El deseo romántico de cambiar el mundo llevó a Bàrbara Mestanza a sumergirse en la cultura y el arte, como revela en esta entrevista. Y con su última novela y obra teatral, Sucia, nos deja claro, una vez más, su intención de cambiar lo que está mal. Su historia es un testimonio que desvela la fealdad de ser mujer en la sociedad actual. Desde la lucha contra la culpabilización de las víctimas hasta la redefinición de la autodestrucción y la superación de momentos oscuros. Bàrbara comparte su viaje hacia la aceptación y la sanación. En este contexto, nos invita a celebrar cada pequeña victoria, a romper con los estereotipos de la víctima romantizada y a reconocer el poder que reside en decir no.
Actriz, escritora y directora; un tres en uno fabuloso. ¿Cómo es un día en la vida de Bàrbara?
Pues generalmente es un día plagado de curro y estrés, ha sido así siempre, pero estoy completamente enfocada en cambiar esta realidad. Me he dado cuenta de que, durante años, he tapado muchos miedos, vulnerabilidades e inseguridades con el trabajo, me he escondido detrás de él perdiéndome a mí y a mi cuerpo en el camino. Pero eso va a tener que cambiar ya de ya. Crecí con eso de ‘el trabajo nos da libertad, nos hará independientes’, ‘no dependas de un hombre jamás, sé la mejor en tu trabajo’, y así me ha ido, que cuando no me tiembla el párpado se me cae el pelo y cuando no se me cae el pelo me pillo cualquier gripe que haya.
Sí, no dependo de un hombre económicamente, pero dependo totalmente de mi trabajo. Así que ahora que estoy en eso de recuperar mi cuerpo robado por tantos hombres también debería alejarlo de las zarpas del trabajo insano y las horas locas. Así que ahora estoy rodando en la serie Salón de té La Moderna e intentando encontrar tardes y días sin nada más que paseos, dibujar en el iPad y hacer música.
Tienes estudios en interpretación, canto, dirección y dramaturgia, danza e instrumentos. ¿De dónde nace el querer dedicarte al mundo de la cultura? ¿Surge de la curiosidad de sumergirte en la vida de otras personas o de la pura necesidad de expresar todo aquello que llevas dentro?
Pues la verdad es que nace de algo tan romántico y quizá para algunos (no para mí) obsoleto como las ganas de cambiar el mundo. A mí el arte me ha cambiado la vida un millón de veces, y ese es el lenguaje que encontré para poder contribuir, a mi manera, a mover un poco el agua encharcada.
Como lectora de tu última novela, Sucia, quería darte las gracias por abrirte y compartir una experiencia tan aterradora y que sufren, por desgracia, muchas mujeres diariamente. ¿Podrías explicarnos el momento en el que decidiste crear una obra tan personal?
La obra de teatro (texto origen de esta novela) nació una noche en la que yo salía de haber estrenado La mujer más fea del mundo en el teatro Pavón y pasé por delante del sitio donde hacía años habían abusado de mí. Al pasar por ahí después de tanto tiempo, vi que ese local ahora era una enorme y odiosa máquina de vending. Por lo tanto, la posibilidad de volver a ese local, algún día, para hacer justicia, se había convertido ahora en algo imposible. Ese ‘algún día’ se convirtió en un ‘nunca’, y eso fue insoportable.
Ante eso, le conté a mi pareja de entonces lo que me había pasado ahí hacía unos años y él, acto seguido, me preguntó por qué no había hecho nada, que cómo podía ser. En ese momento, esa pregunta impactó como un dardo en mi diafragma y sentí que si mi pareja, alguien que me quería y conocía, era capaz de soltarme algo tan culpabilizador como eso, significaba que claramente no estamos preparados para sostener y acompañar el abuso. Así que decidí responder a esa pregunta tan dolorosa, buscar yo la respuesta de por qué no hice nada y lanzarla al mundo. Pero, además, descubrí que uno de los motivos por los que nos hacen (o nos hacemos) esa maldita pregunta es porque la definición que nos han vendido siempre de víctima no corresponde nunca con la realidad.
