En un panorama musical donde todo parece estar saturado, plagado de puestas en escena artificiosas con calculadas estrategias publicitarias detrás, supone todo un soplo de air fresco que una banda musical actúe por amor al arte, por pura diversión. Eso es lo que, desde el principio, se propusieron los dos músicos que componen Rosin de Palo.
Mario y Samuel, jóvenes de Zaragoza, con solo batería y contrabajo, han ido recorriendo un camino en el mundo de la música que, aunque solo hayan dado sus primeros pasos, puede suponer un ejemplo para muchas otras bandas. Su espíritu libre, sin ataduras creativas, es su principal arma a la hora de enfrentarse a la industria y a un público que, sorprendido, jamás se espera lo que van a realizar cuando se suben a un escenario. No les mueven la fama o los likes en Instagram, lo único que quieren es divertirse, pasar un buen rato y sacar una sonrisa y un baile a todo aquel que se pare a escucharlos.
Vuestros comienzos musicales fueron bastante nómadas. Estudiasteis en el conservatorio para luego pasar a formar parte de bandas como Tovché, Begut The Band o Mediapunta. ¿En qué momento os encontrasteis y decidisteis dar vida a Rosin de Palo?
Bueno, en el conservatorio aún seguimos (risas). Siempre nos ha gustado ir a nuestra bola y salirnos un poco del elitismo del conservatorio (es un poco amor/odio). También llevamos desde pequeñitos metidos en la música clásica. Es necesario salir de ahí de vez en cuando y probar otros circuitos, otros formatos. Ampliar nuestro espectro musical, crear algo propio, vaya, y en el conservatorio no te enseñan eso.
Esas bandas consistían en juntarnos los amigos y tocar, luego ya Rosin de Palo fue algo natural, una necesidad de llevarlo todo más allá y, como nos gusta decir, un reto y una flipada hacer un dúo batería/contrabajo.
¿Por qué ese nombre?
Rosin de Palo es el nombre de nuestro niño interior, o de una señora mayor rollo Rosa de Palma, que nos lo dicen mucho. Me gusta esa imagen. La verdad es que, cada vez que nos preguntan, decimos una cosa distinta (risas).
Los dos habéis estudiado música, venís de la misma ciudad (Zaragoza) y compartís la afición por la música sin fronteras ni cortapisas. ¿Qué creéis que habéis aportado cada uno a esta banda? ¿Y el uno al otro?
Nos retroalimentamos en el sentido de que llega un punto que cualquier disparate nos parece la mejor idea del mundo, luego ya la cagamos, aprendemos y seguimos y nos reímos de ello. (Samuel dice que Mario ha aportado un toque de locura; Mario dice que Samuel aporta locura al grupo, un conglomerado de risas).
La voz en vuestras canciones la han puesto también jóvenes artistas como Cosme Pelotillo o Karina Soro. ¿Habéis pensado en lanzaros también a cantar vosotros mismos?
Claro que sí, en ello estamos. Todo se va a intentar y todo se va a probar, afinando o sin afinar, con o sin autotune (risas). ¡‘Sí’ a todo!
Los dos partís de la música clásica, ¿cuál es el viaje creativo hasta colocaros en un punto tan distinto como supone vuestro último lanzamiento, Gana pasta pasta gansa? ¿Creéis que la música clásica cuarta en cierta manera la libertad creativa de un músico?
Gana pasta pasta gansa la hicimos con Cosme Pelotilla en Lacasia de la Música, en Yeste, Huesca. En una casita en mitad del monte, imagínate, donde producimos y grabamos los temas. Somos muy de rallarnos con estructuras/sonidos/ambientes y tema producción en general, pero también nos gusta quedarnos con primeras impresiones, y si funciona y tiene un sentido, pues para adelante. Este tema era muy de sensaciones y full de energía. En una mañana ideamos el tema, grabamos y mezclamos, y en otra, el vÍdeo. Cierto es que cada tema tiene un tratamiento distinto, pero Gana pasta pasta gansa tenía que ser así.
Respecto a la segunda pregunta, la respuesta es simple. En el conservatorio estudiamos ‘interpretación musical’, y nosotros tenemos muchas inquietudes y somos un poco punkis, por eso lo de aprende fuera del ‘conser’.
Temas como Rushing, Standar Drink o Grité Magritte están prácticamente desprovistos de cualquier rasgo electrónico, pero vuestros últimos lanzamientos como Me dueles y, sobre todo, Gana pasta pasta gansa, sí que tienden más hacia el sintetizador y la cumbia electrónica. ¿A qué se debe este giro reciente en vuestro estilo?
Muchas bandas dicen en entrevistas cosas como ‘en este disco hemos encontrado nuestro sonido’ o ‘es el disco más maduro’. Nosotros en nuestra vida nos vemos diciendo cosas así. Igual nuestro sonido es no tener un sonido concreto y sorprendernos a nosotros mismos en cada tema. No lo sé. Ya te digo, nos dejamos llevar y de momento nos flipa.
