Alejandra Pastrana es una artista multidisciplinar mitad madrileña, mitad argentina. Con solo 24 años, ha participado en diferentes colectivos –como La Malvada (en el que se publicó esta serie fotográfica)– y cuenta con numerosos proyectos de autoedición a sus espaldas. Licenciada en Bellas Artes, recuerda haber pintado desde que era pequeña y sentir una especie de vinculación especial hacia todo lo plástico desde que nació. Aunque también se ha aproximado a otras disciplinas, como la escultura o la ilustración, dice querer centrar sus esfuerzos en la fotografía. Lo autobiográfico cobra una importancia especial en su obra, ya que fue solo un mes después de la muerte de su padre cuando Alejandra se volcó completamente en este proyecto.
Tu padre fallece en diciembre y en enero te metes de lleno en esta serie fotográfica (que ya habías empezado cuando a él lo ingresan en una residencia), y que nace de la búsqueda de identidad. ¿Qué perseguías? ¿Sabías qué querías encontrar?
Me imagino que lo perseguía a él, pero en ese momento no sabía nada. Si te soy sincera, me está costando mucho recordar aquella época; solo me vienen a la cabeza cosas que sentí en ese momento. El hecho de estar inmersa en este proyecto me hizo seguir adelante y, de una manera un tanto obsesiva, recordarlo.
Dices que eres demasiado visceral, pero que esta es la manera más sincera que tienes que trabajar y con las que más disfrutas, ¿por qué?
Es una especie de vomitona con la que después me siento totalmente liberada. Creo que disfruto mucho en esos picos en los que todo es maravilloso o terrible, y es durante esos estados cuando me da por pensar, hacer y crear de una manera intensa. Sí, la palabra es intensa, creo desde la víscera… Y después me da por intentar destruirlo todo, como en este caso, en el que terminé durmiendo en el sofá porque le cogí manía al somier. Definitivamente, he de cambiar mi manera de trabajar.
¿Cómo se articula esa visceralidad a la hora de crear?
Articular la visceralidad es algo complejo. Cuando estoy inmersa en un proyecto no pienso en articularla, pero sí es verdad que debo tener un pequeño control sobre esta para no volverme loca y que todo empiece a ser una víscera sin sentido que tan sólo pueda entender yo.
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Al encontrarse este proyecto tan íntimamente vinculado a lo experiencial, ¿cómo lo abordaste? ¿Querías dejar hablar a tu inconsciente, a lo irrefrenable, o necesitas algún tipo de patrón a la hora de crear?
Lo abordé desde el momento en el que fotografío la primera cama, que es la de mi madre; ella crea un montículo enorme con el que toparse en mitad de la noche. En ese momento, quise meterme en los pliegues de las camas de toda persona que se prestara (y que durmiese sola en una cama doble).
Contacté con gente a quien le interesó el proyecto y no les importó abrirme las puertas de sus habitaciones. Así comenzó todo. Una vez hice la primera foto, fueron cayendo las demás. Dejé hablar a mi alrededor; más bien, dejé que me hablaran las camas, las colchas, los libros que hay en las mesillas, los calcetines que se quedan en el suelo, o incluso la perfecta simetría de los cojines. No necesité patrones, fueron saliendo solos. Me interesa lo que yo pueda encontrar en cada una de ellas y cómo las diferentes personalidades de sus propietarios se ven plasmadas en los detalles.
Las camas que fotografías son lugares unipersonales repletos de historias. ¿Cómo consigues que cada una de ellas nos muestre qué persona la habita?
Decidí entrar con mucho respeto en estos espacios, como si de un retrato psicológico se tratase. Lo demás lo lograron ellas mismas. Dependiendo de la habitación que fuese a fotografiar, me decidía por un encuadre o por otro, pero siempre con la cama muy visible porque, al fin y al cabo, son ellas las que cuentan sus propias historias.
Finalmente, después de varios meses de duelo (y de trabajo artístico), te encontraste a ti misma, pero también a tu padre y a los dueños de esas camas misteriosas. ¿Cómo fue este proceso?