“Una víctima también folla, también mea, caga, come, bebe, se ríe, trabaja, duerme… Porque al fin y al cabo, ser víctima de abuso es ser mujer, punto.”
¿A qué te refieres?
Hay una idealización de la víctima, una romantización; nos han mostrado y contado siempre que una mujer agredida es siempre una especie de Caperucita perdida en el bosque, y al no entrar ninguna en esa definición, a menudo, no nos permitimos legitimarnos poniéndonos la etiqueta de víctima. Ni nosotras sentimos la legitimidad para hacer eso, ni los de nuestro alrededor se imaginan que tú, mujer feminista, ‘fuerte’, madura, moderna, culta, privilegiada, con carácter, puede ser o haber sido agredida. Y así es como la víctima se aísla hasta convertirse en una islita en medio del océano.
¡Es tan importante una representación justa de la realidad, que el hecho de que no haya sido así para nosotras nunca nos ha llevado a una disociación absoluta que nos arrebata cosas tan necesarias como empuñar la jodida corona de víctima! Porque solo así, cuando aceptas esa palabra, siento que te aceptas a ti y a lo que te ha pasado de una manera más entera, y entonces, por fin, puedes emprender ese viaje tan loco llamado ‘sanar’. Necesité mostrar la verdad y decir lo que para mí no se estaba diciendo, o no se contaba de una manera real y honesta. La fealdad de lo que supone ser mujer en la España actual no se ha visibilizado lo suficiente, no sé por qué, ¿no han tenido valor?
Al final, el ‘por qué no hiciste nada’ nos revela que aún queda mucho por hacer y cambiar. A lo mejor estamos más concienciadxs, pero la reacción y respuesta ante este hecho sigue siendo la misma. La sociedad os hace sentir culpables si recuperáis vuestra vida, que tampoco será la de antes, será mucho más difícil. ¿Cómo has luchado contra todo esto?
Primero de todo hay que decir que estas batallas, aunque muy acompañadas, se batallan totalmente sola. Y digo esto porque me lo debo, porque creo que nos debemos celebrar, celebrar día tras día ese cuerpecito que desde hace, en mi caso, treinta y tres años, ha logrado llegar hasta aquí, caminar así, hablar así, y, sobre todo, estar viva y de una pieza. No es fácil estar en nuestras carnes y creo que nos merecemos parar, a veces, y celebrarnos.
¿Celebrarnos en sentido festivo?
Sí, hablo de una celebración en toda regla con cerveza, guirnaldas y ganchitos. Que sí, que todavía nos falta mucho, pero lo luchado es tan grande que yo no sé cómo no nos estamos dando una fiesta sorpresa cada vez que decimos un no, cada vez que contamos ‘eso’, cada vez que nos atrevemos a ser ‘la pesada del coño’ en esa cena, en esa fiesta, cada vez que decimos ‘no, ahora no me apetece follar’, cada vez que durante un puñadito de segundos no nos odiamos o criticamos a nosotras mismas. ¡Eso se merece una puta party!
Y sí, nos hemos disociado tanto que a menudo hemos acudido a cenas, fiestas, curros como si no pasara nada, como si no pasara nada por ser mujer, como si no fuera cansado cada segundo de vida; lo hemos hecho, pero, al mismo tiempo, no tenemos por qué sentirnos obligadas a estar siempre conectadas, en sintonía y ultraconscientes. No tenemos por qué conectar con el dolor cada día para que por fin nos vean el llanto interno que cargamos a diario y así, por fin, nos crean, nos validen a nosotras y a nuestro dolor.
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Llevas toda la razón.
Ya basta. Ahora le toca al mundo mover el culo para intentar entender, comprender y empatizar, ya hemos hecho demasiadas señales de humo. Una víctima también folla, también mea, caga, come, bebe, se ríe, trabaja, duerme… Porque al fin y al cabo, ser víctima de abuso es ser mujer, punto. Y ya no me apetece luchar más y gritar más para que me concedan un hueco para mi dolor; si no me das ese hueco, pues ahora nos lo daremos nosotras. Creo que tenemos más poder del que nos pensamos. Aunque sea en número, somos muchas, así que cada clic que damos, cada no que decimos, cada like o unfollow que damos, cuenta. Y si no, que le pregunten a los cancelados.
