Marta Mas Girones es de esas fotógrafas que no pasan desapercibidas. A lo mejor la conoces por @leentrelineas en Instagram, o porque ha retratado a tu actor o actriz favoritos. ¿Su especialidad? Captar la esencia de las personas con una cámara. De pequeña ya le fascinaba, pero no fue hasta que dejó Filosofía que se dedicó de pleno a su gran pasión. “Mi forma de trabajar iba un poco a contracorriente de como se supone que se tiene que hacer dentro de la fotografía”, nos cuenta. Pero esta manera de hacer es la que la ha llevado a retratar a artistas como Ana Rujas, Carlos Cuevas, Carla Diaz, Anna Castillo, Marilia Monzón o Miki Núñez, entre muchos otros.
Marta empezó estudiando Filosofía y lo dejó porque vio que una asignatura se le resistiría eternamente. También hizo algún que otro curso y posgrado en fotografía, pero ninguno le sirvió. A ella, lo que le ha conducido a este oficio han sido su pasión desmedida, su curiosidad insaciable y la percepción de los otros. “Soy una fotógrafa cuyo título me lo ha dado la mirada ajena. Me miran, por lo tanto, existo”, nos dice al más puro estilo Descartes.
Quedamos con ella en La Central del Raval, un espacio íntimo en el que nos rodean libros y olor a café. Nos recibe con una sonrisa enorme, y la entrevista nos lleva a hablar no solamente de su carrera y su forma de trabajar sino también de antiguas y futuras metas, de la conexión entre fotógrafa y modelo, de sus inquietudes y de los retos de ser joven y mujer en esta industria. “A veces siento que nos tenemos que esforzar el doble para hacer el mismo trabajo que hacen ellos”, denuncia. 
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Buenos días, Marta, ¿cómo te describirías para los que aún no conocen tu trabajo?
Hola, Helena, pues empezamos fuertes, ¿no? Para hacer una descripción un poquito corta diría que soy una fotógrafa de retrato, que trabajo mucho con actores, actrices y músicos. Pretendo tener un estilo íntimo, no únicamente centrarme en hacer fotos bonitas sino intentando que haya cierta complicidad.
Para romper el hielo, hemos visto en redes sociales tu gran obsesión con la escudella catalana. ¿Cuáles son los ingredientes que no pueden faltar nunca?
Es verdad que a mí una buena sopa me supera. Tengo que decir que cuando voy a Madrid tomo cocido y también me parece bien, pero es muy cárnico para mi gusto. Me va a matar la gente porque, aunque yo diga que es escudella, mi madre me insiste en que no lo es. Lo que hago yo es picar las verduritas, las sofrío un poco y así tengo verdura en cada cucharada. De carne solo le pongo pollo porque aunque intente no comer carne, se me hace liviano. Así que le meto lo típico, zanahoria, cebolla, puerro… Patata no le pongo porque de hidratos ya tenemos la pasta. También chirivía y nabo, en fin, básicamente todo lo que viene en la bandeja de preparados para caldo, y le añado una cebolla. Y ya está, receta facilísima y ancestral, buenísima y además se aprovecha todo.
¿Y cuáles son los ingredientes para hacer una buena fotografía?
¡Oh, cómo hilamos! Yo diría que mucho respeto por lo que estás haciendo. Y hacerlas desde abajo hasta arriba, quiero decir, involucrarte con la fotografía. Si la hacemos desde arriba, es como cuando te miras a alguien y le preguntas cómo está pero no te estás acercando emocionalmente. Seguramente puedes conseguir algo estéticamente bello si técnicamente ya tienes lo que tienes que tener, pero yo prefiero un millón de veces una fotografía que técnicamente sea un churro pero que conectes con ella, que sea de verdad. Eso pasa cuando tú estás implicado emocionalmente y lo ves en la imagen. Es pura intuición, ves una foto y sabes si funciona o no. Para mí esto es el compromiso.
