“¡Hay que hacer limpieza de vez en cuando!”, nos dice Isabel Azkarate por teléfono. Y es cierto. Cuando la llamamos para entrevistarla, se encuentra en su casa organizando su archivo, cuya totalidad ha donado a la Fototeka de Kutxa Fundazioa en su quincuagésimo aniversario. La buena conservación de ese archivo fotográfico, hasta ahora una labor y un mérito suyos, nos permite hoy conocer y valorar el trabajo de Isabel como la primera fotoperiodista vasca y, sobre todo, admirar la cercanía y simpatía con la que ha retratado a todas las personas (no han sido pocas) que, por una cosa u otra, han acabado cruzándose con su objetivo.
La enorme donación, de más de 175.000 objetos, ha permitido que se organizase la exposición que está hasta el 25 de febrero en en la sala Kutxa Kultur Artegunea, situada en la Tabakalera de Donosti. Es una retrospectiva con trescientas fotos colgadas y otras doscientas proyectadas, muchas de ellas inéditas, comisariada por la directora de la Fundación Photographic Social Vision, Silvia Omedes.
No todo el mundo tiene la suerte o la lucidez de guardar y mantener todo lo que ha disparado. Isabel nos cuenta en esta entrevista que muchos de sus amigos hoy admiten, con arrepentimiento y vergüenza, que durante sus años como fotógrafos para periódicos tiraban todo después de acabar el trabajo. Como tampoco le queremos robar mucho tiempo, intentamos ser rápidos y dejar que siga con sus cosas, pero es imposible. Nos damos cuenta de que una vida como la que Isabel ha llevado no se puede concentrar en una conversación rápida.
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Tu primera cámara fue una Nikon F2 que un primo de tu madre trajo de Miami. Debe ser muy especial para ti. ¿Es a la que le tienes más cariño?
Sí, a esta cámara le tengo mucho cariño. De todo lo que he donado a la Kutxa, como mi ampliadora estupenda y muchas otras cámaras que tenía guardadas, esta F2, junto a dos Leicas con las que he trabajado mucho, me las he reservado. Con ella hice mis primeras fotos y la utilicé muchísimos años al principio.
Cuando estuve en Nueva York, entraron a robar como tres veces en la casa donde vivía, que estaba en un barrio conflictivo en aquella época, el Lower East Side. Era un barrio que me servía mucho para las fotografías y además los alquileres no eran carísimos como en otras zonas de Manhattan. Pues siempre que me entraban a robar, esa cámara no se la llevaban, les parecería muy grande, no sé. Las dos Leicas que me llevaba a todos los viajes tampoco las he donado. A estas tres cámaras les tengo mucho cariño y las tengo guardaditas. Y ahora a mi teléfono también le tengo mucho cariño y uso mucho su cámara.
¿Y qué teléfono es? La gente seguro que lo quiere saber.
Pues es un iPhone, no sé cuál, pero de los últimos números, el 15, el 14, o así. Hace unas fotos estupendas. Incluso demasiado buenas, ¿sabes? A veces te saca luz de donde no hay.
¿Qué característica de la fotografía te sedujo inicialmente? ¿Sigue siendo la misma?
Desde un principio, la gente. Empecé haciendo fotos a mi familia y a mis amigos, luego inconscientemente seguí haciendo fotos a la gente que me llamaba la atención por lo que fuera. También mis primeras fotos, cuando empecé a estudiar fotografía en Barcelona, fueron de personajes que encontraba en los mercados en aquella época, como los Encants. Luego seguí así. En Nueva York también, sobre todo hacía fotos de gente que me iba cruzando por la calle. Ahora con el teléfono también hago muchas fotos de paisajes o de momentos que estoy viviendo con amigos, pero vamos, en cuanto veo a alguien curioso ante mí, le hago una foto, eso está claro.
Empezaste tus estudios de fotografía el Centre Internacional de Fotografia de Barcelona, una institución pionera en la cultura fotográfica española, pero que duró apenas cinco años. ¿Cuáles son tus recuerdos de este centro y su ambiente? 
