“Al sur de Marruecos, entre Taghazout y Agadir, se localiza Playa de Anza. Allí el mar se mueve fuerte y el viento sopla con ánimo. No es una playa especialmente bonita, pero la sensación de libertad que transmite es infinita.” Así explica la joven modista Virginia Expósito el nombre su marca de ropa, Playa de Anza.
Caracterizada por usar tejidos naturales y producir lo justo y necesario, rompe con los esquemas de producción masiva de la industria en general. Y además, Virginia no se considera diseñadora sino modista –“me quedo con el oficio”, confiesa. Enamorada de su ‘terra’, Galicia, gran parte de su trabaje está influenciado por sus costumbres, folklore y recuerdos personales. O por su madre, Carmen, a la que dedica su última colección, Farruca, que también ha convertido en un corto. Hablamos con ella sobre tomarse las cosas a tu propio ritmo, oficios que desaparecerán, las raíces, y cómo reconectar con ellas a pesar de estar lejos.
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Primero que todo, cuéntanos cómo decidiste que querías ser diseñadora y cómo ha sido el proceso hasta crear la marca.
De pequeña, mi mesa de los deberes estaba localizada en la salita de costura de mi madre y me gustaba observar la máquina de coser como lo que era, una máquina. Estaba totalmente prohibido tocarla. Siempre fui una chiflada de los colores y texturas, y lo más cercano que podía hacer por entonces vinculado a la costura era organizar la caja de los hilos por gama cromática. Mi padre era Toño, ‘o neto do sastre’. Supongo que esto podría ser la señal de un principio.
A partir de allí, ¿cómo has ido evolucionando?
Hace tiempo me fui de Galicia con la intención de reinventar algo que ya existiese pero que estuviese a punto de desaparecer. Me vine a Barcelona y, progresivamente, me saqué el título de modista y sastre por el Sistema Martí, lo que era el tradicional sistema de corte y confección que ideó en su día Carmen Martí de Missé y con el que muchas mujeres trabajaron durante las décadas de los 50, 60 y 70 –gloriosos años en la moda.
Tras esto comencé a trabajar paralelamente con diferentes diseñadores y, a la vez, creando pequeños encargos a medida. Un día compré quince metros de lino rojo y el resto se fue dando solo. No me veo encasillada en la definición de diseñadora, me quedo con el oficio.
Al sur de Marruecos, entre Taghazout y Agadir, se encuentra la playa de Anza, que da nombre a tu marca. ¿Qué tiene de especial?
Como cada vez que viajo a Marruecos, me siento lejos de occidente pero cerca de casa. Al estar bañado por el Mar Atlántico hay muchas similitudes. Marruecos es un país muy hermoso, vivo y emotivo, pero a su vez, es muy intenso. En la playa de Anza fue el único lugar de Marruecos en el que conseguí una sensación de libertad plena y una paz muy orgánica. El verde que había era el mismo que hay en Galicia, pero representado en otras naturalezas. El mar suena igual de bravamente. Sentí que pertenecía a aquel lugar siendo de otro sitio. Apunto que esta playa no es especialmente bella.
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Lanas, tencel, lino o algodones son algunos de los materiales con los que trabajas. ¿Sueles trabajar siempre con tejidos naturales?
Son casi todos los materiales con los que me encanta trabajar. Le tengo bastante pánico al poliéster aunque reconozco que tuve que caer en sus brazos una o dos veces. Me gustan las telas que dejen funcionar al cuerpo como lo necesita. Al fin y al cabo, es quien las lleva.
Diseñas y confeccionas tú misma todas las prendas, y defines tu producción como la justa y necesaria. Háblanos sobre esta idea de producir y comercializar.
Siempre he estado trabajando en retail de cara al público a la par que hago lo que me gusta de forma independiente. Es preocupante ver como en una tienda entran cada semana centenares de prendas iguales para personas que quieren ser una estampa de una imagen preconcebida, y que pagan un precio que no analizan en absoluto. Trabajamos para ganar dinero y reinvertirlo, pero no se reinvierte de una forma ética. Tiramos a lo barato argumentando necesidad sin cuestionar cuántas horas, cuántas manos o cuántos viajes ha hecho lo que tenemos en nuestras manos.
Confeccionar una camisa necesita mucha atención: se crea un diseño, se hace un patrón, se modifica hasta conseguir lo deseado, se elige una tela, hilos, botones y otros materiales, se corta esa tela, se confecciona y se plancha. En este proceso completo ya se hacen más de doce horas de trabajo. Estamos ante el desprecio y desvaloricación real de una larga labor.
¿Cómo has insertado estas ideas en Playa de Anza?