Llevas dedicándote a esto gran parte de tu vida. ¿Cuándo empezó tu interés? ¿Eras de las que de pequeña iba con la cámara a todos lados?
Es curioso porque me encantaba la fotografía pero la protegí del capitalismo completamente. Hacía fotos pero en ningún momento esperé que esta actividad fuese monetizable.
Lo hacías por placer.
Sí. Para mí, hacer fotos era una finalidad en sí misma. De pequeña me encantaban todas las disciplinas artísticas –escribir, hacer esculturas con barro, pintar y hacer fotos–. Tengo vídeos que hizo mi padre (doy gracias que lo tengo todo guardado porque sino, no me acordaría) en los que estamos en una casa de colonias con los amigos de mis padres y los hijos, donde voy con la cámara (de las primeras digitales que salieron de mi padre) haciendo retratos a la gente. La foto me ha interesado siempre percibiéndola como un medio para acercarme a las personas; la de objeto o de espacios me da igual, puedo hacerla porque técnicamente puedo, pero no me emociona.
Tengo álbumes de comidas de Navidad en familia con fotos hechas por mí, claro, desde abajo porque era pequeña, y a mi padre esto le encantaba. Le parecía muy curioso porque veía a sus propios hermanos con unas expresiones en la cara que no ve nunca, porque es muy distinto la manera en que mira un niño de como miramos los adultos el mundo en general. Pero no fue hasta en la universidad –estudié Filosofía– que empecé este Instagram y el mundo capitalizó mis fotos, digamos. Me empezaron a salir encargos, y al principio me parecía una trampa. Me estáis pagando para hacer algo que yo haría gratis. Ahora agradezco que me paguen, la verdad, porque el piso y la nevera no se llenan solos.
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En relación con lo que has dicho que te sorprendía que la gente pagase por tu trabajo, ¿cómo recuerdas las primeras veces en las que coger la cámara ya no era un hobby?
Lo bonito es que cada vez que hay un trabajo nuevo que no he hecho, o que para mí es subir un escalón, es muy emocionante. Y llega un momento en que ya normalizo este escalón. Entonces hay otro. Es muy guay esto porque en los primeros books que hacía, mi cerebro era un festival de químicos, de serotonina, de dopamina, de todo. Lo hacía con una pasión y un entusiasmo que me hacían trabajar mucho mejor. Pero por ejemplo, ahora un book ya no me gusta, intento no hacerlos o muy puntualmente. Ahora prefiero trabajar para teatros o con proyectos más complejos, como ilustrar un disco o la gira de un artista. Pero todo tiene su momento.
¿Cómo fue el primer encargo?
Mi primer encargo me lo dio un chico de mi pueblo que quería que hiciese fotos de unas paradas de frutas y verduras en Mercabarna. Luego ya muchos books. Me encantaba hacer fotos porque aprendía mucho. Paraba a gente en la biblioteca, por la calle, en el bar de mi pueblo, escribía a gente por Instagram… Y era puramente desde la intuición de creer que podíamos contar algo, de que había algo allí. Esto lo hacía cada semana. Así que había una parte de encargos y otra más personal.
Además, obviamente, también trabajaba haciendo de canguro de un bebé, a veces picando entradas en un festival durante los fines de semana o en barras en festivales de música. Con esto quiero decir que no viví de la fotografía de un día para otro pero empecé a tener encargos y me di cuenta de que había algo allí.
¿Y cuál fue la primera figura conocida que confió en tu trabajo?
No sé si fue la primera, pero Candela Antón. En esa época acababan de grabar la serie Merlí. Iba a mi universidad y nos hicimos amigas. Hicimos algunas fotos, ella es encantadora. Y la verdad es que te diría que creo que fue ella. Pero todo pasó muy natural. Los actores y actrices necesitan fotos porque se venden a través de la imagen y tener imágenes distintas demuestra que pueden ponerse en varios papeles y emanar energías distintas. Creo que era un poquito win-win. También están acostumbrados a la cámara y puedes guiarles de una forma más arriesgada. Así se fijo rápidamente mi vinculación con este oficio y el de los actores y las actrices.