Ser mujer, hoy en día, es cargar con unas expectativas impuestas, y si te declaras feminista aún más. Tú misma te repetías en el libro: “Si tan feminista era, ¿cómo había permitido que me pasara eso?” Las mujeres seguimos culpándonos a nosotras mismas en situaciones en las que somos la víctima, pensando que el problema es nuestro.
Claro, la culpa ha sido desde el inicio de la historia de este planeta la herramienta más efectiva para la opresión y el sometimiento. Es maravillosa la culpa, es invisible y puede matar sin dejar ningún rastro. Así ha sido siempre, y quien ha logrado ahuyentar la culpa se ha transformado igual en ese ente exclusivamente femenino, ese monstruo que solo podemos encarnar nosotras, dotado de maldad, falta de empatía, frialdad, pelo de loca y uñas largas. Esas son todavía nuestras alternativas: o eres una virgen o eres madre, o eres una loca o eres una mala puta. ¡Escoge! ¡Pues evidentemente todas hemos fingido a la perfección ser vírgenes y madres, y hemos fingido tanto, hemos aprendido tanto a hacerlo, que al final nos olvidamos de lo que había debajo!
“Al fin y al cabo, lo que quiero contar aquí no va solo de lo que otros me hicieron, sino de lo que yo me hice”. ¿Te convertiste en tu peor enemiga?
Me convertí en mi más temida agresora. Abusé de mí de mil millones de maneras para así intentar dejar de sentir ese pitido incesante que genera esa culpa que decíamos. Sentimos una responsabilidad constante que sufrimos en menor o mayor medida por todo lo que nos ocurre; sus errores son nuestros, sus agresiones también. Pues yo, ahora, no puedo evitar que me violen al salir a la calle, ni que me engañen o me mientan, no puedo evitar la violencia de los otros, pero sí la mía propia hacia mí misma. Sí puedo dejar de ponerme en lugares donde no se me quiere bien ni se me respeta.
Y claro, a la que empiezas esa andadura hacia la salud y el respeto hacia ti misma, entonces toda tu vida entera debe cambiar. Tu círculo de amigos, las parejas que escoges, incluso la comida que te cocinas o la ropa que te compras. Dejar de abusar de mí y maltratarme implicó el cambio más radical que he vivido nunca, mi gran revolución.
“No puedo evitar la violencia de los otros, pero sí la mía propia hacia mí misma. Dejar de abusar de mí y maltratarme implicó el cambio más radical que he vivido nunca, mi gran revolución.”
Llegaste a sentir que había llegado el día, tu último día. Sentías que no querías vivir, que no tenías una motivación ni algo dentro de ti para ofrecer a la vida. ¿Qué supuso para ti superar un momento tan duro como este, y qué o quién te ayudó a conseguirlo?
Creo que cuando has visto esa posibilidad como algo probable, como una solución lógica, ya no puedes no haberla visto, eso siempre estará ahí. Yo definitivamente pisé ese lugar y me gusta hablar de él porque significa estar viva, seguir aquí, y eso, a veces, es un logro increíble. (Sigo con la idea esa de celebrarnos) Porque, así como también hemos romantizado las víctimas de abuso, lo mismo hemos hecho con las suicidas, las drogatas, las malas. Yo nunca fui una integrante de la película Inocencia interrumpida, yo no fui tan clara ni evidente, y mi autodestrucción fue entendida muchas veces como ser una zorra, ser una guarra, ser una puta, ser mala.