Tengo un recuerdo fantástico. En esa época, al principio, vivía en casa de una hermana que estaba allí. Luego me mudé a un apartamento que tenían mis abuelos en el que monté mi propio laboratorio en un cuartito de baño. Tenía también una Vespa que me había dado mi hermano Juanjo y en ella me iba al Centre, que estaba en el barrio chino, cerca del Paralelo. Aunque era un barrio bastante marginal, el centro de fotografía era modernísimo, precioso. Era estupendo. Por dentro estaba adaptado y tenía laboratorios, salas de reuniones, un sitio donde proyectaban fotos… Tengo un recuerdo estupendo.
Hay unos murales en la fachada del edificio que habían pintado Arranz-Bravo y Bartolozzi, unos pintores muy famosos, y aparecen personajes de la cultura pintados ahí. Era un lugar muy curioso, me gustaba muchísimo. Sobre todo el ambiente, había profesores geniales que eran fotógrafos a su vez pero iban a dar clases, o de vez en cuando venía algún fotógrafo de El País o de algún otro periódico a darnos charlas. Una pena que haya cerrado, desde luego. El edificio seguirá por ahí, aún se puede ver. Yo me iba allí con mi Vespa que, por cierto, una vez me la robaron estando allí, pero luego apareció un amigo que tenía contactos con la mafia y la consiguió recuperar.
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Bette Davis en el photocall del Hotel María Cristina, Festival Internacional de Cine. Donostia / San Sebastián, 1989. Kutxateka / © Isabel Azkarate
Te mudaste a Barcelona en una época en la que la situación en tu Donosti natal era cada vez más tensa…
Precisamente me fui de San Sebastián porque tenía amigos que estaban muy metidos en la política. Era cuando empezaba todo el problema de ETA, cuando empezó a militar. Al principio se suponía que era un partido no violento, pero conocí a mucha gente que había participado en la muerte de empresarios, por ejemplo de Berazadi. Mis padres eran amigos de él y yo era mi amiga de los hijos. Fue el primer empresario que mataron. Entonces, yo tenía un cacao mental de lo que pasaba y de lo que no, por eso me largué huyendo de todo esto.
Paradojas de la vida que, al volver otra vez a San Sebastián, después de haber estado en Barcelona y en Nueva York, me puse a trabajar en un periódico que precisamente cubría todos esos conflictos de atentados, manifestaciones y ahí me metí a saco.
Has dicho antes que empezaste a fotografiar para intentar evadirte de esta realidad que vivías. Tuviste la oportunidad de vivir muchas realidades diferentes a través de la fotografía, ¿no?
Sí, sí. Bueno, no sé, las fotos que hice en Barcelona o en Nueva York no tenían nada que ver con la violencia que hubo después aquí o la que había en el momento en que yo estaba fui. Luego me apunté a un viaje a Perú donde estaba el grupo terrorista Sendero Luminoso. Seguí en este camino de hacer reportajes de guerras pero paré porque en casa estaban muy preocupados cada vez que me iba a un país un poco conflictivo. Desde entonces, me contrataron en la Diputación Foral de Guipúzcoa, donde trabajé muchos años, y fue una forma de conocer muy bien el País Vasco.
Me movía siempre con ellos por toda la región inaugurando cosas o celebrando visitas de personajes de todo el mundo. Vinieron el Dalai Lama, la premio Nobel Rigoberta Menchú, embajadores de todo el mundo, etc. Fue una forma de estar al día de todo. Además, yo me cogía mis temporadas para hacer viajes siempre para fotografiar. Estuve en Brasil, Pakistán, México… También pasé dos meses en la zona de Indonesia, luego en Egipto. Siempre con ganas de reflejar culturas de otros países.
Menudas experiencias, sobre todo cuando no era tan común ver mundo.
Viajar era más fácil que hoy en día. Vamos, que no había tanta gente en todos lados, no había tanto turismo. Yo no viajaba como turista, no sé. Siempre eres un turista cuando vas a otro país, ellos te ven como turista, pero pretendía ir más como profesional de la fotografía.