Antes has dicho que estudiaste Filosofía, pero no he encontrado que hayas estudiado nada de fotografía, corrígeme si me equivoco.
Sí que estudié, pero no me sirvió mucho. Tengo que aclarar, para que luego la Universitat de Barcelona no me denuncie, que no la terminé, me faltó acabar cuarto. Pero bueno, aprendí fotografía a los catorce años, que fue cuando me empezó a entusiasmar. Le dije a mi padre que quería una cámara reflex. Obviamente no me la regalaron porque, ¿quién le regala a su hija pequeña una cámara que vale tanto dinero? Pero él tenía una reflex analógica de cuando era más joven y me dijo: si aprendes a usarla, úsala. Entonces me dio unos libros de fotografía, miramos en internet lo que vendrían a ser el ISO, el diafragma y la velocidad (los básicos para usar una cámara), y a partir de aquí compré un carrete y empecé a practicar. Lo básico lo aprendí yo.
Es admirable. ¿Y algo de trabajo más de ‘campo’, por así decirlo?
Pues si un fotógrafo me gustaba mucho, por ejemplo David Ruano (que es un fotógrafo de teatro fantástico que ilumina de una forma muy compleja), iba a hacerle de asistente algunos días. De esta manera aprendí a rellenar todos los vacíos que sentía que había en mi trabajo.
Cuando estaba en cuarto de Filosofía, aunque los cuatro años los hice en cinco y al final no acabé porque ya la fotografía me ocupaba demasiado tiempo, empecé y terminé un posgrado de Fotografía Avanzada y Retrato de Autor en IDEP, pero no me sirvió demasiado. Sí que había alguna asignatura, como la que impartió Carlos Pericás, un fotógrafo magnífico, que me ayudó, pero realmente no conecté mucho con este tipo de enseñanza. Aunque seguro que hay cosas que me llevé de ahí. Pero el resto, de forma autodidacta y mirando muchísimo como trabaja el resto de la gente.
“Soy una fotógrafa cuyo título me lo ha dado la mirada ajena. Me miran, por lo tanto, existo. Me ven como fotógrafa y por eso lo soy.”
¿Y cómo ves o descubres esa manera de trabajar de otros profesionales que admiras?
Sigo a muchos fotógrafos y me gusta mirar vídeos de making-of para ver de qué manera han iluminado las cosas o cómo han guiado a los y las modelos. Todo es muy prueba y error. Hay una socióloga, o no sé bien a qué se dedicaba, pero una mujer estadounidense que sostenía que tienes que invertir como mínimo diez mil horas en hacer algo para ser realmente buena. Esto mi madre me lo repetía bastante. Entonces, para mí, estoy cumpliendo mis diez mil horas.
¿Y qué pasó ese año para que dejases Filosofía y te metieses directa en la fotografía? ¿Cuál fue el punto de inflexión?
Darme cuenta de que era una filósofa mediocre. Repetí por tercera vez Lógica Avanzada, que es una asignatura como de matemáticas pero con letras, o sea, una cosa complejísima que mi mente humanista era incapaz de abarcar. Vi que nunca me sacaría esta asignatura y que la repetiría hasta el fin de mis días. Entonces me di cuenta de que pese a que había asignaturas que me entusiasmaban, había otras que implicaban una lógica matemática que yo no tenía. Siento que tengo una dislexia en el ámbito de las matemáticas. No puedo comprenderlo, y las decenas de horas que tenía que invertir para sacarme esto eran una pérdida de tiempo. Lo que he intentado ha sido seguir yendo a charlas que me interesen y, sobre todo, seguir leyendo. Con esto me conformo.
