“Cada día hay que ganarse el apelativo de ‘escritor’, una y otra vez, con gran esfuerzo” escribía Sylvia Plath en su diario, en octubre de 1956. 60 años después de su muerte, aquí seguimos, tomando el relevo de sus esfuerzos. El prestigio y el reconocimiento que obtuvo en vida no son una garantía que proteja su legado. Heather Clark se propuso escribir una biografía digna de la figura de Plath. Una biografía sobre la escritora más importante del siglo XX y no sobre la ‘poeta maldita’. Red Comet. The short life and blazing art of Sylvia Plath salió a la luz en 2020 y fue finalista al Premio Pulitzer como mejor biografía. En febrero de 2023, la editorial independiente Bamba Editorial publica su traducción al español: Cometa rojo. Arte incandescente y vida fugaz de Sylvia Plath, traducida por Julia Viejo y Gudrun Palomino.
Bamba nace en 2019 como una revista digital con el objetivo de escribir sobre mujeres, conocidas y por redescubrir, en el mundo del arte y la cultura. La comunidad fue creciendo y en 2021, el equipo formado por Raquel Bada (dirección creativa y editorial), Cristina Portela (edición/comunicación), Laura Baufalc (diseño editorial), Ana Herguedas (relaciones comerciales) y Paula Martins (marketing), dieron el paso al mundo editorial. Su misión: darles, a las mujeres dedicadas al arte y la cultura, el espacio que se merecen en el imaginario colectivo y en nuestras estanterías.

Elena Quiroga fue la autora que inauguró el catálogo con Tristura, primera novela de la trilogía de Tadea. Quiroga obtuvo el Premio Nadal de Novela en 1951 y fue la primera mujer novelista en ingresar en la Real Academia Española. A pesar de su declarado éxito en vida, el paso del tiempo –con sesgo masculino– dejó su legado cogiendo polvo. A raíz de la indignación personal de Bada, se propusieron rescatar su obra desde Bamba y volver a colocarla en nuestro paisaje literario.

En el caso de Sylvia Plath, no fue tanto víctima del olvido como del morbo. Frieda Hughes, hija de Sylvia y de Ted Hughes, escribía en 2003 en un poema titulado Mi Madre: ‘‘La están matando otra vez. / Ella dijo que lo hacía / una vez de cada 10 años, / pero ellos la matan anualmente, cada semana, / algunos incluso lo hacen a diario, / llevan su muerte en sus mentes / y la ejecutan.’’, como respuesta a una película producida ese año por la BBC, Sylvia.

La historia o la cuentas o te la cuentan. Gracias a los esfuerzos continuados por redes de mujeres profesionales de la cultura, sabemos que siempre hemos estado ahí. Que siempre ha habido mujeres ávidas que se han dejado la piel por un sueño. De ahí la importancia de proyectos como Bamba, de recuperación con perspectiva de género, de ‘‘excavación y levantado’’, como dice Raquel Bada en esta entrevista.
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Lanzar un proyecto editorial independiente ha de ser una tarea complicada y más en un mercado tan saturado. ¿Cómo está siendo la experiencia?
Es complicado seguir el ritmo de la industria. En nuestro caso, queremos dedicarle un espacio a cada autora que publicamos, tener un catálogo más pequeño y crear un universo para cada una. Pero esto choca con los ritmos que marca la industria. Por ejemplo, con el caso de Cometa Rojo, se agotó antes de salir y eso no nos había pasado nunca. De repente tienes que improvisar. Dentro de un año ya conoceremos mejor a nuestras lectoras, pero en este caso, personalmente, subestimé a Plath, porque no me esperaba este impacto.
Coincidió con que esa misma semana se publicaba otra biografía de Plath, Magia Cruda, de Paul Alexander, por Barlin Libros. ¿Qué hace diferente la biografía de Heather Clark?
Este año es el 60 aniversario de la muerte de Plath y tanto Barlin Libros como Bamba nos sumamos a la efeméride. Son dos biografías que conviven bien. Cometa Rojo está destinada a un público fiel a la obra de Sylvia, cerca del fanatismo. Tiene más de mil páginas, con todos sus diarios, cartas y mucho material que ha conseguido rescatar Heather Clark. Heather sabía que todos estos documentos se iban a liberar y, aunque ya existen once biografías de Sylvia, todas están muy sesgadas.
