La revolución de los vínculos ha emergido como tema recurrente en los últimos años. La manera de entender el amor tiene nuevas lecturas, y todas son válidas si se cuestionan sus fundamentos y motivaciones. Elsa Moreno explora todo esto con su primer poemario, En un lugar limítrofe (La Imprenta), donde indaga en la herida de la carga del amor romántico.
El libro es un viaje a través del autodescubrimiento, donde se desafían las convenciones y los modelos impuestos de las relaciones. Entre sus páginas encontramos diferentes planteamientos personales sobre las conexiones humanas y la naturaleza del amor, aunque la autora también pone el foco en sí misma y en sus límites. “He intentado reflejar ese momento tan convulso entre que te decides por relacionarte de otra forma pero reconoces que tienes unos deseos románticos aplastantes”, nos cuenta en esta entrevista. Desde el marco del poliamor, cada parte del libro simboliza diferentes etapas de conciencia y experiencias vitales con las que finalmente Elsa consigue enfrentarse.
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Primero de todo, felicidades por En un lugar limítrofe, me ha encantado. Es tu primer poemario y ya va por la segunda edición. ¿Te esperabas esta recibida?
Muchas gracias, cariño. La verdad es que no me esperaba que fuera a llegar a los lugares a los que está llegando. Gracias a las redes sociales mi obra se está dando a conocer por Latinoamérica, pero allí no llega la distribución, y es emocionante ver cómo las personas se ponen en contacto con amigues o conocides que estén en España para que les hagan llegar el libro. Eso me alucina, ese empeño por tener mis poemas en sus estanterías, en la otra parte del mundo.
Eres muy joven, y por la calidad de tu prosa doy por hecho que hace años que le dedicas tiempo. ¿Cuánto hace que escribes? ¿Cómo empezaste?
Empecé a interesarme por la poesía hará unos diez años, a los catorce. No era una niña especialmente letrada, no era de aquellas que devoran libros, ni mucho menos, pero siempre he tenido mucha sensibilidad artística. Entre toda la convulsión emocional de la adolescencia, me dio por expresarme a través de la poesía. Pero lo que realmente despertó mi voz poética fue el laboratorio de escritura poética de David Trashumante. Trashu es muy buen mentor y supo darme las claves necesarias para desapegarme de esa poética más adolescente de la que venía. Recuerdo una de sus lecciones que se me quedó grabada: no es cuestión de explicar una emoción, sino de generarla.
Aparte de poeta y periodista, también eres bailarina y creadora escénica. ¿Crees que la faceta escénica ha influido en tu percepción y apreciación de la poesía?
Absolutamente, como a todo poeta le condiciona su campo de acción. Veo el mundo desde el cuerpo y desde el movimiento porque es mi hábitat natural, y mi poesía es una flaca traducción de esas visiones. Todo se retroalimenta, porque luego mi poesía es devuelta al cuerpo. Parece que me centrifugo de repente.
Es evidente que has sabido combinar tus habilidades con el cuerpo y las letras con el recitar poesía. Muchos te conocen por hacerlo en TikTok, donde ya acumulas casi setenta mil seguidores. Aun así, lo que haces no es muy común en esta plataforma. ¿Cómo describirías el tipo de audiencia que se siente atraída por tu contenido?
Creo que las personas que me siguen son personas que también gozan de esa sensibilidad que muestro en mis vídeos. Personas que necesitan del lenguaje artístico para lidiar con el mundo porque el lenguaje de la cotidianidad se queda corto. Muchas personas me comentan que nunca se habían sentido atraídas por la poesía, pero que con mis vídeos sí que conectan. Y es que la poesía sufre de unos estereotipos muy alejados de la práctica contemporánea. Tenemos que encontrar la manera de acercar la poesía, y para eso hace falta innovar en los canales y en los formatos, sin que eso signifique una depreciación en la calidad.
En En un lugar limítrofe, se explora el amor y las diversas formas de comprenderlo, así como el romanticismo y la tensión de romper con el modelo impuesto. ¿Cómo concibes o comprendes el amor?
Concibo el amor desde el marco del poliamor o del anarquismo relacional. Para mí fue clave la lectura de Sistema monógamo. Terror poliamoroso, de Brigitte Vassallo. De hecho, de ese libro tomo la imagen del bosque que se evoca en mi poemario. Luego derivé a Anarquía relacional: la revolución desde los vínculos, de Juan Carlos Pérez Cortés. Con esos libros le fui poniendo palabras a algo que yo venía practicando desde la intuición, a través de relaciones abiertas y otros tanteos. Pero lo importante no está en la cantidad de relaciones sexo-afectivas que tienes o que puedes tener, sino que las relaciones que se forjen sean desde la honestidad, el cuidado y la horizontalidad.