Da miedo la autodestrucción ajena, da miedo la depresión, la gente huye muy rápido cuando la cosa apesta a drama y a autodio; nos olvidamos de la sororidad entonces. Pues con esta novela quise homenajear a todas esas detrás de esas palabras gigantes. A veces esas palabras incapacitan de por vida, y al cargarlas te aíslas, te las crees, te quedas en un rincón para no molestar más. Pues yo necesité darle la vuelta a eso porque mi autodestrucción no me definía a mí, sino que definía a una mujer joven que había vivido un montón de cosas demasiado juntas: abusos, maltratos, desahucios, y todo eso tan estructural la convirtió en algo molesto. Porque ser abusada, ya sea sexualmente o por este sistema, no te convierte en alguien más fácil sino todo lo contrario. A veces la bondad es un privilegio.
Es muy fuerte pero muy cierta esta afirmación.
La candidez innata, la madurez y la pureza son fruto de una vida, de una familia, de una estructura económica que, definitivamente, no son para todas. Así que sí, me reivindico errónea, mala, guarra, drogata y, sobre todo, suicida. Me reivindico así porque sin haber abrazado eso no hubiera podido dejar de ser errónea, mala, guarra, drogata y suicida. Quererse a una misma, respetarse, no es algo accesible para todas; para muchas es casi una utopía, un cuento que cuentan esas guapísimas rubias de familia buena en Instagram con canciones de trap o reggaetón de fondo.
La sororidad real no existirá hasta que consigamos dejar de jugar a ese juego patriarcal que nos mantiene controladas: el juicio. A veces nosotras mismas somos agentes del patriarcado, pequeñas policías batallando por algo que va en nuestra contra. Creo que también nosotras nos debemos unas disculpas entre nosotras. Las mujeres también nos hemos hecho daño, yo al menos sé que lo he hecho y me lo han hecho, y lo siento profundamente (sin agarrar más la culpa).
Tantos en los títulos de los capítulos como dentro de ellos nos encontramos con canciones que en el momento de escribir estabas escuchando. También sucede cuando tu psicóloga te pide que escribas sobre tu ruptura, no sabes cómo titular cada día y decides hacerlo con la canción que te acompaña en la escritura. ¿Las canciones son la manera de completar tu expresión de sentimientos o pensamientos? ¿Dirías que la música ha tenido un poder catártico en todo este proceso?
La música es y ha sido algo fundamental en mi vida siempre. Mi primer curro como actriz fue el musical Annie, luego estudié teatro musical y canto durante millones de años y formé una banda llamada The Mamzelles con la que grabamos dos discos. Actualmente pretendo seguir haciendo música y la sigo haciendo. La música, igual que la escritura, ha sido mi salvación constante y esa hamaca donde mecerse cuando una no puede más.
Sí creo que con la música podemos decir cosas que se saltan la valla de la razón y van directas a otros sitios más profundos e inconscientes. ¡Solo hace falta escuchar a James Blake o ver a Jenny Beth en concierto! Así que en esta novela, que trata sobre este momento tan crucial en mi vida, necesité compartirme absolutamente y eso significaba compartir eso tan íntimo de una: lo que escucha en su intimidad.
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Sucia nace como una obra teatral, ¿cómo pasó a ser una novela? ¿Son independientes?
La obra de teatro narra ese abuso del masajista y qué pasó cuando dejé de tapar lo que me había pasado. En cambio, la novela no se deja ni un solo detalle de lo que ocurrió desde ese día en esa camilla hasta el día en que estrené la obra de teatro. Sí, son independientes, primero porque son dos lenguajes muy diferentes, y segundo porque la novela no solo habla de ese abuso sino también del abuso como algo sistémico, algo que sujeta los fundamentos de la sociedad en la que vivimos. Me planteo cuál fue mi primer abuso o cuál es el más importante, por cuál empezar a luchar si el día a día de una mujer del 2024 ha estado siempre plagado de pequeños abusos de todos los tipos posibles.