En los primeros días de Playa confeccionaba hasta tres prendas por modelo. Funcionaba bien pero, como en toda colección, siempre hay prendas que funcionan y otras que no. Una temporada me guisé tres vestidos iguales y me aterroricé bastante. ¿Qué haces cuando sucede esto? Reflexionar. Nadie necesita esos tres vestidos. En realidad, nadie necesita más ropa de la que ya tiene. Es capricho.
“Me gustan las telas que dejen funcionar al cuerpo como lo necesita. Al fin y al cabo, es quien las lleva.”
Así pues, ¿cómo replanteaste este concepto?
Decidí que si quería seguir trabajando este arte debería replantear mis principios. Así que opté por crear lo que realmente necesita la gente confeccionando únicamente lo que me demandan. Creo un prototipo y después confecciono más por encargo. Últimamente estoy trabajando con pequeñas partidas de tela fuera de stock (no más de diez metros normalmente). Es interesante, ya que hace el producto más exclusivo.
Hablando de exclusividad, ¿a qué parte del proceso de creación de tus prendas le pones más énfasis?
En cuanto a la confección, gran parte la hago yo, pero tengo mucha ayuda – sobre todo en casos en los que no llego a tiempo. Me gustaría solo hacer una parte del proceso de creación, o bien patronar o bien confeccionar. Realmente es más profesional y centrado que llevar a cabo íntegramente un proyecto de forma individual. Aquí me gustaría matizar que cada vez se complica mucho encontrar confeccionadores minoristas. Es un oficio generacional y creo que falta muy poco para que se extinga. Hay mucha gente formada en el ámbito estético pero muy poca en el técnico.
¿Has pensado en hacer una tienda física en un futuro?
No, creo que conecta poco con la economía de este proyecto.
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Hablemos de tu última colección, Farruca. ¿Qué historia pretendes contar con ella? ¿A qué se debe este nombre?
Farruca es el recuerdo lejano pero latente de una madre evocado por su hija. Ambas mujeres se mantienen con vida en suelo terrenal pero sus destinos son separados drásticamente. Se presenta un viaje a través de la memoria y el tiempo en el que se reviven escenas descriptivas del carácter, costumbres o formas de hacer de Carmen, una mujer muy sufrida, oscura, solitaria y trabajadora. Todo ello está ambientado de forma que se mantenga la esencia de el tradicionalismo y costumbrismo rural de Galicia.
He intentado plasmar fielmente la esencia de atributos como el luto, lo sobrenatural, el misticismo, el dolor y la represión, términos que, la verdad, son muy nuestros. En este caso, contar la historia de mi madre sirve para proyectar lo que ha sido y es la vida de muchas mujeres en Galicia, que no distan de ser casos muy diferentes.
O sea que Farruca está inspirada en tu madre, Carmen. Sus costumbres y gustos quedan de manifiesto, así como una fuerte presencia de las tierras gallegas, ¿qué te ha ayudado a inspirarte en esta colección?
Mi madre siempre me llamaba ‘farruca’ cuando era pequeña. Era una niña con mucho carácter, muy terca y definida. El término proviene de Andalucía y hacía referencia a los gallegos que emigraban al sur durante la guerra civil para buscarse la vida como temporeros o freidores de pescado. Éramos los recién llegados, reservados, con mucha voluntad para trabajar, sin miedo a lo que viniese de frente. Farruca proviene del árabe ‘faruq’ que significa ‘ser valiente, obstinado, terco’. Amo la cultura magreb y todo lo que de ella deriva de una forma tan inexplicable que siempre quise buscarle una explicación.
Los ritmos musicales de la música árabe y turca tienen mucha similitud con la música de Andalucía. Hace un año más o menos empecé a ir a clases de flamenco y descubrí el palo de la farruca. Cuando mi profesora mencionó el nombre de este baile y comentaba que este está vinculado Galicia, mi cabeza hizo muchos cortocircuítos. Me acordé de que mi madre me llamaba así y quiese investigar su significado. Se solaparon muchas coincidencias atlánticas y se creó esta idea.
Si el primer año de vida de Playa de Anza destacaba el ïlex top, ahora con tu nueva colección, ¿cuál crees que es la prenda estrella? ¿Y tu favorita?
La verdad es que el ïlex top está inspirado en lo que es la forma del chaleco tipo corsé que llevaban las mujeres en el traje tradicional gallego. Me pareció muy bonita su estética y lo reinventé convirtiéndolo en una prenda reversible que se pudiese poner con la espalda hacia el delantero y a la inversa. En la colección de Farruca, esta prenda vuelve a hacer acto de presencia con el nombre de Cruz de Caravaca, pero esta vez participa como una prenda de sastrería y sobreponiéndose con el top Guillade, hecho con tul transparente. Juntos son mi combinación preferida. Es una bonita reiterpretación del luto. De todas maneras, como prenda, mi favorita es el vestido Otilia. Creo que evoca a una mujer contemporánea con unas raíces muy fuertes.