Siempre que elegía hacer viajes, los hacía por algún motivo. Por ejemplo, cuando cayó el muro de Berlín en el 89, me fui con unos amigos a vivir todo aquello. La gente iba rompiendo el muro, fue todo un despliegue de gente del este que venía a la zona de Berlín, fue una cosa muy impresionante y muy impactante vivirlo en primera fila. Yo ya había estado en Berlín antes, fue una ciudad que me encantó. Fui a ver a David Bowie.
Te mudaste a Nueva York porque director del CIFB luego te recomendó que te trasladases allí para asistir al Visual Studies Workshop, donde pudiste aprender del eminente fotógrafo, curador y escritor Nathan Lyons.
Al principio, las fotos que él hacía, yo no las entendía, ¿sabes? Era muy curioso porque hacía fotos desde el coche y en movimiento. Pero bueno, con el tiempo he ido conociendo más y sabiendo más de fotografía porque también se aprende mucho viendo las fotos de otros, claro. Y sí, él era toda una eminencia. Luego tuve otros buenísimos profesores en Nueva York como Lisette Model, que ya era una mujer muy mayor cuando me aceptó en un curso que daba. Eran cursos muy limitados, de quince personas máximo, entonces hacíamos colas con nuestras fotos en la mano para intentar conseguir que nos aceptara.
¡Justo te iba a preguntar por ella! ¿Revisaba las fotos de los candidatos y elegía a quién quería en sus cursos?
Sí, a mí me eligió porque tenía fotos del tipo que ella hacía en su colectivo, que eran de calle pero acercándose mucho al personaje. Yo para esa época ya fotografiaba siempre con una 35 milímetros, que me obligaba a acercarme mucho. No me gustaba nada utilizar teleobjetivos, nunca me ha gustado, aunque ha habido veces que para mi trabajo los he tenido que utilizar. Por ejemplo, cuando he tenido que ir al fútbol cuando estuve en el periódico La Voz de Euskadi, que me mandaban al lado de la portería y tenía que estar fotografiando al Real Sociedad. A mí no era lo que más me apetecía pero la gente me decía, ¡qué suerte tienes de estar ahí, al lado de la portería!
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Isabel Azkarate. Circo Atlas, de los Hermanos Tonetti. Donostia / San Sebastián, 1981. Kutxateka / © Isabel Azkarate
Model es todo un referente en la fotografía y fue mentora de figuras como Diane Arbus, por ejemplo, que coincidió contigo en esa época en Nueva York, ¿no?
¡Sí! Yo no la conocía cuando empecé. Dicen que mis fotos tienen algo que ver con las de Diane Arbus pero es algo inconsciente. Hombre, siempre aprendes o te influyen cosas que ves. Ahora me acabo de comprar un gran libro de su obra, es una pena no haber podido ver la exposición que hubo de ella este año en Arlés. He estado tanto tiempo metida aquí, preparando la exposición en Tabakalera, que he estado casi tres años sin tener tiempo de nada. Es lo que tiene.
Mencionabas antes que tú, desde el principio, ya te acercabas mucho a los sujetos que fotografiabas y sentías una gran curiosidad por las personas. En las clases de Model, ella también te animó a desarrollar varios reportajes por la ciudad. ¿Cuál dirías que es el secreto para ser una buena fotógrafa de calle?
Ser muy rápida. Estar totalmente ojo avizor y tener la cámara preparada, siempre colgada del cuello, por supuesto. Nada de llevarla en una bolsa, sino no harás fotos. La fotografía de calle es llevar la cámara colgando todo el rato, estar pendiente y tenerla preparada para calcular el enfoque enseguida. Ahora las cámaras son autofocus, pero antes no. Además, al trabajar el manual tenías que controlar más o menos la velocidad, el diafragma, todo eso.
De esta experiencia en Nueva York, aparte de las clases con maestros increíbles a las que asististe, ¿qué dirías que es lo más importante que te llevas de tus años allí?