Te abriste el Instagram de @leentrelineas en esa etapa. ¿Qué papel jugó para darte a conocer?
Realmente me lo hice porque una amiga me insistió mucho. Soy una fotógrafa cuyo título me lo ha dado la mirada ajena. Me miran, por lo tanto, existo. Me ven como fotógrafa y por eso lo soy. Sino, yo era simplemente una chica que hacía fotos. Y la verdad es que me siento muy cómoda. Igual hay gente a la que todavía le genera incomodidad este título, pero yo rápidamente me acostumbré porque siento que me define mucho. Miro el mundo con una curiosidad activa y siento un respeto descomunal por este oficio y esta práctica. Porque es un oficio, pero es la práctica de retratar y hacer las fotos. El dinero al final es importante porque es imprescindible para tener una buena vida aquí.
¿Y por qué el nombre de Leentrelineas?
Para mí los nombres son muy importantes; sé que el nombre no hace la cosa, pero aun así, creo que es la primera impresión que nos llevamos de algo. Y este define lo que vas a consumir. A veces solo con esto cambia la predisposición del producto, en este caso, las fotografías. Así pues, se me complicó mucho ponerme un nombre pero terminé con esta expresión de leer entre líneas, el buscar algo más allá de lo evidente.
Pensé que no sabía hacia dónde irían mis fotos porque estaban en constante desarrollo, pero sí que sabía que, por encima de todo, siempre quería que hubiese algo más que la pura belleza o estética. Y nada, me pareció un buen nombre para suscitar esto en el espectador. Ahora, para mí, Leentrelineas es algo anecdótico, aunque antes era una parte de mi identidad. Hoy firmo como Marta Mas porque también forma parte de hacerse mayor. Pero aun así le tengo mucho cariño y lo siento muy mío.
Tu fotografía consiste sobre todo en retratar a personas con una mirada intimista. ¿Qué te atrae de este formato?
Es que me gustan las personas, me encantan. Soy muy extrovertida y muy sensible, entonces me encanta descubrir las vidas ajenas y charlar, compartir espacio. Va ligado completamente a mi forma de ser. En las charlas siempre animo a la gente a no intentar imitar la forma de trabajar de sus fotógrafos referentes porque tu manera de ser tiene que ser el punto de partida de cómo hagas las fotos. Tienes que remar a favor de ti misma, no en contra. Si yo fuese muy introvertida no podría hacer las fotos que hago porque me supondría un suplicio estar a solas durante tres horas con personas que no he visto en mi vida.
Pero para mí es algo muy guay, preguntar las cosas que me inquietan de esta gente y darles el espacio para que me digan qué es lo que quieren hacer. Darles el espacio para hablar, para compartir si algo les genera inseguridad y para jugar juntas. Y más si somos un equipo más grande. Me encanta trabajar con mujeres. Tiendo a tener equipos fijos porque, antes que profesionales, somos personas. Esto es un trabajo porque el dinero es imprescindible, pero para mí es imprescindible tener un equipo chulo de gente con la que tengamos mucha sintonía y con la que se genere un espacio de seguridad absoluta. Sobre todo que salgas de ahí con el corazón lleno. Para mí esto es intocable.
Al final se genera una relación muy íntima con los modelos mientras los fotografías. ¿Cómo generas esa relación con alguien que no conoces? ¿Algún truco?
No. Y seguramente muchas veces no lo consigo, las fotos incomodan a mucha gente. Se sienten muy juzgados o contra las cuerdas al tener una cámara delante. Lo que intento es lo que decíamos antes, escuchar, preguntar, interesarme. Entender que no tengo que juzgar a nadie.
Intento no ser juzgona en mi vida en general, pero cuando hago fotos, menos que nunca, porque creo que es un momento en el que estamos muy frágiles. La persona está delante de una cámara y tenemos que contar algo, y eso lo conseguimos con la cara y el cuerpo. Y todos tenemos nuestras ‘cosas’ con nuestra cara y nuestro cuerpo. Lo que intento es escuchar, ver como se mueve esta persona cuando charlamos normal. Intento recuperar esta posición del cuerpo que sé que es la suya, porque a veces nos tensamos. Y ya está.