Llevando a cabo las fotografías me sentí muy cómoda. Me sentía viva a la hora de ir a hacerlas. Hablar con las personas y encontrarme con historias nuevas era una aventura y me daba mucha alegría para seguir adelante. El problema comenzó cuando me topé con todo el material delante de mí. Toda esa euforia y esa visceralidad se fueron atenuando y empezó a emerger el porqué de todo aquello. Y sí, fue duro, creo que me quise sentir arropada por todas esas historias, y que el hecho de caminar por Madrid en busca de más y más camas era una manera de no sentarme en la mía. Quería ser una espectadora de todo lo que estaba pasando y lo conseguí.
Trabajar con lo autobiográfico me ha llevado a estados en los que no se puede vivir con normalidad, en los que me hago daño por esa visceralidad de la que hemos hablado, y con este proyecto descargué todo. Ahora, con un poco de perspectiva, te digo que lo habría hecho de la misma forma; pero me metí en una espiral de la que me costó salir, y a la vez disfruté mucho. Días después de maquetarlo, no era capaz de pisar una cama, realmente me empaché; hice del sofá mi nueva cama hasta que me reconcilié con el proyecto. Me gusta que las fotografías que hago de alguna manera me toquen en el corazón y me hagan vibrar, no quiero ser una persona con una cámara colgada estática y sin ritmo.
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¿Cómo decidiste qué camas fotografiarías?
Hablé con mucha gente sobre camas en ese periodo de tiempo y cuando me encontraba con una nueva, sin saber dónde me iba a meter ni con que obstáculos me encontraría, concretábamos una cita y hacía la foto. Algunas personas quisieron compartir conmigo, muy amablemente, sus anécdotas, y estas me hicieron no solo entender cómo era esa persona, sino toda su historia.
Por otro lado, fotografiar una cama no es algo extraordinario. Cada día se hacen miles de fotos por parte de fotógrafos de inmobiliarias, decoradores, productores… Para mí se convirtió en un ejercicio de aprendizaje sobre mi propio recorrido, los modos de hacer, la soledad, los sueños y la cantidad de mantas que puede albergar una cama, entre otras cosas.
Entre tus fotos, veo camas hechas, deshechas. ¿Buscabas que estuviesen de una determinada manera o las fotografiabas tal y como te las encontrabas?
Mi primer deseo es que estuviesen deshechas, pero luego me topé con que una de sus propietarias no quería que su cama fuese fotografiada de esta manera, así que lo respeté. Las camas nos hablan de cómo queremos proyectarnos mediante el lugar que habitamos, por lo que están fotografiadas tal y como me las presentaba su dueño o dueña.
¿En qué consiste el proceso de dormir? ¿Qué implica estar en cama?
La RAE dice que dormir viene del latín dormīre y, más concretamente, que se trata de una acción en la que te encuentras en un estado de reposo que consiste en la inacción o suspensión de los sentidos y de todo movimiento involuntario.
La manera en la que duerma cada persona nos la contará su cama una vez esta se levante. Sus movimientos serán involuntarios, pero los pliegues de la cama se quedan con ese movimiento y esa acción de la noche (si es que duermes de noche). Me interesan mucho los espacios y las personas porque creo que todo nos conforma y nos define; la manera en la que nos colocamos en una cama o en el salón, o incluso decidir qué queremos tener en la mesilla de noche. Por lo tanto, estar en cama implica hablar de nuestro recorrido y de nuestras vivencias. Creo que deberíamos quedar para dormir todas en una cama gigante y ver qué sale (risas).
Las primeras fotografías datan de 2000 y las más antiguas de 2012. ¿Cuántos años duró este proyecto?
Las fotografías tienen un pie de foto con un nombre y un año. La fecha es del momento en el que estas camas pasaron a ser unipersonales.
Has participado en varias ocasiones en el festival de autoedición GRAF. ¿Qué importancia tiene la autoedición para ti? ¿Es esta una nueva manera de abordar el proceso creativo?
En primero de carrera tuve la suerte de encontrarme con personas estupendas que me dieron un empujón para lanzarme a la autoedición; de hecho, el proyecto de las camas fue mi debut “fanzinero”. Cuando lo haces, posees una libertad absoluta que permite que te encuentres con lo maravilloso y a la vez peligroso del asunto. Eres tú la que se pone los límites. Yo, sinceramente, creo que hay que tirarse a la piscina y sacarlo adelante, después miraremos atrás y nos reiremos de todo esto. Al fin y al cabo, se trata de un folio plegado, lo importante es la historia que quieras contar.
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