Además de todo lo que me contaban los profesores y los fotógrafos que venían a darnos charlas, aprendí a revelar con unas técnicas especiales. Los que siguen haciendo analógico hoy en día sabrán que, si utilizas un carrete de 400 ASA, lo tiraba a 200 ASA y luego lo revelaba. Me enseñaron una técnica de revelado que me permitió conseguir unas fotos con unos matices de grises y una nitidez muy especial, mejor que si llevas el carrete a un laboratorio para que te lo revelen. Al revelarlo yo misma conseguí más calidad en el revelado.
En tu obra has indagado en las identidades de las personas, y dicen que a partir de ellas pudiste sacar tu propia identidad.  Has fotografiado a la comunidad LGTBI+ neoyorkina, a integrantes de circo, a cineastas y estrellas de cine, a la población peruana de Ayacucho, a la clase política española…  ¿Con qué persona o comunidad te has llegado a identificar más?
Pues eso dicen, no sé. Quizá. Ha sido mi vocación absoluta, desde luego. ¿Identificarme yo, como persona? No sé, desde luego con los políticos no (risas). Con los marginados. Yo no soy una marginada, pero quizás por empatía, ¿no?
Afirmas que siempre has sido muy imparcial en tu trabajo, pero volver a tu ciudad en esos años tan duros y tener que cubrir atentados terroristas de los grupos ETA y GAL debió ser muy difícil para ti. ¿Tu estado de ánimo ha influido en tu trabajo alguna vez? ¿Las emociones te han impedido tomar alguna foto, por ejemplo?
Hoy en día no me atrevería a fotografiar de la forma en que lo hice en los años 80 y 90. Era muy impetuosa. El otro día vi que la policía estaba cogiendo a un chico marroquí, le estaban no sé si pegando, y fui con mi teléfono corriendo a hacer las fotos. El policía también se mosqueó y me gritó que no hiciese fotos. Me sale, pero no de la misma forma que en aquellos años. Yo tenía que ser imparcial, fotografiar ambos lados, pero lo que sentía era una pena terrible por los muertos. Mis emociones nunca me impidieron hacer una foto. Ahora me lo impedirían, pero entonces tenía esas ganas.
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Isabel Azkarate. Fans del grupo heavy gasteiztarra Osiris. Donostia / San Sebastián, 1985. Kutxateka / © Isabel Azkarate
¿Qué foto tuviste que hacer que no te hubiese gustado hacer?
No una en concreto, muchas. Me acuerdo de un suicidio que vi que me dio una pena terrible. Fue un chico joven en Urgull, un monte que está donde el Zócalo Corazones en San Sebastián, son unas murallas. Él estaba ahí tumbado en las murallas con la pistolita encima. Eso me impactó muchísimo.
Al contrario, ¿qué foto te hubiese gustado hacer que nunca tuviste la oportunidad de hacer?
Mira, una de Woody Allen por la calle en Nueva York. Iba andando rápido, yo creo que era en la Quinta Avenida. Me puse a su lado, andando también, iba a echarle una foto y me dijo, ¡no, no, no! Y no lo hice. Se dio cuenta, sí. Al cabo de unos días fui a un restaurante donde él estaba y yo creo que me reconoció. Me sonrió y eso. Luego a Woody Allen le pude hacer fotos porque ha venido aquí al Festival de San Sebastián en varias ocasiones así que tengo varias de él.
¿Te gustan sus películas?
Sí, me encantan.
Lo más emocionante de vivir en Nueva York será que te pasen estas cosas constantemente, ¿no?
Sí. Otra vez también me dio pena porque vi a Robert Redford en una limusina con la ventanilla bajada. Entonces fui corriendo y la subió, así que no le pillé. Pero bueno, aquí en el Festival de Cine he hecho tantísimas fotos a todos los actores famosos que han venido… Todos han pasado por aquí y tampoco me han llegado a impresionar tanto.
Se te considera la primera fotoperiodista vasca y fuiste la única que trabajó para La Voz de Euskadi. ¿Por qué crees que fuiste la única?