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Cada persona, aunque sea con una mirada, cuenta una historia. Algo tan simple como ese gesto puede decir muchísimo. ¿Cómo te preparas para las sesiones? ¿Vas con los conceptos o ideas pensadas, o lo que surja cuando conoces a la persona?
Soy muy caótica, e intento que mis sesiones también lo sean porque me gusta mucho. Creo que es importante, por eso intento protegerlo mucho. Al principio tenía la sensación de que mi forma de trabajar iba un poco a contracorriente, pero fui descubriendo referentes como Peter Lindbergh o Greg Williams que también trabajan así. Lo que decíamos antes, hay que remar a favor.
Me encanta hacer moodboards y buscar referentes. Cuando tengo algo en la cabeza, me puedo estar un día entero buscando fotos de referencia y las junto en un dosier, o si es algo un poco más de estar por casa, las mando por WhatsApp. Junto estas fotos y digo, venga, vamos a hacer algo así. Si trabajo con una maquilladora o estilista, igual, con un dosier, y me gusta dejarles libertad para que hagan las cosas que crean, porque por algo las he escogido, ¿no?
Cuando vemos que nos sale bien, y que eso lo hemos construido juntos, es muy placentero. Además, es divertido porque las fotos se te descubren como si estuviesen allí ya. Por ejemplo, resulta que justo a esa hora entra una luz que rebota de no sé dónde y flipamos todos de lo bonito que queda. Esto no es algo que se pueda prever.
Echemos la vista atrás. Ahora ya casi no lo haces, pero antes acompañabas las fotografías que publicabas en redes con poemas o textos de diferentes obras. Háblanos un poco más de esto.
Esto es algo que hacía hace muchos años, a lo mejor hace dos o tres que ya no, y es simplemente porque antes leía muchísima poesía. Como estudiaba Filosofía y leía muchos textos académicos, la poesía me hacía salir un poco de allí. Además, también usaba los textos de algunos ensayos para fotos.
Soy de un pueblo que se llama Vegas, a una hora y media en transporte público de Barcelona. Entonces, yo hacía una hora y media de ida y otra de vuelta cada día, lo cual significaba que leía mucho y siempre tenía libros encima. Lo que hacía era colgar una fotografía con algún fragmento de lo que me estuviese leyendo en ese momento que me recordase a esa imagen. Ahora ya no lo hago porque no lo necesito. Para mí, ahora menos es más.
Aun así, a mediados de 2021 publicaste tu único foto libro, El principio de Arquímedes, en el que además de ser la fotógrafa, en este caso los poemas y textos que se incluyen son tuyos. ¿Tienes planes de explorar más proyectos que combinen imagen y texto en el futuro?
Para mí el texto es imprescindible, pero no para sobredescribir la foto. Este libro nace de un año de duelo que viví y lo describí con imágenes y textos complementarios, intentando que contasen cosas distintas que podían convivir y sumar.
Lo que tengo ganas de hacer ahora es una exposición. No hago una desde 2018, y tengo toda la teórica desarrollada, pero tengo que empezar a encontrar el momento para hacer las fotos. Creo mucho en hacer las cosas poco a poco y con cariño, y si veo que lo tengo que hacer corriendo, prefiero dejarlo reposar un poquito. Quiero decir, lo mismo que pasa con los campos, que los dejas reposar para poder plantar y que crezcan las plantas mejor, pues un poquito vendría a ser esto. Así que mi siguiente proyecto seguro que va a ser una exposición, porque creo que también es darle a las obras el espacio que se merecen.
Es normal, todo merece su tiempo y dedicación.
