Ensanchar los caminos a elegir y hacer de lo desconocido una oportunidad de la que aprender y nutrirse. Dos objetivos repetidos por muchos que, sin embargo, son pocos los que se atreven a llevar a la práctica. Ángelo Néstore, artista queer no binaria cuya obra gira en torno a la poesía y la perfomance (tándem al que ahora se adhiere la música) está decidida a hacer de la empatía el antídoto del siglo XXI, y habiendo encontrado una fórmula híbrida de expresión que le permite comunicar su mensaje de forma efectiva, ahora va un paso más allá en la persecución de su ansiado propósito presentando el que es su debut musical, Poeta Cíborg Pecador. Lo descubrimos.
La maleabilidad del lenguaje y la plasticidad de la expresión artística son dos de las fuerzas que mueven a Ángelo en su andadura creativa guiada por lo poético, y en la que destacan publicaciones como Hágase mi voluntad o Actos Impuros y reconocimientos como el Premio de Poesía Emilio Prados o el Premio de Poesía Hiperión. Haciendo de la mirada empática -fruto de sus vivencias y de una infancia en el sur de Italia marcada por el conservadurismo- el pilar indestructible de su proyecto interdisciplinar, ahora permite que su música salga de la habitación donde la mantuvo encerrado mucho tiempo superando sus miedos internos.

Dirigido por David Triviño y la productora Modular, el videoclip de Poeta Cíborg Pecador es una oda a la comunidad queer malagueña, a la que Ángelo se refiere como “efervescente y una de las más ricas y abiertas que he conocido”. Y es que la obra de videoarte, a través de la cual reflexiona sobre los privilegios propios y ajenos para poner de manifiesto las estructuras que rigen los equilibrios sociales actuales, está protagonizada por miembros de la comunidad queer y la escena ballroom local. “Me parecía un requisito fundamental y acorde al compromiso político del tema”, explica la artista, quien ya nos adelanta que probablemente habrá una segunda parte de este primer capítulo musical.
“Soy un perro en busca de otra narrativa”, entonas en tu impresionante debut musical, Poeta Cíborg Pecador, basado en versos de tu libro Hágase mi voluntad. ¿Qué nos puedes contar sobre esta narrativa a la que haces referencia?
Existe un relato en el cual se inscriben los cuerpos desde el momento en el que nacemos y que ordena a los sujetos en una relación de poder y de dependencia. Habitar el mundo supone, entonces, amoldar nuestro deseo a estructuras, normas y prácticas que, al final, hacen que no todas podamos acceder al mismo abanico de posibilidades para tener una vida lo más completa, digna y segura posible. Por ejemplo, el mismo Lacan sugiere que el capitalismo se adueña del deseo y lo canaliza hacia bienes de consumo, placeres y objetivos pequeños, dentro de una visión concreta y reducida de familia o identidad. Con esta canción, lo que pretendía era darnos cuenta de estos mecanismos que rigen nuestras vidas, pensarlos como posibilidades y así ensanchar los caminos a elegir, conscientes de los privilegios que tenemos y de todas las capas que implica la relación sujeto opresor-oprimido. Pero, sobre todo, intentar ver a la otredad y a lo desconocido desde una mirada más empática, ya que creo que la empatía es un antídoto para los males del siglo xxi.
Poeta y performer, tu trabajo ha sido reconocido con importantes galardones como el XX Premio de Poesía Emilio Prados, o el Premio Ocaña a tu trayectoria en el XXI Festival Internacional de Cine LGBT de Extremadura. Ahora decides ir un paso más allá desembarcando en la música. ¿Qué te ha llevado a tomar esta decisión? ¿Sentías que había llegado el momento?
