Los sueños no se cumplen, la vida no es lo que pensábamos y el vacío existencial que nos ahoga en la transición a la responsabilidad y desilusión de la vida adulta son solo algunos de los temas que Marina Lameiro retrata en Young & Beautiful, la película con la que la cineasta ha dejado huella en su paso por distintos festivales (y certámenes, porque está nominada a un Premio Feroz, además de los que ya ha ganado).
Marina estuvo en Madrid recientemente para recoger el Premio Numax Exhibición del Festival Márgenes, que finaliza el próximo 30 de diciembre, y charlamos con ella sobre esa compleja búsqueda de la identidad que envuelve todo proceso de madurez, reconociéndonos en la misma insatisfacción que envuelve a su círculo más cercano –todo un retrato generacional– y que muestra de manera cómplice en una especie de confesión, cámara mediante, en un íntimo diálogo con los personajes.
Marina, te acaban de dar el Premio Numax Exhibición del Festival Márgenes y el Rizoma de Cine.
Que te den un premio siempre es muy guay. Me ha hecho mucha ilusión porque tanto en esa como en las otras secciones paralelas había cosas super interesantes.
También has presentado la película en el festival Alcances.
Sí, me dieron la mención especial del jurado. En el festival Punto de vista gané el premio del público y luego estuve en un festival en Polonia, que era el primero a nivel internacional, pero fue un poco desastre porque primero pusieron la peli sin subtítulos, luego desincronizados, y tuve que salir a parar la proyección… pero en enero estaré en Bruselas.
La película nace como un proyecto de máster.
Sí, yo hice un máster en documentación y creación en la Universitat Pompeu Fabra, y es ahí donde desarrollé el proyecto. En un principio iba a ser otra cosa totalmente diferente, aunque viéndolo ahora en la distancia, sí que tiene mucho que ver. La primera idea trataba sobre una exploración del tercer sexo en tres culturas diferentes y que trataba de buscar lo ancestral en la cultura contemporánea.
Quería hacer una película que tuviera tres retratos. Uno sobre los Muxe de Oaxaca, que antiguamente, antes de que llegaran los españoles, eran hombres que eran criados como mujeres para que cuidaran de la familia. Otro sobre un indio de dos espíritus en Norteamérica, porque se consideraba que tenía el espíritu del hombre y de la mujer dentro, por lo que eran doblemente bendecidas –y hoy son doblemente marginadas–, y por último quería retratar a una transfeminista en Barcelona.
Y entonces me preguntaron, pero ¿por qué quieres hacer esto? ¿Eres trans? ¿Eres lesbiana? Les dije que no. Me abrumé mucho y me salió un texto explicando por qué quería mirar a esta gente. Y entonces me di cuenta de que estaba muy conectado con la infancia y con la búsqueda de la identidad. De ahí pasó un año hasta que tomó la forma que tiene ahora, de versar sobre gente que yo no conocía ni sabía que existía a tratar sobre mi círculo más cercano. Ahora, viéndolo con distancia, lo que a mí me interesaba de hacer aquella película que hubiese hecho era la búsqueda de identidad de esta gente.
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Es decir, que el origen de ambas ideas era el mismo.
Sí, aunque el impulso es diferente. Al principio era algo más intelectual. Quería hacer este máster porque quería hacer cine y necesitaba tener un proyecto. Entonces pensé en cuáles eran los temas que me interesaban: el feminismo, la identidad y lo queer o la gente que está al margen. Y me dije, ¿cómo puedo poner todo junto en un proyecto? Y lo puse así. Mi tutora de máster, Marta Andreu, fue tirando del hilo y así fue, como una especie de terapia.
¿Por qué introduces a tu círculo más cercano en este proyecto?
La historia es muy larga, perdona que te suelte la chapa. Hice este texto, que empezaba con que yo siempre quise ser algo diferente a lo que era. Lo primero que recuerdo querer haber sido es un koala, pero me dijeron que no podía ser porque yo era una niña y no un animal. Después quise ser otra cosa y tampoco podía… y todo así. Al final me di cuenta de que lo que siempre tuve por seguro y nunca quise cambiar fue mi género. Por eso quiero mirar a esta gente que, desde pequeños, sabían que había algo que tenía que cambiar. Quería unir lo que yo veía en esa gente conmigo. Es algo que estaba muy unido a la infancia y de repente hice este texto que emocionó mucho a la gente.
Mi tutor, Luciano Rigolini, productor de Arte Francia, me dijo que tenía un problema con esa gente que yo quería retratar. Esa gente no le interesaba, le interesaba yo. Él se imaginaba por lo que yo decía que iba a ser una mujer cero femenina, y cuando me vio vestida de ‘mujer clásica’ quedó fascinado. Y entonces me invitó a olvidarme de esa gente y a hacer una película sobre mí y mi visión en el mundo. Y pensé, vale, le hago caso, pero ¿qué se va a ver en esa película? ¿Un koala? (Risas)
¿Cómo surgen los personajes?
El caso es que estaba trabajando el texto y Das, que es el bailarín (a él no le conocía, pero Poti sí), estaba haciendo una sesión de fotos en casa de mi madre unas vacaciones y me preguntó si podía ir un amigo suyo. Lo leyó y se le pusieron los ojos llorosos. Fue al baño y cuando volvió nos dijo, “es que yo esto no te lo he contado nunca, pero de pequeño quería ser niña y todas las noches rezaba a Dios para que me despertara siendo niña, y como nunca sucedió perdí la fe”. Para mí fue muy fuerte ese momento. Me quedé muy marcada.
