Paula Palacios, la directora de Cartas Mojadas nos demuestra que este no es simplemente otro documental sobre migraciones en Europa. Es una película que nos hace testigos de lo que ocurre en el viaje migratorio entre Libia y Europa, llevándonos a las profundidades del Mediterráneo en las embarcaciones del Open Arms y –asombrosamente también– a bordo de la antagónica nave de los guardacostas libios, quienes muestran lo bien que hacen el trabajo que Europa les encargó: evitar que más personas logren cruzar la frontera. Cartas Mojadas lleva consigo los nombres de aquellos que migraron de Libia a Europa entre 2016 y 2019, y especialmente, el recuerdo de los que no lo lograron.
Con una trayectoria de quince años haciendo documentales, y la valentía de meterse en lugares a los que nadie iría para mostrarnos sus realidades, Paula Palacios dirigió Cartas Mojadas con la producción de Isabel Coixet. “Una pregunta recurrente es por qué hago otra película sobre migraciones. La respuesta es fácil: porque ese horror sigue ocurriendo, la gente sigue muriendo, les seguimos expulsando”, nos cuenta la directora en la presentación que dio en Cines Boliche, Barcelona. 

Es lunes a las ocho de la noche y esperamos a que los últimos asistentes lleguen a la sala donde será proyectada Cartas Mojadas. Sabemos que el toque de queda empieza a las diez, así que será una presentación corta. Entra Palacios y, tras agradecernos por asistir, nos explica sobre el gran paso que representa llevar el género documental a la pantalla grande. “Hay temas que estamos cansados de ver en la televisión. Llevo muchos años haciendo documentales para la televisión y no son eficaces”. En efecto, ver documentales en dispositivos móviles o en la televisión no nos afecta ni impacta del mismo modo que lo hace una pantalla gigante en medio de la oscuridad.

Y esta era la intención con el documental, de darle visibilidad y exposición a una realidad que pasamos por alto y que merece ser atendida urgentemente. “Estrené la película hace dos meses con un lenguaje muy chulo, muy diferente y no esperaba que el espectador español se movilice a cines; sin embargo, con Cartas Mojadas seguimos en cines”. Tras una serie de retos superados durante el proceso de rodaje, como acceder a bordo del barco guardacostas libio o llegar a Libia –ya que le denegaron el visado a su equipo por lo que tuvo que viajar sola y conseguir un equipo local–, Paula Palacios logró llegar a Ben Walid, ciudad cerca de Tripoli donde se trafica y tortura a personas. Este es el punto del documental donde podemos entrar al infierno del que estas personas escapan y la razón por la que Europa parece ser su última esperanza. “Ninguno de ellos se imagina que en Europa no entendamos por lo que pasan”, cuenta la directora.
Mientras ves Cartas Mojadas y sigues el viaje que realizan, los sacrificios que hacen para jugar su suerte a escapar en un bote inflable y las vidas que se pierden en el camino, es inevitable deplorar el vergonzoso trato que reciben al llegar aquí o incluso si no llegan, cuando son interceptados, devueltos a Beni Walid y torturados.

Pero la denuncia no se queda en la pantalla de cine. Explica Palacios, “al estar la gente tan dispuesta al entrar en la historia, hay un sentimiento de frustración, ¿Ahora qué hacemos?”, se pregunta el espectador. Y es que es imposible observar el infierno que están pasando miles de personas sin querer hacer algo al respecto. Así, Cartas Mojadas ha servido también para empezar una conversación que no hubiera tenido tanta relevancia de no haber sido mostrada crudamente en el documental. Actualmente, se están reuniendo firmas para la petición #NoaEstePactoMigratorio, que solicita al Gobierno de España posicionarse en contra del pacto migratorio y se proponga una política humana y de acogida.
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