Siempre he entendido lo poético como un territorio maleable y con muchas aristas. Probablemente, el hecho de pensar el arte desde una mirada cuir y en tránsito me ha ayudado a alejarme de la poesía como artefacto textual vinculado a un proceso de escritura establecido y a un soporte físico o digital estándar para debatir sobre lo poético, incluyendo otros códigos y factores que giran en torno a los modelos de creación y, por consiguiente, al acto performático de la fruición literaria en un contexto contemporáneo. Abrir unos textos que han pasado el filtro convencional del sistema premio-libro-publicación me ha ayudado a convertir un ritual solitario como la escritura y la canonización de un libro mediante un premio a otra liturgia colectiva, desde la cual y en la cual la creación poética es compartida con todos los agentes que han formado parte del proyecto; desde la producción musical, a cargo de Julia Martín, pasando por la dirección del videoclip, de David Triviño y de la productora Modular, por el trabajo corporal con Ximena Carnevale e Ilyak Visori y todo el equipo que lo ha hecho posible. Así pues, hemos conseguido generar nuevos modelos de representación de lo poético que rompen con la hegemonía, pero que se originan también desde el espacio privilegiado del canon. Siempre he creído que es necesario propiciar lo subversivo incluso desde lo hegemónico.
En tu poesía, la perspectiva queer se encuentra con la sorpresa constante y la firme defensa del lenguaje como herramienta política. ¿Cómo ha evolucionado el contenido y la forma de tus mensajes en estos últimos años?
El lenguaje, como el cuerpo, es algo que nos acompaña constantemente y, de forma paradójica, es lo que a menudo dejamos de observar porque solemos darlo por descontado (siempre y cuando seamos personas entendidas por la norma hegemónica como “sanas”). La sorpresa a veces nace de algo tan sencillo como la oportunidad de activar unos mecanismos de reconocimiento del lenguaje que antes teníamos, en cierto modo, dormidos. Hablar de mí, por ejemplo, alternando el masculino y el femenino, no nace exclusivamente como una estrategia de reafirmación identitaria, sino también como una herramienta performativa constante a través de la cual interrogo las convicciones propias y ajenas sobre las consecuencias tangibles de la palabra. Un poco como cuando empleo el femenino inclusivo en vez del masculino. Eso en concreto, al sentirse la otra persona directamente interpelada, me ha creado unos cuantos problemas en varias ocasiones y hasta una reclamación un día dando una conferencia en la universidad. Esa idea plástica y performativa de la lengua activa en mí unos mecanismos que hacen que las formas de expresión artística también vayan cambiando. Por eso ahora me encuentro donde estoy y me siento cómoda con lo que hago.
¿Cómo se produjo tu primera incursión en el universo artístico? ¿Te había interesado desde pequeña?
Sí, la soledad a la que he sido expuesta desde la infancia al ser hija única y al vivir en una zona periférica y conservadora del sur de Italia puede ser una gran aliada porque, al estar constantemente expuesta a mí misma, buscaba la otredad desde mi cuerpo, y ese deseo fantasmagórico de lo otro me ha ayudado a desarrollar una mirada empática que, en el fondo, creo que está a la base de mi proyecto artístico.
¿Y cómo recuerdas tu infancia? ¿De qué forma han influido tus primeros años de vida en tu obra?
Como te adelantaba antes, he tenido una infancia bastante solitaria, aunque no en el sentido estricto del término. Mis mejores amigas eran nuestras cuatro perras y con ellas creaba, dialogaba e imaginaba. Les debo muchísimo porque con ellas tenía que buscar estrategias alternativas de comunicación y conseguía hacer lo que muchas niñas de mi edad hacían con otras compañeras: nos inventábamos historias, jugábamos con la pelota, al pilla-pilla o al escondite. Paralelamente, mi relación con el mundo adulto casi siempre estaba filtrada por la religión o el protocolo burgués, y esa rigidez chocaba por completo con la plasticidad que tenía en mi día a día. Y esas contradicciones me las he llevado a todos los demás territorios, incluida mi concepción del género.
“Tengo la sensación de haber vuelto a salir del armario (y creo que ya sería la tercera vez)”, comentabas sobre Poeta Cíborg Pecador, una obra que reconoces como un reto personal mayúsculo. ¿Qué ha supuesto este proyecto para ti? ¿Es éste el cierre de un ciclo, o el inicio de una apasionante etapa aún por descubrir?
Esa “salida del armario” se debe al hecho de que mi relación con la música no salía de las paredes de mi habitación (con pestillo cerrado incluido). Siempre he tenido bastante pavor a la hora de compartir mi voz, pero luego llegó el teatro y, más tarde, la poesía. Mi relación con mi propia voz ha ido cambiando hasta que he encontrado esta nueva fórmula híbrida de expresión, y tengo la sensación de que me acompañará durante un tiempo.