Yo que trabajo por encargos, cuando hago trabajos solo para mí y para contar algo, me va bien hacerlos a lo largo de un periodo de tiempo prolongado; me ayuda a que el proyecto madure mejor.  Estuve un año entero haciendo el libro y, claro, imagínate la de veces que lo llegué a cambiar. Esto es muy importante para mí porque, si no, solo tomo las fotos, las edito, las envío y esto se queda allí.
Lo que quiero es ayudar a desarrollar la complejidad de mi obra y, sobre todo, hacer que avance, si no acabaría haciendo siempre lo mismo. Mirarme y ser un poco más curiosa, investigar y hacer cosas distintas. Creo que es importante evolucionar como artista, si no rápidamente explicas cosas que ya has contado antes, y esto es lo peor que te puede pasar.
Desde 2019 también has trabajado de fotógrafa en diferentes giras musicales como las de los artistas Nil Moliner, Suu, Oques Grasses y Stay Homas. ¿Cómo fue el proceso de adaptarte de la fotografía íntima a tener que estar atenta a todos los detalles en un espectáculo en directo?
Tengo que decir que los tours son el cincuenta por ciento de Leentrelineas, lo que pasa es que no lo cuelgo porque tengo la sensación de que es otra cosa. Me define como Marta pero no como Leentrelineas, artista fotógrafa de retrato íntimo. La mitad de mis amigos más cercanos son músicos, y empecé a probar algunos días y me gustó. Es muy agotador hacer una sesión de fotos porque tienes que estar cuidando a todo el mundo, guiando a los modelos y las modelos todo el tiempo, pensar en la luz, en el encuadre, en las personas y en toda la parte técnica. Mi cerebro va a mil revoluciones por hora.
En cambio, en un directo mi rol es puramente contemplativo. A mí me petaba la cabeza. Además, pasan muchas cosas a nivel lumínico y de acting. Es un espacio en el que las emociones también están a flor de piel, y me gustaba mucho. Había hecho algunos conciertos puntuales y en 2018 empecé a hacer gira con Oques Grasses. Allí sigo, aunque este año van a hacer solamente diez conciertos. A Stay Homas les he hecho todo a nivel fotográfico, y también he hecho gira con ellos desde el 2020 (que es cuando empezaron). Todas las fotos de promoción, de discos, vídeos en directo…
Hacer un tour es muy cansado, sobre todo en verano. Han sido dos seguidos con el tour de Stay Homas y Oques Grasses, unos cincuenta o sesenta conciertos, una barbaridad. Era muy agotador, pero sentía que era el momento en el que me apetecía vivirlo. Pero siento que he cerrado una etapa, estoy saliendo un poco de esta fase para invertir el tiempo y energía en proyectos nuevos.
Y hablando de hacer cosas nuevas, hace relativamente poco empezaste a dirigir videoclips, ¿no?
Estoy dirigiendo pero cansa mucho. No soy una directora vocacional, digamos. He dirigido cosas por probar, por pura curiosidad. Ahora ya está. Entonces, a partir de ahora, únicamente voy a aceptar proyectos que me apetezcan mucho y con los que haya un buen presupuesto para desarrollar algo interesante.
Lo que sí que estoy haciendo, que ya hice el año pasado, es dirigir unos vídeos en directo para el Festival Vida. Esto me está encantando. El año pasado me vinieron diecinueve artistas, ahora llevamos catorce, pero creo que vamos a tener que sumar algunos más y en un mismo espacio (que es el escenario que hay en los estudios del Vida). Yo dirijo con un equipo maravilloso de gente una especie de videoclip, atrezzoando el espacio y haciendo un diseño de iluminación propio para cada artista que me viene.
Es muy interesante porque estoy teniendo que inventar un universo cada vez que viene alguien, asegurándome de que ninguno se parezca a otro, tanto a nivel cinematográfico como a la hora de construir la narrativa y trabajar el acting con los músicos. Está siendo muy enriquecedor, así que en este caso me está gustando dirigir.