Hoy en día esa frase, ‘primera fotoperiodista vasca’, suena muy importante, ¿no? Pero bueno, en Bilbao había otras mujeres que hacían fotos en periódicos yo creo. Mi compañera, que es periodista, ha investigado y ha llegado a la conclusión de que yo soy la que primero hizo fotoperiodismo así. Supongo que fue porque estaba allí, porque me había preparado, claro, y porque me metí de lleno en lo que era trabajar en un periódico. Había otras mujeres que hacían fotos pero hacían conciertos, el Festival de Cine, etc. Quizá porque el fotoperiodismo tiene este componente más de riesgo, pero ahora hay muchísimas fotógrafas en todos los periódicos de conflictos y no conflictos.
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Isabel Azkarate. Escena urbana. Nueva York, 1980. Kutxateka / © Isabel Azkarate
¿Nunca has salido del fotoperiodismo?
También he hecho algo de moda aquí en San Sebastián, que me ha tocado. Pero bueno, como a mí siempre me ha gustado hacer las fotos sin artificios, sin preparar nada… Tenía mis flashes con paraguas, porque a veces tenía que preparar algunos retratos especiales, pero vamos, la fotografía de moda no ha sido lo mío para nada.
Estuve de ayudante en Nueva York trabajando con un fotógrafo francés, se llamaba Bernard Vidal, que tenía un estudio fantástico. Él hacía unos montajes increíbles con miles de imágenes. Eran estupendas las fotos que hacía. Pero, vamos, luego no seguí por esos caminos. Eso sí, las fotos de Manuel Outumuro, por ejemplo, me encantan. Él también está en Photographic Social Visión.
Antes de ponerte a hablar conmigo estabas ordenando tu archivo. Es una suerte que aún lo conserves, porque muchos fotógrafos de la época analógica han perdido gran parte de su obra.  ¿Qué se podría hacer para valorar como se merecen los archivos de fotógrafas que, como tú, han permanecido casi desconocidas pese a la gran calidad de su trabajo?
Había muchos fotógrafos que, después de publicar en el periódico su foto, al cabo de unos días o de unos meses, tiraban todos los negativos a la basura. Hoy en día están superarrepentidos de haberlo hecho, claro. Hasta les da vergüenza contarlo. Algunos son documentos importantísimos de la vida, en nuestro caso, de aquí del País Vasco. Me decía el otro día un amigo, me da vergüenza contarlo, pero es que yo tiraba todos los relativos, no tengo nada guardado. Yo, poco a poco, lo fui guardando todo y lo tengo bien clasificado.
Photographic Social Visión hace una labor estupenda de buscar fotógrafos y archivos que hubieran acabado, a lo largo de los años, en la basura, como muchos han acabado. También, las familias muchas veces heredan archivos de parientes fotógrafos y no saben qué hacer con ellos. Ahora, también, el nuevo Centro Nacional de Fotografía que se ha montado en Soria, podrían dedicarse a guardar archivos de gente que desaparece y cuyos familiares no saben qué hacer con ellos. Este tipo de centro no lo había en España, había en toda Europa menos aquí y no sé en qué otro país europeo.
Por último, si pudieras resumir en una foto tu visión del mundo, después de todos los países a los que has viajado y todas las experiencias que has vivido, ¿cómo sería?
¡Qué pregunta! Ni idea de qué podría ser… Tengo una foto de de un chico negro que está de espaldas arrastrando una manta descalzo por una calle en Nueva York. Podría ser esa foto. Tampoco la he publicado mucho, pero a mí me impresionó mucho ese personaje.
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Unas turistas descansan en el Palacio de Topkapi. Estambul, 1992. Kutxateka / © Isabel Azkarate
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Herida por el grupo terrorista Sendero Luminoso en el Hospital de Huanta, localidad de Pampacancha. Perú, 1984. Kutxateka / © Isabel Azkarate
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Isabel Azkarate. Payasos del Circo Mundial. Donostia / San Sebastián, 1984. Kutxateka / © Isabel Azkarate
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Personas sentadas en los bancos de Central Park. Nueva York, 1981. Fondo Kutxateka / © Isabel Azkarate
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Roman Polanski. Retrato grupal de fotoperiodistas en el Festival Internacional de Cine. En el centro, Isabel Azkarate. Donostia / San Sebastián, 1988. Kutxateka / © Isabel Azkarate