Para entender el retrato que se ha hecho hasta ahora de Sylvia, hay que saber quién tenía el legado, y era la familia de Ted Hughes, su exmarido, concretamente su cuñada, con quien mantenía muy mala relación. Esta mujer era la que autorizaba y desautorizaba todas las biografías de Sylvia Plath. Por eso quizá tenemos ahora esa imagen de Plath como una mujer perturbada. Heather intuía que estas versiones no eran dignas de la figura de la poeta y se propuso escribir una biografía desde el análisis de la obra, como se ha hecho con los grandes escritores.
¿Qué tiene Sylvia Plath que la ancla tanto a nuestro tiempo?
Es una pregunta que yo también me hago. No te sabría decir por qué, pero en la Feria del Libro de València, La campana de cristal se agotó. Yo creo que era una mujer enigmática y por eso nos atrae tanto. Si ves su imagen, parece el estereotipo de la mujer canónica de los años 50: pelo rubio, inmaculada, volcada en su familia, entregada... Pero lees su poesía y te descuadra. Heather cuenta en el libro que, la gente, cuando conocía a Plath, no pensaba que fuera escritora, no tenía ese aspecto bohemio que sí tenía Hughes, por ejemplo. El único momento en que descuidó un poco más su imagen fue cuando Hughes la abandona. Entonces se deja el pelo largo, lleva vestidos más anchos, se vería incluso más liberada, y en ese momento escribe Ariel.
Tengo la sensación de que se hurga en exceso de la vida personal de las mujeres artistas, intentando buscar una justificación para sus obras, como si no fuesen suficientes por su valor artístico.
Y más si han tenido un final trágico. Heather sabía que estaba escribiendo la biografía de la escritora más importante del siglo XX y tenía que abordarla como se había hecho con los grandes escritores: identificar el origen del genio literario (en este caso, a los 8 años), seguir su trayectoria y analizarla desde un punto de vista literario. El hilo conductor es descubrir cómo Sylvia llega a ser la mejor poeta de su siglo.
A día de hoy, sigue habiendo periodistas que describen a Sylvia como la poeta loca, la poeta suicida, pero no hablan de todo lo demás. En los primeros capítulos de Cometa rojo se ve lo extraordinariamente inteligente que era, y es abrumador. Ganaba premios constantemente, entró en los mejores colegios, siempre becada, era muy competitiva y quería exceder en todo. Entre los testimonios que aparecen, un profesor suyo del colegio confiesa estar cansado de recibir visitas de personas preguntando por la poeta suicida, y él responde: ‘‘Yo no conocí a esa mujer, yo conocí a la mejor alumna que jamás he tenido en mi escuela’’.
Hay un claro sesgo de género en la psiquiatrización. En el prólogo se hace mucho énfasis en esa personalidad tan ambiciosa de Sylvia. En esos tiempos, que fuese una mujer ambiciosa, con determinación, hizo que se la patologizase.
Absolutamente. Un biógrafo dijo de ella que tenía una “ambición patológica”. Simplemente era una escritora que quería vivir de su escritura y tenía que luchar el doble porque era mujer y era 1950. ¡Y aun así lo consiguió! Fue a Smith College, entró en la revista Mademoiselle, se fue a Nueva York, consiguió la beca Fulbright. Luego tuvo dos hijos y los mantuvo con sus ingresos, porque Ted era un desastre.
En Cometa rojo aparece una versión de Sylvia Plath muy consciente del aspecto comercial de la literatura. Escribe en su diario: ‘‘Hay un mercado cada vez más grande relacionado con los hospitales psiquiátricos. Sería de tontos no escribir sobre ello’’.