Me gusta entender mis relaciones como un cielo estrellado. Cada vínculo es una estrella que flota en el cosmos y cada estrella tiene una composición distinta de distintas energías (romántica, sexual, de amistad). Cada vínculo es único y no voy a negar que en unos hay un componente más romántico, otros tienen una energía más sexual y otros son de colegueo absoluto, pero en todos hay una mezcolanza de las tres. Con esta imagen siento que se respeta la fluidez de las relaciones y se evita caer en jerarquías arbitrarias.
“La poesía sufre de unos estereotipos muy alejados de la práctica contemporánea. Tenemos que encontrar la manera de acercar la poesía, y para eso hace falta innovar en los canales y en los formatos.”
Nuestra generación se ha criado con unos estándares amorosos que dejan mucho que desear. El chico salva a la chica y ‘vivieron felices y comieron perdices’. Aunque esto está cambiando. ¿De qué manera dirías que desafías este tipo de romanticismo en tu obra?
En mi poemario he intentado reflejar ese momento tan convulso entre que te decides por relacionarte de ‘otra’ forma pero reconoces que tienes unos deseos románticos aplastantes. Mi posición pretende ser comprensiva y compasiva con las contradicciones que una asume en estos procesos. En un lugar limítrofe es un libro poliédrico porque se muestran tanto la cara más romántica como la más rabiosa, y también poemas intermedios que intentan reconstruir un amor consciente. El poema que mejor refleja este proceso es el poema de los besos, que justo ocupa el espacio central del libro.
Aun así, en algunos poemas cedes al deseo de este tipo de amor. Imagino que el proceso de creación del poemario implicó una introspección y una desarticulación de ciertas ideas preconcebidas. ¿Qué nos puedes contar al respecto?
El libro se empieza a gestar en un momento de duelo amoroso en paralelo a un enamoramiento. Es decir, estaba pasando por una ruptura a la vez que me enamoraba profundamente. Todo eso sucedía a la vez y el romanticismo, el más amargo y el más dulce, se me salía por los poros. Pero ya te digo, siempre me he relacionado desde las no-monogamias y he intentado ser muy consciente con mis relaciones. Hubo un proceso de introspección y desarticulación, como lo hay siempre porque siempre nos enfrentamos a patrones preconcebidos, pero la escritura de En un lugar limítrofe fue más un ejercicio de honestidad, de decir, ‘voy a asumir este romanticismo que rezumo y voy a enfrentarme a él.
El poemario se divide en tres partes (sin contar la introducción): La hora dorada, La noche oscura y La hora blanca. En principio, consideré que estas partes funcionaban como introducción, nudo y desenlace. Sin embargo, más adelante contemplé la posibilidad de que representaran pasado, presente y futuro. Las interpretaciones son infinitas. ¿Cuál fue tu enfoque?
El título de las partes pretenden ser marcas cronológicas, pero la voz poética va saltando de atrás a delante en el tiempo. La hora dorada, La noche oscura y La hora blanca marcan tres procesos de la conciencia dentro de ese viaje iniciático al que se sume la voz poética. Digamos que esta voz se adentra en un bosque huyendo de las estructuras sociales. Este viaje, que es un autoexilio, empieza en el atardecer (un poco antes, porque como bien indicas, hay un buen cacho de introducción) y termina en el alba. La hora dorada es el momento de la revelación, La noche oscura es la disociación y La hora blanca es la liberación. Y decía antes que la voz poética va saltando porque, durante todo el libro, hay unos poemas en cursiva (los poemas románticos) que refieren al tiempo anterior al bosque. Vamos, que el pasado está presente todo el rato.
En general, expones mucho el tema de los límites y de lo que te delimita. ¿Qué es para ti este lugar limítrofe?
Me obsesionan los límites porque me cuesta creer en ellos. Me cuestiono todo el tiempo si un límite es un límite o si hay algo más, si puedo empujar desde dentro o igual si atravieso la membrana… no sé. Me obsesionan mis límites, vaya. Soy yo la que no me pongo fin porque quiero verme expansiva, líquida, vaporosa. Esto tiene mucho que ver con la cultura del sacrificio. Ese lugar limítrofe es un lugar inalcanzable, es el horizonte. El límite varía según las capacidades de percepción que tenga en cada momento.
La idea del bosque como metáfora aparece en muchísimos de los poemas. Desde mi punto de vista, lo he relacionado con la libertad. Otros poetas ya han usado esta palabra anteriormente para describir un lugar externo a lo que nos limita. En tu caso, ¿cómo la utilizas o desde qué perspectiva?
La imagen del bosque la recojo del libro de Vassallo como una metáfora de la red de apoyo. Dejo por aquí un fragmento del final de su libro que ilustra bastante bien esta idea: 
‘‘Y estaba llorando estas cosas bastante borracha de pacharán en casa de mi amiga Sara contándole mi pena cuando ella me miró y me dijo:
- Brigitte: tu proyecto político no era esa relación concreta. Tu proyecto político somos nosotras.