“Es importante evolucionar como artista, si no rápidamente explicas cosas que ya has contado antes, y esto es lo peor que te puede pasar.”
Lo bonito también de tu trabajo es el hecho de que cada semana puedas hacer cosas diferentes.
Totalmente. Para mí es intocable y también soy consciente de que es un privilegio poderlo escoger. Me gusta intentar hacer cosas que me pongan nerviosa. Cuando los trabajos que cojo no me ponen nada nerviosa, quiere decir que ya sé que lo voy a hacer bien. Y esto para mí es muy aburrido, poco estimulante, y creo incluso que me hace peor fotógrafa.
Detrás de Leentrelineas tenemos a Marta Mas, que aparte de ser una referente en el panorama de Instagram de Catalunya, tiene un Podcast en el Radio Primavera Sound con Queralt Guinart. Este nació en el 2020 con Bunyol TV, un canal de referencia de lesbianas. Cuéntanos un poco sobre el proceso de empezar de cero y tres años más tarde estar donde estáis.
Bueno, pues todo viene de que nos entrevistó Andrea Gumes. Queralt y yo, dentro de una plataforma (que se inventó Queralt) llamada Bunyol TV, empezamos el programa Salsa Romesco, un consultorio LGTBIQ+. Considerábamos que ya había productos así pero estaban dirigidos únicamente a un público de adolescentes, y las sexualidades disidentes eran la excepción, así que queríamos hacer uno en el que fueran la norma. Por lo tanto, es un consultorio de lesbianas y bisexual.
Dentro de esto, Andrea Gumes nos entrevistó para su programa Tardeo de Radio Primavera Sound. Conectamos mucho y de repente entramos a hacer una sección mensual. Y así hemos estado tres años. En verano de 2023 terminó Tardeo para siempre porque Andrea es una tía talentosísima que tenía mil proyectos más para desarrollar. Y simplemente así, Salsa Romesco se convirtió en un programa autónomo. Y en esas estamos.
¿Y cómo os va con el cambio?
Está siendo muy interesante, la verdad, porque lo hacemos cada dos semanas y es un espacio donde podemos hablar sobre cosas que nos estimulen y nos inquieten, ya sea un epistolario que hemos leído, una relación lesbiana o bisexual o gay que hayamos descubierto leyendo alguna biografía de artistas que nos gusten, o hablar sobre algún término o noticia que nos parezcan importantes. Hacemos esto y luego ya el consultorio, donde nuestro público nos manda previamente, dentro de la temática que ya hemos definido, sus confesiones o pregunta. Lo interesante es que tenemos público desde los quince años hasta los cincuenta, y esto es muy guay.
Habiendo empezado una carrera desde tan joven y además siendo mujer, ¿te has sentido cuestionada o no tomada en serio en algún momento?
Sí, un millón de veces. Y me he tenido que enfadar mucho también. Es curioso porque hace mucho que me estoy leyendo un libro (porque, la verdad, es algo denso) y llevo cinco meses citándolo en los sitios a los que he ido a hablar. Se llama Mi herida existía antes que yo, de Laura Llevadot. Os lo recomiendo mucho. Laura es profesora de Filosofía en mi universidad, de hecho. Y entre millones de cosas de las que habla, plantea el lenguaje de los hombres; las mujeres aprendemos a hablar el idioma de los hombres y que el de las mujeres es otro.
Yo intento hacer fotografías desde el feminismo y comunicarme desde el feminismo. Y para mí comunicarme desde el feminismo es desde la asertividad, desde la calma, desde la escucha y siendo honesta y diciendo las cosas a tiempo y bien. Pero me he encontrado muchísimas veces con hombres que me han visto chica y joven y que, por lo tanto, me han ninguneado. No se han ni planteado que la autoridad la tenía yo en ese espacio, y le han dado más autoridad a un asistente o a alguien que estuviese por ahí. Entonces me he tenido que enfadar.