Todas las personas involucradas en el vídeo, dirigido por David Triviño y producido por Modular Estudio, forman parte de la comunidad queer local y de la escena ballroom de Málaga. ¿Era éste un requisito imprescindible desde que planteaste la propuesta inicialmente?
Sí, mi idea era justamente trabajar con la comunidad cuir y de la escena ballroom local. Me parecía un requisito fundamental y acorde al compromiso político del tema. Tengo que celebrar el hecho de que he tenido una respuesta positiva en todo momento y todas las personas que han participado han sido generosas y colaborativas.
¿Y cómo definirías la escena ballroom malagueña actual? ¿Ha evolucionado mucho en los últimos tiempos?
Sin lugar a duda. La escena ballroom malagueña es efervescente y una de las más ricas y abiertas que he conocido. Se respira un aire de colaboración y de escucha y el gran trait d’union para mí ha sido Ilyak Visori y su House (The Exclusive House of Visori). Además, se organizan kikis y balls cada mes con invitados nacionales e internacionales (Covid permitiendo).
Lo que sin duda no ha dejado de expandirse han sido los horizontes de la poesía y la literatura. Elizabeth Duval, con quien hablamos hace unos meses, aludía al poder democratizador de Internet y al libre acceso del conocimiento. ¿Qué otros fenómenos destacarías? ¿Estamos avanzando por el buen camino?
Estoy totalmente de acuerdo. A lo que expone Elizabeth añadiría que el nacimiento de editoriales independientes como, en poesía, Cántico, Libero o la misma Letraversal, entre otras, ayuda también a enriquecer el mismo canon y a alejar la posibilidad de publicación exclusivamente mediante el sistema de premios.
¿Cómo ha sido el proceso desde que definiste la idea original de Poeta Cíborg Pecador, hasta que le diste forma a través de la música y el baile?
Desde el primer momento tenía claro que iba a ser un proyecto híbrido y colectivo. Con Julia Martín, responsable de la producción musical, hemos trabajado sobre la música, pero teniendo siempre en mente que se trataba de un poema. Gracias a su gran talento, hemos conseguido llegar a un artefacto artístico tan especial para mí, también porque no teníamos que amoldarlo a ningún exigencia de la industria musical. Esa libertad se ha convertido en una posibilidad de diálogo interdisciplinar. Yo en muchos casos solo he tenido que hacer de mediadora.
La educación es indudablemente el mejor antídoto frente a la intolerancia y la discriminación. Sin embargo, parece que los discursos que abanderan la importancia de los valores inculcados en la infancia no terminan de traducirse en planes educativos efectivos, en materia de respeto y visibilidad de distintas realidades. ¿Es necesaria una reformulación de la enseñanza?
Sí. Y lo afirmo con contundencia. De hecho, cada vez que me llaman para un proyecto educativo o para una lectura en un colegio o instituto, agenda permitiendo, siempre voy. He conocido a una constelación de docentes extraordinarios que están haciendo una labor brillante en sus realidades escolares, pero, a menudo, se enfrentan a muros gigantes que no pueden derribar. Por eso, veo necesaria una reforma estructural que conecte la educación con la realidad (y no solo laboral). Creo que el enfoque neoliberal de la educación, percibida esencialmente como una llave para abrir la puerta de un trabajo, es errónea. A mi parecer, se debería entender como una posibilidad de formar a una ciudadanía crítica y empática, pero ese cambio necesita una reformulación de los libros de textos y, sobre todo, de los espacios educativos, para que se trabaje de una forma más consciente sobre el cuerpo en relación con el entorno geográfico, social y cultural. También el enfoque sobre la literatura, en general, y la poesía, en concreto, me parece, en la mayoría de los casos poco proficuo. No se puede usar la lectura como castigo, o los poemas como mero ejercicio de memoria. La poesía es otra cosa.
¿Y qué nos puedes adelantar sobre tus próximos proyectos? ¿Veremos un segundo capítulo musical próximamente?
¡Seguramente! De hecho, estoy trabajando con Lostchild, un productor de Londres que admiro mucho, sobre un tema que gira en torno a la violencia y el deseo de cara al invierno, y preparando la parte visual con la poeta Sara Torres y las artistas Marta Velasco Velasco y Martín de Arriba. Será un viaje cibernético entre sonidos latinos, británicos e italianos.