Hacemos trap, reggae, math rock… pero no buscamos ser unos exponentes del sonido urbano o hacer un reggae old school, ya que para eso tendríamos que centrarnos en ello. Creemos que hacerlo a nuestra manera, con nuestro toque, es más interesante y único. Sí que es verdad que estos temas que citas, al ser una colaboración con Cosme Pelotillo, buscábamos un sonido actual, más urbano , pero siempre de base el sonido del contrabajo y percusión.
Para vosotros la música parece más una fuente de diversión, una forma de escapar y hacer locuras, ¿teméis que el tiempo y la madurez terminen por matar la diversión?
Ni de coña. El tiempo y la madurez nos darán más experiencias y diferente enfoque. Aprender, vamos. Pero en el momento en que no haya diversión esto no tendría sentido, no podría ser.
Trajes de lycra roja, máscaras con forma de pico de pato, maillots multicolores, cadenas de oro, máscaras estilo Kabuki y otras veces, incluso sin ropa… ¿De dónde surgen esas ideas tan dispares e incluso alocadas que podemos ver en vuestros videos?
Desde un primer momento nos atraía mucho la idea de engañar estética y musicalmente. Todo esto vino de René Magritte, quien decía que las representaciones podían mentir y que no hay que fiarse de sus obras. Va un poco por ahí. También nos encanta disfrazarnos, para nosotros es una manera de inmersión total en nuestra música, sobre todo en directo. El planteamiento de performance en el escenario completa de alguna manera nuestras canciones.
En directo sois todo un espectáculo, pura energía. ¿Cómo fue vuestra primera actuación en directo? ¿Notáis vuestra evolución sobre el escenario?
Nuestra primera actuación fue en Madrid, en la inauguración del Espacio Cómplices. Recordamos con mucho cariño esa experiencia pues fuimos con un pequeño altavoz para el contrabajo y un cajón de percusión. Fue genial. Era la inauguración del coworking y nadie nos conocía, claro. Fue un impulso enorme que nuestro primer concierto como Rosin de Palo fuera en Madrid, fuera de casa, en una fiesta en Lavapiés.
Nuestra evolución ha sido enorme, en dos años hemos tocado en muchos sitios. En festivales, salas, en pistas de golf, en un castillo, en la calle, incluso en un campamento de chavales… flipante. Si por las mañanas estamos en el conservatorio por las noches vamos al local, y los fines de semana alquilamos furgoneta. Son muchas horas tocando juntos. La evolución es obligatoria, no sé si a mejor o a peor (risas). Nos sentimos muy afortunados, la verdad. Es una evolución muy grande en el escenario, pero más aún, personal.
Habéis participado en El incendio, una docu-serie que se estrena el próximo septiembre en Instagram, que trata sobre el movimiento cultural que se ha estado moviendo entre los jóvenes de Zaragoza. Vosotros sois de allí, ¿qué significa y cómo os ha influenciado el panorama artístico de la ciudad?
Como en todo, nosotros en particular nos fijamos mucho en ‘los mayores’ (risas). Los Bengala, My Expensiva Awarenes, Calavera, Bigott… Son grupos de Zaragoza que nos encantan y, obviamente, llevan muchos años en esto. Ahora, hablar de panorama es jodido, no hay sitios donde tocar ni donde juntarnos amigos de amigos y coincidir todas las personas que hacemos cosas en los mismos sitios, cosa que es lo que pasaba antes de la pandemia. Eso era muy guay. Nos conocíamos todos y se notaba que había muchas ganas de aprender y de hacer escena, hostia, que parece que aquí no hay nada.
Propuestas como El incendio son muy necesarias. El panorama nos influencia y afecta en relación a lo que comentábamos antes, ‘lo que se aprende fuera del conservatorio’. Pues esto es así, sentir que perteneces. El boca a oreja, en Zaragoza eso es la clave. Somos como un pueblo grande.
El año pasado ganasteis el festival Ambar Z Music, y desde entonces habéis tocado por salas de toda España. En el 2020 tampoco habéis parado. Acabáis de publicar un nuevo vinilo, Split 7, editado por Zaragoza Feliz Feliz records, en colaboración con A.A. Guille, y tenéis varios conciertos programados para este verano. ¿Cómo encaráis el resto del año? ¿De qué manera os ha afectado el confinamiento? ¿Teméis que se reduzcan las oportunidades para los grupos que están empezando?
El resto del año es incierto, como le pasa a todo el mundo, vaya. Nos encontramos preproduciendo lo que será nuestro primer LP, que si todo va bien, saldrá la primavera que viene (toquemos madera). Durante el confinamiento hemos tenido mucha suerte, ya que, sintiendo la envidia, lo hemos pasado en las montañitas. Nos ha afectado bastante pues hemos tenido un par de experiencia extraterrestres, pero eso ya lo contaremos más adelante. Cero risas.
¿Teméis que se reduzcan las oportunidades para los grupos que están empezando?
Sinceramente, nos gustaría pensar que no, que ahora con Instagram, plataformas de streaming… De primeras, las salas de conciertos están cerradas, así que a tomar por culo, tío.
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