Bajas del coche, cruzas la puerta, subes por las escaleras de piedra y, oh, sí, ahí sigue esa icónica piscina famosa gracias al vídeo de Club Tropicana con unos Wham! veinteañeros y lampiños. Han pasado más de cuatro décadas pero algo de la magia de aquellos años dorados llenos de fiestas y excesos sigue sobrevolando uno de los lugares más peculiares de Ibiza. Bienvenidos a Pikes, más que un hotel, una leyenda, un santuario al gozo y al disfrute, un oasis con alma rural y vocación cosmopolita, un templo hedonista donde quedarse a vivir si el bolsillo y tus obligaciones o, mejor dicho, la falta de ellas te lo permiten. No hay nada que vayas a echar en falta, buena comida, buenos cócteles y buena música con grandes nombres como artistas invitados; si hasta Jarvis Cocker ha tocado aquí. 
Sin duda la programación musical es uno de sus alicientes. Agosto viene cargadito, pero dejadme antes hablar de la novedad de esta temporada, la Garden Suites Collection: ocho habitaciones que han sido remodeladas bajo la dirección de la diseñadora de interiores Lucinda Swayne, para dotarlas de un aspecto contemporáneo y elegante pero sin traicionar su espíritu. Como dice ella misma: “Durante la renovación fue vital asegurarse de que los elementos extravagantes de los interiores se mantuvieran para preservar la identidad del hotel. A través del rediseño hemos creado cómodas habitaciones eclécticas con una sensación única, unido a una atención precisa a la funcionalidad, para que los huéspedes, literalmente, nunca quieran irse”. Todas cuentan con camas super-king, baños completamente remodelados, accesorios y muebles de mediados del siglo pasado, y una combinación de marcas que celebran los diseñadores británicos emergentes con los ya establecidos, junto a fabricantes a medida y artesanos ibicencos. Cabe decir que se conservan los techos con vigas de madera y los suelos de piedra; lujo sí, pero no a cualquier precio. Los mismos que puedes ver en el resto de habitaciones, veintiséis en total, que confieren ese aire rústico y auténtico que buscaba su fundador, Tony Pike, cuando allá por 1978 compró la finca con una destartalada edificación rural sin luz ni agua. Él mismo trabajó en la construcción del hotel, hasta que dos años más tarde, el 7 de julio de 1980, abrió sus puertas. El resto es historia.
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Resumir en pocas líneas la azarosa vida de Tony Pike (Hertfordshire, 1934 - Ibiza, 2019) es imposible, pero para los interesados decir que el escritor Matt Trollope publicó su biografía en 2017 bajo el título Mr. Pikes, The Story Behind The Ibiza Legend, trescientas páginas que dan buena cuenta de todas las andanzas de quien Boy George bautizó como el Hugh Hefner de Ibiza, y que una servidora acabó comprando antes de marchar. Por supuesto el cantante ha sido uno de los huéspedes del hotel, entre muchos otros nombres ilustres: Grace Jones, Julio Iglesias, Jean-Claude Van Damme, Kylie Minogue, Bon Jovi, Tony Curtis, Naomi Campbell, Joan Baez, Frank Zappa, Spandau Ballet y un largo etcétera. Una clientela selecta que en 1987 se reunió para celebrar la fiesta más sonada del Pikes: el 41 cumpleaños de Freddie Mercury al que acudieron más de quinientos invitados y cuya celebración se extendió a lo largo de tres días. Lo de sexo, drogas y rock and roll no es porque sí.
Y de aquellos tiempos y desfases a los nuestros, donde la fiesta sigue bien presente aunque algo más comedida. El centro neurálgico de aquel cumpleaños es ahora el Freddies, el club del hotel abierto tanto a huéspedes como a visitantes con una terraza donde el público se reúne poco antes de caer la noche para tomar los primeros cócteles antes de pasar a la pista de baile. Todo el mundo aquí es bienvenido a partir de los veinticinco años, los menores de esa edad no pueden acceder. Una vez dentro, sorprende esa mezcla tan improbable de gente que en cualquier otra parte no tendría ningún sentido, pero que aquí es precisamente parte del encanto. Galanes de vieja escuela, señoras de vestidos impecables y maquillajes impolutos a pesar del calor sofocante, jipis reciclados, motomamis arrolladoras, bohemios con aire de artistas despistados, playboys de poca monta, rockeros de toda la vida, pijos alternativos… El acceso es exclusivamente por lista de invitados y puedes apuntarte de forma gratuita, siempre que no esté el aforo completo, a través de su web.   
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Cada día en Pikes hay una fiesta o pincha algún DJ reconocido, cuando yo estuve coincidió con Disco Disco o lo que es lo mismo una sesión pletórica de hitazos de los 70 y 80 que llenó el club desde primera hora de la noche. A las nueve estaba ya hasta los topes con un público entregado bailando desaforadamente. Mención aparte merece el Bathtub Club, una habitación ridículamente pequeña para poner un DJ y absolutamente demencial y divertida. La habitación en cuestión acoge un jacuzzi, ahora lleno de bolas de colores, y en total, con jacuzzi incluido (donde la gente entra a bailar), no debe tener más de doce metros cuadrados. Conté veinte personas moviéndose ahí dentro, entre las que me incluyo, con un calor tan sofocante que no sé aún cómo pudimos aguantar media hora. Alojarse en el hotel a estas alturas va a estar difícil si no imposible, pero si andas por Ibiza, todavía puedes conseguir invitaciones para alguna de sus fiestas. Entre los nombres destacables de este mes, David Morales (8 de agosto), ¡Fatboy Slim! (10 de agosto), Myd (15 de agosto), Don Letts (16 de agosto) y Kittin (24 de agosto).
También puedes reservar en el restaurante. Cada día de once de la mañana a cuatro de la tarde, Tess Prince y su Love Food Ibiza Brunch ofrece un menú con productos mediterráneos de temporada y algunos platos con toques orientales. Por la noche, el restaurante Pamelas abre sus puertas bajo la batuta del chef Tim Payne para ofrecer algunos platos ciertamente deliciosos como la lubina salvaje con puré de alcachofas, wakame y salsa de azafrán o la pierna de cordero asado con espárragos y ajo cocido a fuego lento, por nombrar los dos que pude probar junto a sendos cócteles de tequila. Nombro el tequila ahora y si pienso en el lugar y me olvido de que estoy en Ibiza, bien podría estar en cualquier sitio de México con esos colores tan reconocibles, el rosa Barragán y el azul Frida Kahlo. Desde luego la decoración del Pikes es del todo menos anodina, dejémoslo en peculiar, con esas bolas de espejo encima de nuestras cabezas mientras cenamos, ese cocodrilo rojo que preside la piscina o esa barquita con una bandera pirata al lado de la cabina del DJ que ameniza los chapuzones con música a partir de las doce del mediodía. Música tranquila, no se me confundan, esto no es el Ushuaïa, pop de otros tiempos, algo de bossa nova, tintes flamencos, algo de rock, electropop. Hay un ambiente relajado aquí, tranquilo, sin pretensiones. Imagino que por eso a pesar de que los clientes son internacionales en su gran mayoría, Pikes es un lugar muy querido por los locales. Y aunque Toni Pike acabó vendiendo el hotel hace ya quince años a Ibiza Rocks Group, su espíritu sigue intacto. “Queríamos Pikes para mantenerlo mágico”, dijo su CEO Andy Mckay en su día. Que no se acabe la magia.   
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