Luego volví a Barcelona, y en el taller les conté, “chicos me ha pasado esto, he conocido a esta persona, quiero que esté en la película”. Entonces, hubo una especie de correspondencia entre él y yo, pero no funcionaba porque yo estaba muy anclada en la infancia. Era algo así un poco romántico, de ‘no quiero aceptar este mundo’, y no podía más. Me había metido en este máster para hacer cine y estaba todo el día escribiendo, y encima ya no me soportaba ni lo que escribía.
Tenía que crecer, dejar la infancia. Así que empecé a pensar por qué no quería hacerlo, y a mirar en mi entorno más cercano cómo hacía esa gente para crecer. Y ahí fue cuando hice clac, así que elegí a los personajes de mi círculo más cercano. Mi hermana Ione siempre ha estado en mi vida. Luego llega Nais, que la conocí en el instituto; Poti, que apareció a los veinte años, y finalmente Das, que apareció con la película.
Que tengas ese diálogo tan íntimo con ellos, ¿tiene que ver con esto?
Desde el principio puse una cámara de por medio, así que era como ir poco a poco. Realmente es muy violento poner una cámara delante de alguien, y la distancia que tenemos se ve – que nunca nos sentimos cómodos los dos del todo. Hay una tensión con Das así como con mi hermana, ya que en la película no se sabe que es mi hermana. Estuve dándole vueltas a cómo podía verse y, al final, no hay una forma orgánica. Pero pensé que daba igual. Una chica pensó que a mí me gustaba porque había una tensión diferente que con otros personajes y lo interpretó como que yo estaba enamorada de ella. Pero la relación que tengo con cada uno es diferente.
Has tardado dos años en hacer la película.
El proyecto en total han sido seis años y dos de rodaje.
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En ese periodo tan largo da tiempo a que cambien muchas cosas. ¿Cómo ha sido la evolución de los personajes?
Veo una evolución super clara en todos menos en Poti. Nais, cuando empecé a grabarle, lo había dejado con su pareja y se había ido a casa de su madre porque no tenía nada. Y físicamente también hay una evolución muy clara. Das es un personaje que se va abriendo. Liberarse de esta gravedad de la danza y del peso de la vida. Esa evolución la tuvo, no sé si en la película es tan clara. Pero al final, tener una cámara haciéndote mirar tu vida es una especie de terapia.
De hecho, es como cuando vas al terapeuta. A veces vas y no te dice nada, solo te escucha para que organices tus pensamientos y tú mismo veas cosas. Al final del rodaje se nos hacía raro, era raro estar sin la cámara de por medio. Muchas veces hablábamos por teléfono y decía, “por favor, no me lo cuentes, y ya cuando hablemos con la cámara me lo cuentas”.
¿Tienes nuevos proyectos? ¿Estás trabajando en algún guion?
Después de esta película hice una productora con mi hermana y otra chica, y desde entonces me he dedicado más a producir y a hacer alguna otra cosilla que tiene que ver con lo audiovisual. También estoy acabando un proyecto para el Ayuntamiento de Pamplona. He dirigido cosas por encargo y ahora ya tengo ganas de tener un proyecto mío después de este, que ha sido tan largo. Necesitaba vaciarme y ahora tengo un proyecto nuevo sobre el archivo familiar de mi abuelo y del abuelo del que fue mi pareja durante diez años en México.
Quiero hacer una explicación de lo que es el amor, las relaciones y la familia a través de esas imágenes de familia feliz (de la suya y de la mía). De mi abuelo y su época durante el franquismo frente al suyo en México y la apertura hasta el 68. La trama es como una historia de amor que compara la sociedad de aquel momento y la de ahora, la distancia, las relaciones líquidas. Lo quise empezar el año pasado pero era muy pronto porque es un tema sensible para mí, ya que hablo de mi vida y de la de otra persona, y creo que ahora ya estoy preparada para hablar con cierta distancia.
Siempre estas tú…
Sí. Pienso que hoy en día no nos mostramos. Imagínate, te gusta alguien y haces como que no te gusta o no te quieres mostrar. A mí me parece importante ser vulnerable y blandito, no hacernos los duros. Me interesa mucho la historia en primera persona que muestre la vulnerabilidad. Me gusta reivindicar eso, y me gusta que mi trabajo vaya en esa dirección. Esta película es muy de ponerlo en valor.
La gente se siente muy identificada con las historias que retratas.
He hecho una película que habla de cuatro personas y de mí, y casi siempre que alguien me dice algo me empieza a hablar de su vida, incluso la gente mayor, que me dice que también ha pasado por eso. Es un momento de crisis vital. Me gusta que la gente se sienta identificada con eso, es más de lo que podía aspirar.
La música tiene bastante peso. ¿Cómo vinculas el tema musical con la trama?
Me gusta mucho la música pero no soy super melómana. Sí sé que cuando me gusta una canción la escucho sin parar. La de Young & Beautiful, de Lana del Rey, aquel verano no dejábamos de escucharla. No está de fondo. En el momento en que hay música es la protagonista de la escena. Tenía mucho material de viajes, muchas canciones que quería que salieran, y de repente me di cuenta de que había muchas referencias, como en una especie de road movie circular donde los personajes no avanzan y están atrapados.
¿Qué ha sido de tu hermana Ione, de Poti, Das y Nais?
Mi hermana se ha metido a hacer el mismo máster que yo y ahora también es cineasta. La empujé a hacerlo pero pensaba que lo iba a aplicar a la fotografía. Das ha vuelto a bailar y dice que lo volverá a dejar. Nais está haciendo segundo de Psicología por la Uned, y Poti quiere irse a Barcelona a buscarse la vida de maquillador. Tiene mucho talento. Tiene unas fotos guapísimas que va a intentar mover con una editorial.
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