El lenguaje de los hombres es el de marcar, como los perros. La figura del jefe que se enfada porque tiene la mano dura. Y esto a mí me parece terrible porque me deja tan mal cuerpo… Pero lo he tenido que hacer mucho. Algunas veces, después de hacerlo, he tenido que irme a llorar. Siento que siendo una mujer joven y teniendo roles de poder, muchas veces tienes que enfadarte. No significa gritar a nadie, ¿eh? Pero sí que es hablar contundentemente y poner límites y decir que sea la última vez. Y esto me resulta muy desagradable. Pero lo he tenido que hacer muchísimo. Y nunca lo he tenido que hacer con mujeres.
Empezaste con 23 años. Llevas detrás ya una larga carrera. Quiero pensar que ahora la gente te toma mucho más en serio.
La gente me toma muchísimo más en serio, sin duda. Aunque en esta industria la gente que gana dinero de verdad son los hombres mayores. Y es que es verdad, lo siento, pero es lo que hay. Ni olemos la cantidad de dinero que ganan ellos por hacer el mismo trabajo que nosotras. No pasa nada. Seguramente tienen cuarenta años a la espalda. Yo entiendo que tú cobres más por tu trayectoria, pero a veces siento que nos tenemos que esforzar el doble para hacer el mismo trabajo que hacen ellos. Pero, sí, ha mejorado un poquito. Aunque todavía me tengo que enfadar a veces.
Justo me enfadé la semana pasada, pero la manera de afrontarlo es claramente poniendo límites y no hacerte pequeña. Construirte equipos seguros con cómplices en los que no se toleren desacreditaciones también es importante. Y aunque todo son cosas muy anecdóticas, me lo encuentro igual. A veces está muy bien no decir nada. He llegado a estar haciendo fotografías de gira, y que un hombre que llevaba el festival decirme, aquí está la fotógrafa más sexy de Catalunya. Un señor que no conocía de nada. Señor, ¿tú le dices lo mismo al resto de fotógrafos que hay por aquí trabajando? ¿Verdad que no? Pues puedes tratarme con un poquito de respeto, por favor. Pero después, esto no lo digo. Y dirás, ¿por qué? Pues porque tenemos que escoger nuestras batallas, y me parece muy legítimo. Entonces, cuando tienes que enfadarte, te enfadas, y cuando no te da por enfadarte, pues tira millas. En el fondo, tú ya sabes lo que es importante.
En esta etapa en la que todo el mundo con un móvil se considera fotógrafo, ¿qué crees que tiene tu fotografía que te hace destacar entre otras propuestas?
Está bien esta democratización. Antes, el fotógrafo era el que sabía usar la cámara porque tenía una. ¡Ahora lo hacemos todos! Y me parece genial que todo el mundo tenga acceso a hacer fotos, sobre todo porque no tienes por qué ser fotógrafo para hacerlo bien. Es tan guay que la gente pueda investigar este arte, de esta manera todo el mundo puede contar su realidad. Entonces, ¿qué tiene de diferente mi foto? Supongo que, simplemente, es mi realidad y mi mirada. He invertido diez mil horas en hacerla, y sigo invirtiendo diez mil horas en construirla. Me parece imprescindible y precioso que todo el mundo pueda desarrollar su mirada y hacerlo desde el placer, contar lo que la hace diferente.
Para cerrar bien, ¿qué te espera este 2024?
Me viene mucho trabajo. Ya os lo iré enseñando, pero he cogido un proyecto muy grande que me emociona mucho. Me hace sentir esto que os contaba de los nervios, lo cual es maravilloso. Ahora tengo que terminar de dirigir los vídeos con los artistas del Vida, y en algún momento desarrollaré más la exposición, que espero que el año que viene se inaugure. Así que ya iré contando qué es este proyecto tan grande, porque la verdad es que ahora me da un poquito de reparo.
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