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Con cada colección que haces sacas un pañuelo fruto de la colaboración con otro artista. Explícanos más sobre esto.
Constantemente intento solapar el talento de los que me rodean con lo que hago. La idea de este tipo de colaboración se debe a que estoy rodeada de muchos amigos que dibujan o pintan. Honestamente, ellos son la nota de color en cada colección, ya que trabajo casi siempre con tejidos uniformes y monocromos. Un pañuelo de seda es un accesorio que creo que dice mucho de la personalidad de quién lo lleva, tiene mucho carácter. Pero es un complemento que ha perdido mucho protagonismo con el paso del tiempo pese a que es muy versátil.
La primera vez que vi una de las pinturas de Joshua Perkin aún no éramos tan amigos y Playa de Anza no existía ni en gameto. Me causaron tanta impresión y las visualicé tanto en un trocito de tela portable que le prometí que si algún día hacía ropa, plasmaría su trabajo de alguna manera. Un par de años después de esa volátil idea, esa pintura casi siempre está atada en mi pelo y sirvió para invitar a más artistas a que experimenten lo mismo. Me gusta la idea de que el arte rompa con lo estático de pertenecer a un espacio.
Con Farruca, el pañuelo que has sacado está ilustrado por la artista Begoña García Alén. ¿Qué te llamó la atención de su obra y por qué la eliges? ¿Qué crees que aporta su visión/obra a la colección?
Elegí a Begoña porque tenía muchas ganas de que Playa de Anza llegase a Galicia de una vez. La conozco desde hace años y siento mucha debilidad y admiración por su trabajo. Es muy sutil, elegante y misteriosa. Le escribí un mail diciendo que me gustaría hacer un homenaje a mi madre y le hablé acerca de su carácter y forma de ser. Nos fundamentamos en hacer esta representación trabajando con su flor favorita, el gladiolo. Me diseñó dos propuestas diferentes y opuestas. No pude descartar ninguna. Confieso que en cuanto recibí los pañuelos, posteriormente diseñé la colección. El mérito es totalmente suyo.
En esta última colección, has colaborado también con Omen Cinema para realizar un cortometraje, que has presentado en Barcelona hace apenas unas semanas. Cuéntanos un poco más sobre cómo surgió la idea y de qué va para los que no pudieron asistir.
Me encantaría poder trabajar en el vestuario para artes escénicas, pero como de momento aún no se ha terciado, quise crear yo misma mi propio escenario. Farruca ha sido un proyecto impulsivo cuyo guion ha sido creado en una sola noche y rodado en un sólo día, una semana después de plantearlo. Sin lugar a duda, esto no hubiese sido posible sin la predisposición de todos los que han ayudado a transmitir esta historia a una gran pantalla. Hemos trabajado conjuntamente profesionales muy pulidos en su sector específico con una aspiración muy humilde: demostrar lo mejor de cada uno.
Celebramos el evento en Nica Bonay el pasado 13 de marzo, donde se presentaron diferentes disciplinas artísticas vinculadas a tres atlánticos diferentes (gallego, andaluz y magrebí). Había una instalación floral de Carolina Spencer, de Matagalán, que representaba una de las escenas del corto, y además pincharon una selección enfocada al Magreb los DJs Alicia Carrera (Hivern Discs) y Phran (Vimana). 
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En un shooting reciente de Vogue España, la joven cantaora catalana Maria José Llergo lucía tus diseños. A pesar de la distancia geográfica, ¿podría ser su música la banda sonora de Farruca? Si no, ¿qué música crees que representa mejor Playa de Anza?
No, ¡para nada! Aunque me encantaría. María José Llergo es una resplandeciente fuente de talento tradicional que no va a dejar indiferente a nadie. Desde luego, no descarto futuras colaboraciones con ella, pero aún no se ha dado el caso. Creo que tenemos motores que nos mueven a rutas similares, que es seguir haciendo brillar a nuestros orígenes, que poco a poco se dejan desaparecer.
Hasta hace poco, solo hacías ropa para mujer. Sin embargo, antes de acabar el 2018 lanzaste unas piezas para hombre. ¿Crees que vas a seguir con esta línea?
¡Estoy muy contenta! Ha sido una colección muy pequeña por miedo a arriesgar, pero estoy muy agradecida con la acogida. Me gustaría seguir un poco con la misma línea que con lo que presenté en invierno. Creo que el mercado independiente de hombre es algo que se debe potenciar más y darle más oportunidades.
¿En qué te veremos metida próximamente?
Tengo muchas ganas de que mi ropa acompañe historias y creo que este año vestirá alguna más y quizás, alguna canción.
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