Ella estaba harta de escribir artículos absurdos. Iba combinando la entrega de poemas más simples y genéricos, que le daban de comer, con otros más experimentales. Pero nunca dejó de arriesgar. Sylvia leyó un poema sobre un aborto en la BBC, en una época en que la palabra pregnant estaba prohibida en la televisión británica. Siempre estaba buscando esas grietas por donde filtrar su verdadero interés. Tenía una pasión muy fuerte y decidida. Si sólo le hubiera interesado vender su obra, se habría quedado en la revista Mademoiselle, pero ahí tuvo su primera crisis, porque pensaba que la única forma de ser mujer y escritora en 1940 era escribir sobre zapatos. En ese momento, se da cuenta de que existe esa ‘‘campana de cristal’’, a la que se refiere a lo largo de su vida, haciendo tope.
En la presentación de vuestro título anterior, Luces y sombras de Zelda Fitzgerald, decíais que en Bamba publicáis sobre mujeres que venían del futuro, mujeres adelantadas a su tiempo.
No está hecho a propósito. Eran mujeres que hoy en día se pelearían por publicarlas. Sylvia Plath, si se hubiera esperado un par de años más, hubiera vivido toda la revolución feminista y los movimientos sociales de los años 70, y, tal vez, aún la tendríamos entre nosotros.
No ha pasado tanto tiempo desde entonces. Cuando hablamos de mujeres referentes en la literatura, me cuesta ubicarlas temporalmente. Se me presentan en un espacio-tiempo ambiguo entre finales del XIX y principios del XX.
Como si Sylvia Plath y Emily Dickinson fuesen coetáneas. Es normal, nos las han vendido así. Yo las ubicaba a todas en pack. Si no hubiese tenido un acercamiento personal a estas autoras, igual no habría distinguido a Jane Austen de Charlotte Brontë de Virginia Woolf... Las hubiera mezclado a todas en un mismo cajón. Y Charlotte Brontë, en sus cartas, ya estaba criticando a Jane Austen por ser demasiado anticuada. Joan Didion murió el año pasado y nació en el 34, como Plath, así que podría ser perfectamente una octogenaria.
¿Cómo fue la presentación con Heather Clark en Madrid?
Fue brutal. A todas se nos quedó corta. Heather estaba alucinada con que tanta gente en España conociera a Sylvia Plath. Y le gustó más la edición en español que la inglesa, porque en Inglaterra le obligaron a poner la imagen de Ted Hughes en la contraportada, por una estrategia de marketing. El auditorio era de 350 personas y se llenó. Yo tenía miedo de que el evento no moviese a demasiada gente. Cuando estás metida en un proyecto es difícil ser consciente del impacto que tiene. Y el síndrome de la impostora siempre ataca. Subestimas a Plath, subestimas tu trabajo, subestimas constantemente todo. Pero luego ves los resultados y es aún más emocionante.
Cuando decidísteis iniciar Bamba, ¿cómo os visualizabais y qué os habéis encontrado?
Esperábamos primero vender online. No íbamos ni a tener una distribución. Cuando nos planteamos hacer libros, poco a poco, con un catálogo reducido, la idea era vender desde la página web, hablar directamente con los libreros y llevarlos en mano. Finalmente, apareció una distribuidora tradicional y ahí empezaron a chocar las demandas del mercado con nuestros ritmos naturales. Cuesta cambiar de mentalidad respecto al plan original del proyecto. Nosotras intentamos alargar la vida de nuestros libros y no abandonarlos a los pocos meses de su publicación. Seguimos haciendo actividades con Tristura, de Elena Quiroga, aunque estemos ahora con la promoción de Cometa rojo. A mí se me sigue poniendo la piel de gallina hablando de Quiroga o de Zelda y el mes que viene me seguiré emocionando con Plath. ¿Por qué las íbamos a abandonar, entonces? Va en contra de la propia misión de la editorial de hacer perdurar sus obras.
¿Qué nombres tenéis en mente para próximas publicaciones?
Hay muchas mujeres por las que estamos peleando. Nos encantaría publicar a Silvina Ocampo, que no está publicada en España. Hilda Doolittle también tiene una obra fantástica. Y el año que viene empezaremos con Ana María Moix, que está sin recuperar y queremos sacar adelante su prosa. Pero la lista sería infinita.