La novela de Sucia cuenta el via crucis que sufrí desde ese día hasta el día de hoy con pelos y señales, sin bordear ningún hecho o ningún tema. Es una declaración de intenciones, es el acto de desnudez más grande que he hecho hasta el momento. Pero lo hice así porque creí que solo así podía ser útil realmente para los y las demás. Ya es hora de mostrar el dolor, la fealdad y los entresijos de lo que supone ser mujer en la España actual sin intentar poner un filtro por miedo a que no seamos capaces de soportarlo. Pues sí lo somos, somos capaces de vernos enteras, soportarnos enteras para luego sujetarnos y, sobre todo, sentirnos menos solas, menos raras, feas, malas.
La obra teatral la abre el actor Pep Ambròs, quien cuenta tu historia en primera persona. Misma historia, pero en este caso, explicada por un hombre. ¿Cuál es el propósito de empezar la obra con esta escena?
El día en que mi pareja me puso en duda entendí que no bastaba con contar y recontar a nuestros hombres cercanos lo que se sufre, lo que supone estar dentro de este cuerpo. La empatía real todavía no ha llegado, claramente a nivel racional hay algunos, los que quieren, que sí se hacen una idea, pero de esa idea mental a nuestra realidad hay un trecho. Así pues, decidí ejecutar este experimento como el último intento para lograr una empatía real. Yo soy muy fan del Solipsismo, sí, creo que nunca nos entenderemos del todo porque nunca sabré a qué sabe tu tristeza y si se parece en algo a la mía, pero, aun así, sí creo en el mítico ejercicio de ‘ponte en mis zapatos’.
Casi como un revenge magnífico decidí poner a un hombre blanco hetero cis en ‘mi cuerpo’, mi historia, para ver qué pasaba, qué les pasaba a ellos (si lograban digerir de una manera más real lo que sufrimos nosotras) y qué nos pasaba a nosotras al ver, casi por primera vez, a un hombre privilegiado sufriendo lo que sufrimos nosotras a diario. El resultado ha sido mucho más interesante de lo que me esperaba. No quiero hacer spoilers, pero claramente en este juego de roles sucede algo que nos sana tanto a ellos como, sobre todo, a nosotras.
Obras como esta suelen generar mucha reflexión, autocrítica e incluso llegan a incomodar. ¿Te han sorprendido las reacciones del público?
La verdad es que han pasado muchísimas cosas en esas salas de teatro, siguen pasando cada vez que la hacemos. Yo siempre digo que hay dos obras, la que interpretamos Pep y yo y la que sucede en el público. La gente llega con sus movidas, con sus cosas, entran separados, en un caminar y sentir individual y claramente cuando termina la función ves cómo el público se ha vuelto un puño, todas y todos. Realmente nosotros dos nunca habíamos presenciado algo similar.
Claramente, deja en evidencia que esta obra no va de mí, va de todas las personas que acuden por algún motivo a esa sala. Mi cuerpo y yo solo somos una excusa para poner encima de la mesa lo que cada persona de la sala debe estar necesitando vomitar. Incluso un par de personas que se levantaron cabreados y se fueron en medio de la función, incluso esa reacción fue increíblemente válida y hablaba claramente de cómo lo que hacemos ahí mueve algo, lo que sea, pero algo debe mover.
“Mientras el feminismo sea una moda, un género literario o cinematográfico, seguiremos estando bien jodidas, puesto que significará que no habrán entendido absolutamente nada.”
Creo que son necesarias piezas como Sucia, porque situaciones como la que has sufrido tú se suelen reducir a un número o porcentaje que muchxs utilizan pero pocxs conocen y empatizan con la realidad de pasar por una experiencia así. Tú misma expones que necesitabas que alguien más hablara de esto. ¿Piensas que es necesaria una mayor representación de realidades diversas? ¿Ayuda el sentirse reflejada o identificada?
Creo que el mundo de la cultura, del arte, al dirigirse al mundo debería ser consciente de este mundo al que se dirige. Y con eso no quiero decir que no se pueda hacer ciencia ficción y que el protagonista de tu película no pueda ser un alien, no; con eso quiero decir que el discurso o el prisma, la mirada que creo que debería haber tras lo que emitimos, tendría que vivir en el contexto. Bailar en el contexto real existente o al menos saber de él, ser consciente de él. No es lo mismo hacer un Romeo y Julieta en la Barcelona franquista que en medio de la crisis española o durante el baby boom. Creo que un arte que no sabe dónde impacta no tendrá un efecto tan útil o tan afilado como si trabajamos desde la conexión y la conciencia.
