. Ella misma ha diseñado su día a día tal y como ha querido. Es una persona que se nutre de esos breves encuentros que comparte con las cajeras del supermercado, con los porteros de su edificio o con quien se cruce por su camino. La rutina pone orden a su existencia. Vive de los pequeños detalles.
Roland Barthes, en 1969, publicó un artículo llamado La muerte del autor. En él defendía que si queremos analizar un texto, en tanto que artefacto literario, no podemos acercarnos desde el elemento autobiográfico sino desde los aspectos formales, ya que es esto último lo que verdaderamente caracteriza una pieza artística. Por eso lo tituló así: cuando un autor escribe, debe morir en tanto que desaparecer ya que el lector debe interactuar con la obra resultante y no con su vida personal. ¿Cómo concibes esto como autor? ¿Qué podríamos encontrar de este aspecto formal, sin ninguna interferencia vivencial, en Mientras pudimos?
Cuando has trasladado una experiencia propia al papel, el resultado es lo único que importa. Al lector no tiene por qué interesarle que la historia sea real o fruto de la imaginación del autor. Lo único que el lector valorará es si la historia le ha interesado, si las tramas fluyen, si está bien escrita, si los personajes son complejos y están bien construidos, si le ha hecho sentir, si ha aprendido o reflexionado mientras leía…
Coincido con Roland Barthes en que hay que acercarse al texto desde una perspectiva formal, de lo contrario lo más probable es que no vaya a funcionar, si no es como un mero diario personal.
La decisión de escribir Mientras pudimos desde la perspectiva de Eve, y no desde la mía, me alejó automáticamente del terreno autobiográfico. Contemplar la vida a través de los ojos de alguien tan diferente a mí ha sido un verdadero reto.