Y, de repente, vi el bosque. Vi a las personas que estaban haciendo turnos para que yo no durmiese sola, vi a las amigas que me chequeaban para asegurarse de que seguía a flote, vi las relaciones que han pasado por infinidad de etapas, también románticas, y siguen ahí, haciéndose bosque, encontrando su lugar en el ecosistema.
Nos vi a nosotras.’’
Se me ponen los pelos de punta cada vez que lo leo.
“Me obsesionan mis límites. Soy yo la que no me pongo fin porque quiero verme expansiva, líquida, vaporosa. Esto tiene mucho que ver con la cultura del sacrificio.”
Aún así, en contraposición de lo del bosque, me llamó la atención que en el último poema dices que eres un mar. ¿Qué nos puedes contar de este cierre?
Me pasa que, como me contradigo todo el rato, aunque yo quiera evocar un bosque, todo el mundo dice que mi libro es de agua, y es verdad. No fue de manera deliberada, pero el libro tiene una energía muy acuosa. Aparecen la lluvia, un lago y por último el mar. Supongo que el agua representa ese ideal de fluidez. Necesitaba flotar, dejarme llevar, dejar de aferrarme al pasado y a los ideales. Porque, muchas veces, queriendo rehuir de unos patrones, terminamos aferrándonos a unos ideales políticos que tampoco representan una forma genuina de vivir, que tampoco son nuestros, que también son preconcebidos. Igual deberíamos flotar antes de echar a nadar sin rumbo alguno.
La mención a tu cuerpo es algo también muy recurrente en los poemas. ¿Qué relación tienes con él?
Conflictiva, como la mayoría de personas. Muchas veces me identifico con ese deseo contemporáneo de no tener cuerpo y ser solamente un ente. Y me da mucha lástima que algo que es pura vida esté tan maltratado por la presión estética y por los códigos de género.
A medida que avanza el libro van apareciendo citas de diferentes autores. Sin ir más lejos, en el inicio del poemario encontramos una de Ida Vitale, que a mi parecer resume muy bien lo que te encuentras en las páginas. ¿Fueron estos escritos la inspiración de los poemas o son únicamente un apoyo narrativo?
Las citas pertenecen a lecturas que aparecían en mi camino mientras escribía el libro y que me resonaban de alguna manera. O sea, no va primero la lectura y eso desencadena el poema, sino que se entrecruzan. Viendo solo las citas se intuye cuál era mi obsesión literaria de ese momento: poesía argentina y uruguaya de segunda mitad del siglo XX (Vitale, Becciú, Peri Rossi, Benedetti) y algo de filosofía (Lipovetsky, Nietzsche).
A parte de las letras, el libro viene acompañado de música de la mano de Leo Rizzi. ¿Cómo decidiste qué poemas musicalizar y cómo surgió esta colaboración?
La idea de las evocaciones (los QRs) me la propuso Miguel Ángel Vázquez, mi editor. Es una característica de la colección de poesía de La Imprenta. Cada autor escoge un artista de otra disciplina para establecer diálogos con otros lenguajes artísticos. Leo y yo somos amigos, tenemos mucha complicidad, él estuvo en todo el proceso de creación del libro y cuando Miguel Ángel me propuso hacer las evocaciones tuve claro que tenía que ser con él.
La selección de los poemas la hice yo. Valoré qué poemas pensaba que sonarían mejor con una banda sonora, le envié los poemas recitados a Leo y basándose en mis audios, él fue componiendo. El resultado es hermosísimo. Muy evocador, muy acuoso. Te transporta a otro universo. Un beso desde aquí para Rizzi.
Ya para terminar, ¿qué libros nos recomiendas que sigan el hilo de lo que expones en tus poemas?
Claramente, los que ya he mencionado antes: Sistema monógamo. Terror poliamoroso, de Brigitte Vassallo, y Anarquía relacional: La revolución desde los vínculos, de Juan Carlos Pérez Cortés. Eso a nivel teórico. A nivel poético, recomiendo infinitamente Ronda de noche, de Ana Becciú, que la cito en la apertura y en el cierre del libro. A Becciú llegué a través del libro de memorias de Cristina Peri Rossi, Julio Cortazar y Cris. En un pequeño pasaje la mencionan. La googleé porque no la conocía, llegué al poemario que he mencionado antes y fue una revelación. Sentía que Ana había escrito el libro que yo quería escribir treinta años antes. Llegué a pensar que no tenía sentido que yo siguiera adelante con En un lugar limítrofe si eso ya existía. Pero mira, asumí que claramente lo de Becciú es mil veces mejor, pero yo iba a contar mi historia de igual modo.
Por otro lado, también recomiendo Poemas de autoayuda (La uña rota), de Ro Gotelé, un libro hermoso que se mueve en los marcos de la no-monogamia y de lo queer desde la cotidianidad. La leía y sentía que yo estaba en esa misma cocina, que Ro me hablaba, que podía ser parte de su red y quería abrazarla.
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