Al trabajar desde la conexión hablamos desde la honestidad, y con la honestidad lo que generamos es un impacto limpio, directo, punzante. Al hablar desde la conciencia, emitimos desde la empatía, y emitiendo desde la empatía el mensaje o la historia a recibir se va a recibir de una manera más abierta y así, seguramente, llegará todo a un punto mucho más profundo y hondo. A todo eso hace falta añadirle, claramente, que nosotras todavía no sabemos lo que es un arte igualitario, justo ahora empezamos a ver destellos de lo que podrá llegar a ser algún día, puesto que siempre el mensaje generalmente ha sido escrito e ideado desde una visión totalmente patriarcal, teniéndose que adaptar a una estructura patriarcal y siendo dirigida para el mismo patriarcado. Nunca han escrito historias que nos contemplen.
¿En qué sentido?
Incluso las mayores historias románticas, escritas supuestamente para mujeres, han sido jugando con la idea que tienen ellos de lo que a nosotras nos emociona, nos gusta, nos interesa. Es curioso porque ahora hay muchas series creadas y escritas por mujeres, pero la gente no es consciente de que, aunque sea así, aunque haya discriminación positiva para establecer una paridad, aunque recibamos subvenciones y ayudas, mientras quien dé la pasta y ponga la plataforma siga siendo un ente del rígido patriarcado, de nada servirá que tú quieras hablar de nosotras y para nosotras.
Así pues, sí, es vital seguir empujando esa puerta, y sobre todo creo que es primordial dejar de hablar de ‘arte de mujeres’ o ‘arte para mujeres’. Ser mujer no significa ser feminista, y, además, ser feminista o crear desde ahí no significa nada más que IGUALDAD PARA TODES. Entonces, mientras el feminismo sea una moda, un género literario o cinematográfico, seguiremos estando bien jodidas, puesto que significará que no habrán entendido absolutamente nada. Ellos ponen la barra de medir una y otra vez, y mientras las historias de hombres para hombres siguen llamándolas historias universales, nosotras nos tenemos que seguir conformando con el cartelito del underground ‘arte femenino’.
Se ha estrenado la película Un mal día lo tiene cualquiera, el debut de Eva Hache como directora, protagonizada por Ana Polvorosa, y en la que interpretas a María. ¿Cómo ha sido formar parte de este proyecto?
Pues ha sido un gustazo ponerme en manos de Eva. He vivido un rodaje donde precisamente se trabajaba sin esas jerarquías malditas que hay en nuestro mundillo y eso me hizo sentir muy relajada y libre. Ella ciertamente da muchísima libertad y confianza, te dice las cosas con tacto, con dulzura; vamos, con humanidad. Y qué decir de Ana, nos conocemos desde hace muchos años por haber currado juntas en una serie y siempre he admirado y admiraré su rigor, es una maravillosa loca del coño, divertida y buenísima actriz, pero su conciencia al trabajar es algo que no se ve todos los días. 
Por último, ¿cómo se presenta este 2024? ¿Saldrá el documental de Sucia?
Pues justamente estamos terminando el documental y estamos participando en diferentes work in progress de festivales españoles como el DOCS Barcelona, el Festival REC o el Festival de Málaga, y todo el equipo y yo morimos de amor al ver cómo este proyecto que salió de la propia obra de teatro se está transformando en la mejor vía para llegar a contar esto a más personas. En el documental podréis ver cómo ha sido todo el proceso jurídico que estoy viviendo y todo el proceso creativo tanto de la obra de teatro como del libro, será ver al detalle cómo es eso de lanzarse a contar una historia tan personal y cómo el mundo colisiona una y otra vez con todas las dificultades que supone querer hacer justicia.
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